- ¡Niña, sal, que pasa la procesión de la Virgen del Carmen!, le grita una madre, que como cualquier atardecer del estío está sentada a la puerta intentando desprenderse del intenso calor del día. Su hija está en el interior de la casa. La mujer usa un cartón para abanicarse y así mermar la sensación calurosa del ambiente.

- ¡Mamá, asómate a la puerta que pasa la Virgen del Carmen!, le dice una hija su madre que, boquiabierta, no se puede creer tal acontecimiento.

Sitúese el lector. Es la tarde calurosa del 16 de julio de 1967, día que todos los años da comienzo a la Velá del Carmen. El barrio de la Rana, la zona donde vive la mayoría de los comunistas de Fuentes, se va a vestir de feria. Sus calles se engalanan y sus gentes salen a la calle para, admiradas, ver cómo por ellas transita la procesión de la Virgen del Carmen.

En el seno de la Iglesia se están produciendo importantes cambios que chocan con la fuerte oposición de varios sectores ultra conservadores. Entre esos cambios está la apertura hacia otros sectores menos practicantes, no creyentes y grupos pertenecientes a otras religiones.

En Fuentes, en aquellos años, el cura párroco era Eduardo Castilla, que inicia un periodo de apertura hacia las clases menos pudientes según la doctrina emanada del Concilio Vaticano II, abre la iglesia a todos los fontaniegos frente al nacional-catolicismo practicado por el franquismo y por el anterior cura, José Ojeda.      

Aconsejado por Sebastián Martín y un grupo de sus más incondicionales amigos, el cura Eduardo decide, en el verano de 1967, cambiar el itinerario de la procesión de la Virgen del Carmen, que tradicionalmente sale de las ermita de San Francisco recorre el Postigo, la calle Lora del Río, la calle Mayor y, por la de San Juan Bosco, la Carrera y la calle de San Miguel, regresa otra vez al Postigo.

Para darle un nuevo aire a la Iglesia y atraer a la clase menos pudientes de la sociedad y decide llevar a la imagen de la Virgen al barrio la Rana, el más humilde del pueblo. Ahora va a pasar por la calle Santa Ángela de la Cruz (“Las Ratas”), Nuestra Señora del Rosario (el barrio “La Rana”), sube por la Huerta, el último tramo de la calle Lora del Río y, desde allí, continúa por el recorrido tradicional. Hay oposición entre quienes representan las Hermanas de la Cruz cuando se enteran del nuevo itinerario.

Esta decisión cuenta con el apoyo de las Juventudes Católicas, imbuidas en el espíritu del Concilio Vaticano II, que entre sus fines se encuentra la pretensión de hacer una puesta al día de la Iglesia, renovando los elementos que más necesidad tienen de ello. Se trata de revisar el fondo y la forma de todas sus actividades y proporcionar una apertura de diálogo con el mundo moderno, actualizando la vida de la Iglesia con un nuevo lenguaje conciliatorio, frente a problemas actuales y antiguos. Estas juventudes están muy implicadas en la lucha contra las injusticias y la postura de la Iglesia, que sigue siendo un firme pilar del régimen de Franco.

Pero también cuenta con la oposición del sector más conservador de los católicos locales, representantes de la altas capas de la sociedad fontaniega y enemigos  a ultranza de la apertura de la Iglesia. Ven en esta acción un estímulo para que la clase trabajadora se sienta incorporada a la vida religiosa, de la que se creen casi sus propietarios. Herederos de Dios porque piensan, como Franco, que el poder y la religión proceden de Dios y ellos son los escogidos y por ello no están dispuestos a ceder su cuota de patrimonio religioso.

Eso hace que a la hora de la salida nadie se atreva a sacar las andas de la Virgen. Tal es el jaleo y ambiente que se ha originado al conocerse el nuevo trazado del recorrido procesional. La situación es tensa por la negativa de los capillitas a coger las andas, ya que tienen la consigna de boicotear la procesión. Entonces, para estupor general, Antonio Jiménez Rabadán, Cristóbal Martín Caro, Manuel Carmona Personat, Sebastián Martín Caro y Francisco Campos Martín, además de otros destacados “rojillos”, toman las andas en sus hombros y sacan la Virgen del Carmen a la calle.

A pesar de los pros y los contras, la procesión se lleva a cabo y, según cuentan los que la vieron, fue la más multitudinaria de las que se han visto en Fuentes, pues la clase trabajadora toma este hecho como una reivindicación propia. A ella han acudido los sectores más progresistas del pueblo y, junto a ellos, una multitud de hombres y mujeres que acompañan a la imagen durante todo su recorrido, especialmente por las calles que ellos consideran como propias de las clases más humildes y trabajadoras.

Aunque ha habido alguna escaramuza sin importancia con algunos miembros de la derecha más conservadora, lo importante es el carácter popular que se le da a la procesión. Tras esta procesión, el barrio La Rana se sume de nuevo en su humildad y la vida de sus gentes sigue siendo humilde.