Hasta cuándo, hasta cuándo la izquierda va a estar mirándose el ombligo, discutiendo bizantinamente quién tiene la culpa, quién es más puro, quién está por encima de los mortales, esos que andan atareados por cuestiones pedestres. ¡Espabilar! Que el tiempo se acaba, no se puede ignorar a las mejores, pero mejores de verdad, porque me pueden hacer sombra en no sé qué puesto, en no sé qué institución.

La política hay que vivirla, creo, como un servicio al pueblo. Parece sonar en estos tiempos a algo lejano, fuera de lugar, pero así es como yo la siento. No dejo de pensar, desde mi admiración por la Gracia Clásica, por la democracia ateniense. Sí, ya sé que sólo era una democracia de ciudadanos, esto es hombres libres nacidos en Atenas. Ahora, sin embargo, es una democracia de personas que votamos cada cuatro años y pensando sólo en nuestro bien particular. No vivimos la democracia y la política como algo nuestro, como un deber y un derecho, olvidando el bien común que sí tenía peso en la Atenas de Pericles.

Casi no puedo creer cuando escucho a políticos y políticas de izquierda echándose la culpa unos a otros de lo que ha pasado en Andalucía. ¿Es que no pueden reflexionar como adultos y dejar de hacerlo como niños? Nos esperan tiempos duros, tenemos enfrente problemas como el cambio climático, la inflación que no cesa, un patriarcado que se refuerza cada día más, una Europa que se vuelve cada día más bélica, un mundo donde los derechos del los refugiados se miden por el color de la piel, donde derechos adquiridos a través de muchos esfuerzos como la sanidad pública y la educación son poco a poco desmantelados.

¡Pero, aquí lo primero es averiguar quién tiene la culpa de las peleas! A ver si va a tener que venir la maestra o la mamá a darnos un tirón de orejas y encima echarle la culpa a nuestro amigo de la izquierda porque no es tan de izquierda ¡Para izquierda yo! Así nos va.