Llevan tiempo revoloteando como buitres sobre nuestras cabezas. Otean el horizonte en busca de negocio. Aquí ven pacientes en listas de espera, allá una pandemia, más lejos un horizonte bélico. Y se lanzan con las garras y los picos abiertos. Quirófanos, tratamientos médicos, farmacias. ¡Dinero! Mascarillas, vacunas, residencias de mayores. ¡Dinero, dinero! Ametralladoras, bombarderos, tanques, misiles. ¡Dinero, dinero, dinero! La imbatible competencia de China ha dejado a los grandes fondos de inversión poco margen de negocio en la fabricación de bienes de consumo y por eso se han lanzado a la conquista del dinero que los gobiernos europeos emplean en los servicios públicos, salud y armas principalmente.

Hace tiempo que convencieron a los gobiernos -ignoramos con qué "argumentos"- de que era necesario abrir las puertas de la sanidad a la inversión privada. Para eso había que crear en los usuarios la necesidad de echarse en brazos de las aseguradoras privadas y para lo cual hace falta que sientan desafecto por la atención que reciben de la pública. Esa es la causa, y no otra, del deterioro premeditado que aqueja a los servicios sanitarios. Deterioran a propósito la sanidad pública, ponen el anzuelo de cuotas baratas para hacerse una póliza privada y bombardean a los usuarios con campañas de publicidad que describen un mundo ideal en el que se puede ser feliz a cambio de poco dinero.

El problema no es sólo que eso cueste dinero, sino que la propia sanidad privada está empezando a sufrir la masificación que enfada a los usuarios de la pública. Pronto no bastará con ser socio de una aseguradora privada, que por supuesto subirá los costes de las pólizas, sino que proliferarán las ofertas para recibir trato preferente a cambio de primas añadidas a las cuotas básicas. De esa manera, la escalada del negocio de la salud no va a acabar nunca de hacer efectiva la ecuación :"más dinero=más salud". Y su lado oscuro: "menos dinero=menos salud". Es decir, la distancia que separa a los ricos de los pobres irá en progresivo aumento. Uno de los principales valores de la sanidad pública -universal- es que no da preferencia a un paciente por lo abultado de su cartera. La privada, sí.

Conquistado el dinero de la salud, ahora vienen a quedarse con el que los gobiernos destinan a comprar armas. El nuevo mantra es aumentar el gasto militar. Para convencernos, como hacen con la sanidad, tienen que crear la necesidad mediante la tensión internacional. No hay día en el que dejen de calentar el ambiente bélico. Europa tiene que armarse para contrarrestar la amenaza rusa, dicen un día sí y otro también. Demasiados años con bajos presupuestos de defensa. Europa está entre dos fuegos, la posible llegada de Trump otra vez al gobierno USA y el inacabable matonismo de Putin en Rusia. Malos tiempos, se oye decir. Armas, más armas por si acaso. En realidad, lo que buscan con todo esto es, como con la muerte de la sanidad pública, aumentar el negocio bélico. ¡Dinero, dinero!

Como decíamos de la sanidad, el problema no es sólo que eso cueste dinero, sino que aumenta la distancia entre los pueblos y alimenta el odio, que viene a ser el cáncer que corroe la paz en poco tiempo. Los romanos decían "si quieres la paz, prepara la guerra", pero eso solo ha servido para meternos en sucesivas batallas desde los tiempos del imperio. Si queremos la paz, debemos preparar la paz, aunque algunos ganen menos dinero a nuestra costa.  ¿Nos están preparando una nueva guerra? Creo que no. Para lo que nos están preparando, seguro, es para que gastemos mucho dinero en armas, que es su negocio. Su verdadero enemigo no es militar ni está en Rusia, sino económico y es la imbatible industria china, que copa todos los ámbitos de la producción. Pero como dice la voz popular "cuidado, que las armas las carga el diablo".