De pronto, un día el pecado deja de serlo y se convierte en virtud. De pronto, un día el demonio pierde el rabo y aparece ante tus ojos como un ángel. De pronto, el militante comunista se pasea Carrera arriba y abajo sin que los civiles se le echen encima y lo encarcelen. El mundo que te ha rodeado hasta entonces, tus creencias y miedos, se vienen abajo. Era el 9 de abril de 1977, sábado santo, "sábado santo rojo" desde entonces. El PCE abandonaba las catacumbas. Decir la palabra comunista ya no obligaba a mirar de reojo a ver quién te estaba escuchando.

La tarde de aquel sábado santo era soleada. En la puerta de don Felipe, el médico de la calle Mayor, la gente de paso se detuvo para escuchar un eco que corría de casa en casa. El Partido Comunista había sido legalizado por el Gobierno de Adolfo Suárez. Un escalofrío recorría los cuerpos. No porque estuvieran en desacuerdo, sino por todo lo que aquello suponía de transgresión de las reglas marcadas durante cuarenta años de dictadura a sangre y fuego en la conciencia de los españoles. Los chivatos de Fuentes que acudían a la Guardia Civil a delatar a quienes osaran pronunciar la palabra comunista, sólo pronunciarla, habían perdido su razón de ser.

El cantón del buen español decía, primero, que el único partido político existente era el de Franco. Los comunistas y los masones rendían obediencia ciega a la Rusia de Lenin, quemaban iglesias y soltaban azufre por el culo. Cuando murió Franco se pudo participar en los partidos afines al dictador, Alianza Popular y la UCD. Lo más rojo que se podía ser era el PSOE. En la España reserva espiritual de occidente, los comunistas estarían siempre proscritos, buscados, perseguidos como alimañas. Franco lo había dejado todo atado y bien atado. Arriba España, abajo el marxismo leninismo.

La realidad nos mostró después del 9 de abril de aquel año que los comunistas no se comían a los niños, ni quemaban iglesias como nos habían dicho los maestros en la escuela. La verdad es que se trataba de un puñado de hombres cabales, leídos y conscientes de las injusticias y desigualdades que aquejaban a aquel Fuentes de la postguerra. Salieron a la luz del día Sebastián Catalino, Michiclorio, Villares, Salvador Sarria, Diego y Pepe del Tío los Hierros, Rebustiano, Paco Bejarano, Rubio Plaza, el Cojo Golondrina, Eugenio Villalobos... Ya podían hacer política de forma abierta y hablar de su partido sin tapujos, sin esconderse de nadie. A ver a qué se iban a dedicar los delatores. Sin embargo, los viejos tardarían mucho en dejar de mirar a los lados

La noticia impactó de forma muy especial en el barrio la Rana, el más pobre y obrero de Fuentes. Locos de contentos iban dando la noticia de casa en casa. Momento histórico para la emancipación de la clase trabajadora. Victoria sin precedente contra el régimen después de cuarenta años de persecución y humillaciones. Ahora sí, Franco estaba muerto. La siguiente victoria del movimiento obrero no tardó en llegar con la elección, el 3 de abril de 1979, de Sebastián Catalino como el primer alcalde democrático de Fuentes. Dos años después de su legalización, un miembro del Partido Comunista se hacía cargo del ayuntamiento de Fuentes! Estaba claro entonces que la justicia, aunque tarde, siempre llega.

Un alcalde, Sebastián, con apenas 39 años, tabernero por más seña, que había sufrido cárcel en Linares por defender sus ideales de igualdad y justicia para el pueblo, que lo dio todo por defender los derechos de la clase obrera. Los señoritos de Fuentes se habían quedado otra vez sin la alcaldía. Sebastián era una extraña mezcla de tabernero, psicólogo e ideólogo. Sabía de qué tema hablarle a cada persona, de lo que le gustaba conversar. Paro también sabía cuándo tenía que retirarse y dejar tranquilo al cliente. Era el comunista más centrado, valga la paradoja.

El Partido Comunista de Santiago Carrillo tuvo enfrente a la UCD de Adolfo Suárez, a la Alianza Popular de Manuel Fraga y al PSOE de Felipe González. En Fuentes, la cara visible del PCE era Sebastián Catalino. En la UCD teníamos a Pepe Ramos, carnicero y agricultor. Fue el primero en Fuentes en sembrar el cultivo de la remolacha y le dio peonadas a muchos jornaleros. Pepe Ramos hizo propaganda electoral trayendo a Adolfo Suárez a Fuentes. Pepe Ramos en aquellos años de la clandestinidad de los partidos políticos, con la Guardia Civil tuvo sus problemas, era todo carácter, apretaba los dientes y no aguantaba que no estuviesen los partidos políticos legalizados. Pepe Ramos era un hombre muy trabajador y emprendedor.

El PSOE, tuvo como representante a Manuel Enri, maestro escuela de la estación. Por aquellas fechas era el profesor más moderno de Fuentes. Manuel Vergara fue el representante de la derecha fontaniega, representando a Alianza Popular, tenía un taller para hacer pozos de riegos, en aquel entonces decían la gente de Fuentes que ganaba mucho dinero con su taller, y estaba forrado de billetes. En Fuentes de Andalucía el Partido Comunista saco mayoría absoluta. Fuentes siempre ha sido roja.

El barrio la Rana era la patria chica de quienes emigraban a Francia, Benidorm, Mallorca, Barcelona, Jaén, Huelva... a buscarse el pan que Fuentes les negaba. Otra calle emisora de mano de obra barata era la del Bolo, donde en los años, 30, 40, 50, y principios de los 60, lo que habían eran chozos, la clase obrera iba por las casillas pasando hambre, pidiendo trabajo. Cuando lo conseguían se machacaban trabajando y no dejaban atrás hambre, muchos guardando piaras de cochinos y pavos en las casillas y cortijos por un plato de comida y una miseria de dinero.

Para muchos de ellos, el PCE era el símbolo de una vida digna. Símbolo para acabar con las fatigas que tenían que pasar para juntar algo que comer, un techo en el cobijarse y criar a sus hijos. Hijos que pronto tenían que quitar de la escuela para llevárselos a trabajar. Vimos aparecer por todas partes la hoz y el martillo, el puño en alto y la palabra camarada en boca de mucha gente. Ya estaba bien de tanta explotación masiva por parte del señorito, el trabajador también merecía su sitio, una vida digna. No fue por causalidad que en los últimos años 60 y principios de los 70 la clase obrera lograra mejorar sus condiciones de vida y de trabajo. Costó muchas luchas, huelgas y presiones para que eso ocurriese, en gran parte con el impulso de aquellos comunistas que durante nuestra niñez creíamos con rabo de demonios.

De pronto, un día empezamos a oír palabras antes nunca dichas. Nómina, pagas extra, vacaciones, finiquito, indemnización, subsidio de desempleo... Descubrimos que las personas tienen derechos, además de obligaciones. De pronto, un buen día el color gris y único del interminable otoño que cubría el cielo desde el año 39 dejó paso al colorido de la primavera. Era el 9 de abril de 1977. La libertad había roto 38 años bajo el silencio del plomo.