Hace muchos años, me encontré con un niño que bloqueaba la puerta de una sucursal bancaria. No se quería apartar, decía que ese banco era de su abuela. Me inspira ternura la actitud de ese crio y su sentido de la posesión material, su abuela trabajaba allí como limpiadora. El ser humano necesita cuantificar, ordenar y etiquetarlo todo. Le pone precio a cualquier cosa, aunque es bien sabido que todo necio confunde valor y precio. Pero cuánto valen las cosas, quién les pone precio
¿De verdad todo tiene precio?

Es el dinero la llave maestra que todo lo consigue en este mundo depredador y depredado. Es el poderoso caballero que procura todos los bienes terrenales, pero solo dura lo que dura una vida, después solo se necesitan dos monedas para darle a Caronte, el barquero que conoce los secretos estigios. Yo no puedo afirmar con argumentos que no haya una vida eterna después de esta, aunque tampoco nadie puede demostrar que sí la hay. De existir, lo que está claro es que las almas llegarían al paraíso en pelotas, sin un duro para dejarle propina a San Pedro.

Todos podemos tener acceso a lo inmaterial, por eso no se valora, porque nadie lo puede poseer en exclusiva. No se puede comprar con dinero el sol, ni la lluvia, ni el viento, ni la mar, ni la amistad, ni la belleza, ni la ternura, ni una buena carcajada. Supongo que esto irrita a los atiborrados, los amos de toda materia codiciable. Algunos de estos quisieran ser respetados, incluso amados, pero el amor no se paga con Visa, es gratis. Se engañan creyendo que los quieren por el interés, pero en realidad es por el capital.

Hace años se inventó una ideología que ha medrado en todo el mundo, tiene una cualidad asombrosa, se ha abierto paso a base acumular un fracaso detrás de otro. Los sumos sacerdotes de esta religión se esmeran en disfrazarla de ciencia y repiten sin cesar, dos más dos son cuatro, esto es indiscutible. Los neoliberales se denominan liberales, ponen el énfasis en la raíz de la palabra, mercantilizando el noble sentimiento de libertad. Llaman liberalismo a lo que en realidad es el capitalismo salvaje de toda la vida.

Como si este sistema económico nos hiciera libres, es la libertad de pagar la vida a plazos, como si la libertad no la pudiese sentir y respirar todo el mundo que no viva bajo un yugo. Dicen, “el dinero está mejor en el bolsillo de los ciudadanos”. Lo que siempre obvian es que para tener dinero en el bolsillo primero hay que ganarlo. Qué fácil, entonces solo hay que trabajar. El problema es que los salarios los dictamina la ley de la oferta y la demanda. Es el mercado, ese que usa a las personas como material fungible y las exprime hasta que no queda tuétano. El neoliberalismo es igual que la ruleta de la película Casablanca, tiene un botoncito oculto para que la bolita caiga en la casilla que beneficia al dueño del casino.

¡Hagan todo el juego que quieran, señoras y señores, que la banca siempre gana!

En la lista de lo que no se puede comprar están los países, las sociedades, son de todos, somos todos, conformamos algo impalpable, el espíritu de lo público. Pero los que pueden, quieren privatizar lo público, esta ideología que no se corta, que no tiene vergüenza, hace que rescatemos los bancos con nuestro dinero, cuando se pasan de siete y media. El negocio es el negocio, se despide a miles de trabajadores en un segundo, se desahucia a hipotecados, víctimas de una burbuja fabricada por ellos, pero que pagamos todos a escote.

El lema de la banca debería ser el mismo de Pablo Escobar “plata o plomo”. Pobrecitos, piden ayuda y rápidamente el Banco Central Europeo recomienda que no se le pongan impuestos especiales a los bancos o llegará el apocalipsis. Lo defiende sin despeinarse Luis de Guindos, aquel tío que dijo que rescatar a las inflamadas cajas de ahorros no nos costaría un céntimo.

¡Como para fiarse!

El mundo es tan libre que los delincuentes “neozampabollos” se sienten perseguidos por un pueblo incapaz de hacer planes, pese a tener trabajo, si no lo tiene ya… Somos siervos de la gleba acuciados por la peste bubónica y la nobleza sigue queriendo más castillos, más anillos aunque le falten dedos, comer más carne aunque revienten de gota.

Ah, dinero, dinero, dinero, dinero vil metal, pasta, viruta, parné, panoja, pavos, guita, cuartos, plata, diners, dirua, diñeiro, geld, money, argent, igual que Dios tienes muchos nombres. Los imbéciles creen que te poseen, pero eres tú el que posees a todos, sobre todo a los necios. Los que no contamos con tu gracia, vivimos de las sobras.