A finales de los años setenta, los que peinamos canas, y los que ya no peinan nada, nos divertíamos con Los Roper, una serie de éxito de la BBC. Mildred  y su marido George, eran una pareja londinense, de clase media, poseedora de un elegante y surrealista humor inglés, nos hacían reír hasta desternillarnos. Yooda Joyce, la actriz que interpretaba a Mildred, venía mucho a Andalucía, de hecho tenía un apartamento en Sierra Nevada. Si viviera hoy, es posible que viviese retirada en la Costa del Sol. No creo que se riese a mandíbula batiente, de la situación en la que han quedado sus compatriotas jubilados que residen aquí. Algunos llevan viviendo entre nosotros quince años y aún no hablan ni palabra de castellano ¿Para qué habrían de aprender? Hasta hace poco estaban en casa, disfrutaban de todas las ventajas, dentro del gran país europeo. No se les podía llamar inmigrantes. Ahora son más extranjeros de lo que han sido en los últimos años. El miedo a la emigración, forzó el Brexit y todo cambió.

¡Qué perra han cogido algunos con añadirle fronteras al campo!  

Probablemente los hijos de “La Pérfida Albión” sean nuestros guiris favoritos, en un país con un músculo turístico bien desarrollado. Antes del virus miserable venían por millones a darle un tono a su piel, aún más rosita de lo que ya es, en nuestras playas soleadas.

Hay otros británicos mucho más cercanos y no tan asalmonados en el estrecho, pegados a una de las columnas de Hércules. Gibraltar no “cayó como una fruta madura”, como quería el dictador, tras trece años con “la verja” cerrada a cal, por mucho que Franco se pusiera de canto. Pero, eso sí, consiguió que los llanitos tuvieran un eterno mal rollo con España. De paso les regaló, la identidad de pueblo que nunca habían tenido. Afortunadamente, el malestar general, afecta solo al estado, no a sus habitantes. Los gibraltareños son británicos y muy británicos, porque no les dimos otra opción. ¿Quién iba a querer pertenecer a una dictadura subdesarrollada, donde mandaban la intolerancia, los militares y los curas? Para militares ya tenían a la Royal Navy y la Raf, además de libertad, modernidad, buena sanidad y educación, trabajo, a los Beatles y los Rolling Stones.

Nuestro país ha cambiado tanto que ya no lo conoce ni la madre que lo trajo. El sentimiento anti España, que se fue alimentando con lechugas congeladas y carne en lata, ahora forma parte de su ser. Traidor y judas, le llamaron a Jack Straw, el ministro de exteriores británico, cuando fue a contarles que estaba negociando la doble nacionalidad para los habitantes del Peñón. En su mayoría son bajitos, morenos, de ojos marrones, no tienen flema y se pirran por el Jamón y la Tortilla de Patatas, en lugar del Rosbif y el Fish and Chips. Hablan un inglés mediterráneo y un andaluz castizo. Es evidente el afecto a nuestra cultura y nuestro idioma, que también es suyo.
Ahora el Brexit, casi los deja compuestos y sin Europa, pese a que prácticamente todos votaron en contra. Vuelve a haber frontera, pero está en el aeropuerto que les une al Reino Unido, al que hace mucho tiempo que no parece importarles demasiado esos seis kilómetros cuadrados de roca firme, uno de ellos ganado al mar. Los gibraltareños también han cambiado mucho. Son, por encima de todo, llanitos. Nadie tiene que hacerse ilusiones con la idea que se están hispanizando. Eso no va a pasar mientras les queden monos.

Al gobierno de Londres le faltan pies para pegarse tiros. Están muy preocupados, no sin razón, con Irlanda del Norte y Escocia. Ninguno de sus habitantes quiere romper relaciones con la Unión Europea. Tal vez son conscientes de que hace muchos años que no existe el imperio más extenso que ha conocido la humanidad. Al gobierno y a todos los que creen en él, les pasa lo mismo que al psiquiatra de Woody Allen: hacía mucho tiempo que había muerto, pero él no se había dado cuenta. Ian Fleming se inventó a James Bond para crear la ilusión de que el imperio Británico seguía vivo, y el autoengaño dio resultado.

Esta actitud nos es muy familiar, bien podían aprender de nuestra historia. España tardó más de siglo y medio en darse cuenta que se quedó sin un imperio que defender, en cambio tenía un decadente atraso descomunal y un ejército sobredimensionado que alimentaba su espíritu con el relato de glorias pasadas. Pese a haberse quedado sin colonias, quería jugar la prórroga imperial con un protectorado en Marruecos y fue masacrado por tribus bereberes, mal armadas y entrenadas. Aún después, los falangistas cantaban: “La mirada clara y lejos, y la frente levantada, voy por rutas imperiales, caminando hacia Dios”. De esto hace cuatro días, como quien dice.
No parece tener mucha relación “la Roca” con la Commonwealth, por el contrario sí la tiene con La Línea de la Concepción. No son españoles, pero quizá sí son andaluces, aunque no lo sepan.

La serie Los Roper se acabó. Está  tan muerta como el psiquiatra de Woody Allen o el imperio de Boris Johnson. Habrá que construir una nueva relación entre Gibraltar y la comarca en la que se encuentra. Habrá que pensa mucho más en realidades geográficas que en banderas y alambres de espino.