A raíz de la pandemia opté por alejarme de las redes sociales porque consideré que me quitaban tiempo para desarrollar mi sentido crítico. Sigo leyendo prensa digital (Fuentes de Información, El Salto, Infolibre, La Marea, Público, entre otros) oyendo podtast (Saldremos mejores, La linterna de Diógenes, Las hijas de Felipe, Sapiens, Carne cruda…)  que me ayudan a tener un conocimiento crítico y una visión del mundo que otros medios no dan. Soy consciente de que con ello entro en una burbuja a la que los logaritmos me empujan, me rodean, y en eso consiste mi opción en el alejamiento de las redes, excepto WhatsApp, de la que no puedo, no podemos, prescindir, me explico, intentar pensar y opinar según mi propia experiencia, a pesar de los todos poderosos logaritmos.

Cuando llegó la escritura la visión del mundo, de la sociedad, dio un vuelco increíble para los que solo habían conocida la oralidad, un instrumento que solo había servido para llevar la contabilidad de ganado y cosechas se convirtió en una revolución, dando paso a la etapa histórica del ser humano como antes lo había sido la agricultura. En el pasado siglo XX con el advenimiento de Internet algo parecido ocurrió, está ocurriendo. Nuestra sociedad está cambiando a un ritmo tan vertiginoso que no podemos ni imaginar hacía dónde nos lleva.

Por una parte, nos ha interconectado a nivel global y por otra nos ha hecho más individualistas si cabe, mientras por otra ha creado una ilusión de libertad y empoderamiento que nos hace cada vez más dependiente de la tecnología. Cierto que no podeos prescindir de los avances tecnológicos, que internet ha llegado para quedarse, para estar conectados, informados, lo necesitamos, pero debemos ser consciente que cuando usamos las redes, las aplicaciones, estamos dando más poder a hombres, siempre hombres, como Jeff Bezos, Elon Musk, Zuckerberg, a ser cada vez más ricos, más poderosos. Hombres individualistas, con falta de empatía y desconexión emocional. Vivimos en una contradicción, que nos produce ansiedad, que nos dice que la individualidad es lo que nos ser felices, quitando importancia a las relaciones de cuidados e igualdad.

Como decía al principio, me alejé de las redes. No prescindo de ellas, para ser consciente de que no basta con protestar, opinar en Facebook o en Instagram para sentir que colaboro con la sociedad, con un cambio más igualitario, más justo, sino que son necesarias las relaciones directas, reales, los cuidados, y sentir a la otredad cerca, vivir con ella. Si solo vivimos, opinamos, protestamos a través de lo virtual, estamos dejando la realidad a los poderosos, a los dueños del mundo. Nos “tragamos” las fake news, los bulos que poco a poco se van convirtiendo en “verdad”.

Repito, no se trata de no usar las redes, instrumento imprescindible, sino de usarlas con criterio, sabiendo que no son suficiente para que nos hacen cada vez más individualistas, que nos alejan cada vez más de las relaciones humanas. Unas relaciones humanas de las que sin ellas no hubiésemos sobrevivido como especie.