Con apenas cinco añitos, Francis ya correteaba por las sacristías. Con los 44 que tiene ahora no corretea, pero anda por ellas como Pedro por su casa. La curiosidad y el gusto por lo sacro y la historia local le han llevado a hurgar en todos los archivos de Fuentes, que no son muchos. En ellos no ha encontrado fabulosos tesoros, pero sí joyas culturales, historias sobre el pasado fontaniego y, sobre todo, identidad, su propia identidad, la identidad de todos nosotros. Esa curiosidad y ese gusto le han llevado a escribir diez libros -y los que vendrán- uno de los cuales, "Fuentes y sus calles", le ha valido el premio la mejor monografía histórica, concedido por la Asociación Sevillana de Cronistas e Investigadores Locales. Esta entrevista se lleva a cabo en el archivo parroquial de Fuentes.

Pregunta.- ¿Todo esfuerzo tiene su recompensa?

Respuesta.- Hacer el libro Fuentes y sus calles me ha costado varios años de trabajo, aunque ha sido un trabajo intermitente. La recompensa del premio es importante porque da ánimos para seguir investigando y porque supone situar a Fuentes en el escaparate de la provincia. Mi problema es que tengo más ideas y proyectos en la cabeza que tiempo para realizarlos. Ahora tengo que preparar una ponencia para un congreso de hermandades nazarenas singulares que se celebrará en Fuentes el día 15 de este mes.

P.-¿Hermandades nazarenas singulares?

R.- Son hermandades que conservan algunos ritos antiguos y propios, que no han sucumbido a la moda de imitar a la Semana Santa de Sevilla. Creo que hay unas 27 y a mi me corresponde hablar de las singularidades que conserva nuestra hermandad del Nazareno. También tengo que preparar un trabajo sobre patrimonio arquitectónico industrial para las próximas jornadas de Historia y Patrimonio que organiza la Asociación de Cronistas e Investigadores.

P.- Diez libros, todos de Fuentes. ¿Nacionalista fontaniego?

R.- Me defino como fontanieguista y me siento como en mi casa dentro de esta parroquia. Tal vez porque mi maestro en esto del patrimonio fue don Juan Ruiz. No es extraño que sintiera una profunda nostalgia durante los diez años en los que la parroquia estuvo cerrada por las obras de restauración y nos tuvimos que refugiar en el convento de San José. Tres de los hitos más importantes de mi vida, que fueron mi boda, el bautizo de mis hijos y mi pregón de la Semana Santa, tuvieron lugar en el convento y no en la parroquia, que era y es mi casa.

P.- Andas por aquí como Pedro por su casa. ¿Tienes llave?

R.- Ni la tengo ni la quiero. Para eso tenemos al sacristán, que siempre está disponible. Me ocupo de tener al día los libros de registro. Aunque algunas parroquias han incorporado ordenadores, la de Fuentes sigue igual que hace cuatrocientos años. Todo lo hacemos a mano y a veces tropiezas con historias muy curiosas que incitan a indagar. Por ejemplo, en una partida de defunción, el responsable del archivo añadió "lo mataron en la Carrera". Uno tiende a preguntarse cómo, por qué, quién... Algo indudable es que en la historia sólo permanece aquello que está escrito. Todo lo demás, como la memoria popular, se pierde o se deforma con el paso de los años.

P.- ¿Qué se puede hallar en este archivo parroquial?

R.- Básicamente, todos los bautizos, bodas y defunciones llevados a cabo desde 1532. También tenemos los libros llamados de cuentas de fábrica, que recogen la administración económica, adquisiciones, donaciones y obras realizadas. Los inventarios y otros de capellanías, que incluyen todas las misas dichas en memoria de los benefactores de la iglesia. Antiguamente había la costumbre de que los vecinos ricos donaran a la iglesia casas y tierras a cambio de que, a su muerte, se le dijeran un número de misas, 200 misas al año, por ejemplo. Eso explica que la iglesia de Fuentes, que incluye también los conventos, hasta la desamortización de Mendizábal en el siglo XIX tuviera infinidad de propiedades en alquiler y muchas casas cerradas y tierras baldías, lo que se dio en llamar bienes en manos muertas. Gran parte de la manzana del convento de San José, por ejemplo era de la iglesia, en este caso de los mercedarios.

P.- Aquí vendrá poca gente de consultar, ¿no?

R.- No creas, de un tiempo a esta parte hay mucha gente interesada en reconstruir su árbol genealógico. También se ha puesto de moda pedir expedientes de antiguos antepasados para "expedientes de linaje", que son requeridas para solicitar el ingreso en instituciones como la Maestranza de Caballería u órdenes militares como la de Alcántara, Malta o Santiago.

P.- ¿De dónde te viene la religiosidad?

R.- De mi familia, supongo. Mis padres, Juan y Dolores, han sido católicos practicantes. Muy niño empecé como monaguillo con don Manuel Azcárate. Entonces éramos veinte o treinta monaguillos. Luego me fueron dando responsabilidades, sobre todo Manolín el cartero, encargado del archivo parroquial. Me atraía todo lo relacionado con el arte y rebuscar en los legajos, muchos de los cuales están escritos en un castellano antiguo que cuesta entender. Lo organicé, lo inventarié y con las historias que hallé hice en 2002 mi primer libro: Fuentes Penitente.

P.- Para un fontanieguista, ¿qué es lo mejor de este pueblo?

R.- La comodidad que ofrece. Aquí tienes casi de todo a mano. Lo que no está aquí lo tienes a 45 minutos por buenas carreteras y mejores coches. Tenemos calidad de vida. En Fuentes tendemos más a lamentarnos por lo que nos falta que a poner las condiciones necesarias para tenerlas. La gente participa poco de las actividades, salvo que haya barra. Yo pido que defendamos lo nuestro, que no nos quejemos tanto y que hagamos más para mejorar.

P.- ¿Y lo peor?

R.- Está claro que carecemos de un tejido industrial que nos libre de la excesiva dependencia del sector primario, del campo, de las peonás y todo eso. Aunque no nos va a llover del cielo. Tendríamos que trabajar para que ocurra. Falta en Fuentes equipamiento cultural. Al menos una sala de exposiciones y un auditorio de tipo medio porque el salón de la Huerta ya sabemos que es todo y nada.

P.- ¿Te identificas con la iglesia de Francisco y de León XIV o con la que querían Trump, Vance y Rubio?

R.- Me identifico con una iglesia que va de la mano de quien lo necesita. Pero con medida porque no se trata de dar pescado, sino de enseñar a pescar. Sobre todo, creo que todos tenemos cabida en la iglesia. No soy amigo de enfrentamientos porque somos adultos y personas maduras. Yo soy de términos medios y mi ámbito de la cultura no me aleja de nadie que acepte el principio básico del respeto mutuo.