El 28 de junio de 1969 la policía de Nueva York llevo a cabo una redada en el famoso pub llamado Stonewall, donde lesbianas, gais, bisexuales y personas trans o queers (personas con identidad sexual diferente) se reunían habitualmente. No era la primera vez que ocurría, pero sí fue la primera vez que las personas que durante mucho tiempo se veían perseguidas y con sus derechos pisoteados se rebelaron contra un sistema que les oprimía y les negaba su identidad sexual.

Aquella noche una frase dio un vuelco a la historia: “Tomorrow night Stonewall” (Mañana por la noche en Stonewall) Estas tres palabras repetidas en las paredes fue la mecha que prendió el movimiento de lo que hoy conocemos como el “Orgullo gay”.

Ha pasado más de medio siglo y lo que un día fue una lucha reivindicativa hoy se ha convertido en una fiesta. Aun con todo el derecho del mundo a celebrar la libertad y el deseo de mostrar al mundo lo que cada persona es respecto a su identidad de género y sexual, sin miedos ni restricciones, esta fiesta no deja de ser, en muchas ocasiones, una oportunidad para que las empresas del ocio hagan negocio, perdiendo en el camino la verdadera esencia reivindicativa del movimiento LGTBQ.

Ayuntamientos y comunidades autonómicas se lanzan a un marketing vacío, a cumplir el expediente, sin una verdadera actitud reivindicativa. Estos días veremos desfiles, carrozas, calles e instituciones con banderas y otros adornos con los colores del arco iris. Que sí, que es bonito tanto colorido, ¿pero hay programadas actividades donde se hable de la persecución de la homosexualidad en la mayor parte de los países del mundo? ¿Se homenajea a ciudadanos y ciudadanas homosexuales, trans, no binarias o bisexuales? En todos los municipios los hay y los ha habido que han sufrido desprecio y persecución.

Al final, todo queda en un bonito desfile donde personas que solo ellas pueden permitírselo se divierten -y vuelvo a decir que están en su derecho-  Nada que ver con los movimientos feministas, ni de las personas racializadas. Todo muy mono y colorista, así se convierte en un negocio y se diluye su sentido de lucha y reivindicación.