Los sapos corredores pasan la estación fría en una situación de hibernación más o menos prolongada, según las condiciones climáticas de cada zona. Cuando llega la primavera y suben las temperaturas diurnas como hoy, despiertan de su letargo invernal y se dirigen a las charcas estacionales para entregarse a su actividad reproductora. Los ejemplares de las imágenes precisamente fueron sorprendidos hoy en un charco cercano a la Romería, en las proximidades de la charca. Estaban entregados a su particular concierto, a la que se dirigían en busca de pareja tras salir de su estado de hibernación.

Pero ¿cómo son capaces de habitar y reproducirse en un lugar donde las charcas y puntos de agua son tan escasos? Aquí cada cual se las apaña como puede. Lo cierto es que cada año me impresiona más. Merece la pena escuchar los sonidos de la naturaleza. Lo que ocurre en esta charca no ha cambiado desde que las primeras flores se abrieron sobre la tierra. Hace doscientos millones de años ya cantaban. Cien millones de años antes, las noches de primavera, los anfibios, las voces más antiguas de nuestro mundo estaban allí.

Esta noche los sapos corredores, con esos sacos bucales tan llamativos, están cantando para atraer a las hembras, en ocasiones con un éxito inesperado. Tras el "amplexus", que es ese abrazo del sapo, quedan miles de huevos en el agua, igual que hace millones de años, cuando no había campos florecidos bajo las estrellas.
Tras las primeras lluvias, los machos se apresuran a llegar a las charcas.

Los machos forman coros cantando durante las noches hasta la llegada de las hembras. Tras diez o doce horas de cópula, realizan una puesta que consiste en un largo rosario doble de entre 1.000 y 11.000 huevos de color negro en el fondo de aguas someras de charcas y estanques. Después de dos meses nacerán los renacuajos, negros y pequeños, que se desarrollan rápidamente alimentándose de algas. Como hace doscientos millones de años.