Decía mi bisabuela que si los hijos los parieran mujeres y hombre y que si siempre fuera la mujer la primera en parir, ninguna familia tendría más de tres hijos. Sabia era mi bisabuela, como todas las mujeres que durante milenios hemos mantenido sobre nuestros hombros la vida, entre dolores de parto, menstruales y los llamados trastornos de la menopausia, como casi despectivamente se les llama. Qué sería de nuestra especie sin los cuidados que hemos ido realizando sobre nuestros vientres y sobre nuestras manos y trasmitido a nuestras hijas sin preguntar si querían aceptarlos.

Ahora, cuando una ley viene a reconocer unos derechos, como la baja laboral por reglas dolorosas, que tendrían que haber sido reconocidos hace mucho, aparecen mujeres y hombres de derechas y pretendidamente de izquierda, a cuestionar esos mismos derechos que aún no están reconocidos, que hay que pelearlos. ¿Qué hombre  no conoce a una amiga, una compañera, una hija o hermana que sufre o ha sufrido verdaderos dolores, mareos, vómitos… con la regla y se ha visto obligada a ir a trabajar, a un examen o a una clase? ¿Quién, siendo mujer, no ha sufrido alguna vez esas circunstancias?  

¿Quién de nosotras no ha acudido alguna vez al médico con estos problemas y hemos sido ninguneadas: ”Es normal”, aguanta y tómate estos calmantes” “Y no seas tan quejica” parecían pensar algunos, aunque existen honrosas excepciones. ¿Quién no ha acudido al psicólogo o médico de familia con problemas de ansiedad o estrés producidos por las responsabilidades que nos exige ser personas trabajadoras, madres o hijas al cuidado de menores o mayores dependientes, “amas de casa” eficientes, prestadoras de apoyo escolar (¡ay, esos deberes!) y nos han despedidos con una pastillas para dormir, para relajarnos y muy buenas, así podemos seguir con la carga sobre nuestros hombros, nuestros vientres, nuestras manos  y por supuesto sobre nuestra salud mental.

Sí, los derechos, sean los que sean, hay que pelearlos, luchar por ellos y nunca, nunca, darlos por ganados para siempre. Tenemos que estar alertas para no volver atrás. Corren tiempos nada tranquilizadores, donde se empiezan a cuestionar derechos que creímos ganados para siempre. Véase lo que está ocurriendo en EEUU con el derecho al aborto o el aumento de la negación de la violencia machista entre los jóvenes.

Las feministas han sido capaces de transformar la sociedad, a pesar de las reacciones machistas que, a veces, sin darnos cuenta, tenemos incluso las mujeres. Hay una nueva forma sutil, fascista, que se nos va colando suavemente. Tengamos cuidado, no bajemos la guardia.