EL DEVOTO

Ante el señor del Calvario / a un cristiano de buen ver / le vi una vela encender / llevaba un escapulario. / Le pregunté, de quién es? / pues de santo ni beato / aquí, no veo retrato. / -Lo estás mirando al revés. / -Mi desconcierto entended / cuando al mirar la otra cara / la vi también, cosa rara/ blanca como la pared. / Suspirando de lo amargo / y enclavijando las manos / me recitó el buen cristiano / razones en su descargo. / -Hay monjitas que los venden / con retrato y sin retrato / y yo compré el más barato / en el cielo ya me entienden. / A la vela que encendió / cuando vio que había quemado / lo que tenía estipulado / le dio un soplo y la apagó / y mostrándole al señor / el cabo que ya no ardía / le dijo, este pa otro día / no seas malgastador. / Pal puente la Lagunilla / yo me fui rezando un credo / y el devoto soltó un pedo / al salir de la capilla.

EL ADMINISTRADOR INCOMPETENTE

A un honrado preceptor / y administrador, un día, / irritado reprendía / su acaudalado señor / solo habláis de caridad, /regalos y donaciones, / habladme de mis doblones / y su rentabilidad / ¿A qué tanta devoción? / ¿Qué me aprovechan rosario, / triduo, novena, quinario, / penitencia y confesión? -Tened Paciencia señor / todo aquello que se invierte / en buenas obras, revierte / con creces en vuestro honor. / -No hay más honor que la renta / preceptor de humilde cuna / acrecentad mi fortuna / o habréis de sufrir mi afrenta. / Qué, consuelos para el alma, / vive Dios, que ya me sobran / mas, si mis rentas zozobran/ ningún bálsamo me calma. No uséis más de mi dinero / para recabar perdones / de beatas y santones, / antes bien, dadlo a usurero / de contrastada solvencia / qué, con industria y tesón, / lo engorde como a cebón. / Y sabré tener paciencia.

POBRECITO MI PATRÓN

El pobre y maltratado empresario / agobiado por la exigencia tanta de una plantilla reivindicativa / intransigente y zafia / que con frases hirientes y ofensivas / para su sensibilidad, tan delicada, / después de varios meses sin cobrar / airada le reclama / un pequeño anticipo ¡Para comer! / ¡Qué falta de elegancia! ¡Cuánta vulgaridad! /
¡Qué poca gracia! / Ante la cerrazón de aquella tropa / explotada, vencida, anónima y opaca / ¡Que ni siquiera viste ropa de marca! / su corazón se altera, sufre su alma /
y en generoso arranque / de bondad espontánea / la puerta más holgada les ofrece / para salir con la cabeza alta / al tiempo que les llena los bolsillos / de cheques incobrables, a mansalva. / Cuando vuelvan del banco / para darle las gracias / por gesto tan magnánimo y rumboso / ya no lo encontrarán; ja ja qué gracia / les habrá demostrado, una vez más /, que su inmensa bondad que a todo alcanza / por la puerta trasera le permite / salir discretamente con su carga / veinte o treinta millones, por lo bajo, / de euros, ¡Qué caramba! / pesaban los gravísimos pecados / que una plantilla ingrata / fue acumulando al cabo de los años /
sobre su pobre espalda. / Pesada era la cruz, dura la cara, / pues tan pesada carga, / que supo trajinar, libre de impuestos, / le resultó liviana.