Al contrario de lo que puede parecer, los cierres perimetrales, confinamientos, cuarentenas, fumigaciones masivas... no son algo nuevo. Lo que pasa es que hay mala memoria colectiva. La pandemia del coronavirus ha ocasionado en Fuentes 7 víctimas mortales, pero una simple diarrea declarada en el verano de 1831 causó 700 muertos. Eran años en los que proliferaban la fiebre amarilla, el cólera morbo, la viruela, la poliomielitis, la triquinosis... Quizás los cambios más profundos que se han registrado en Fuentes desde el siglo XIX sean precisamente en el ámbito de la salud. Mucho más que en la economía o en la estructura poblacional. De hecho, a finales del XIX Fuentes tenía 6.726 habitantes, apenas 400 menos que ahora. Los datos proceden del libro "La villa de Fuentes (siglo XIX)" que Jesús Cerro acaba de publicar.

Pregunta.-La salud preocupa mucho a los fontaniegos en este momento. ¿Cómo era la salud de los que vivían aquí hace dos siglos?

Respuesta.- Pésima. La mortalidad era altísima por culpa de las condiciones de vida. A la mala alimentación se sumaba que las casas tenían dentro los estercoleros, no había agua corriente en las viviendas y los animales convivían con las personas. Las lluvias intensas se combinaban con largos periodos de sequía, lo que traía consigo hambrunas y muchas enfermedades por falta de higiene. La ropa de los muertos pasaba a otros y, con ella la posible enfermedad que los había matado. Eran frecuentes las epidemias de cólera, fiebre amarilla, viruelas, tosferina... Hubo años en los que se cerró el pueblo para evitar la llegada de enfermedades y se ponía vigilancia en los accesos de la Puerta del Monte, la Puerta de Osuna y el Postigo para que no entrara ningún forastero. A veces, las mercancías que llegaban en tren eran sometidas a periodos de cuarentena y fumigadas en los almacenes de la estación.

P.-¿De dónde has sacado toda la información para escribir el libro?

R.- Todo está en las actas de los plenos municipales. Durante cuatro años me he dedicado a leerlas una por una y hacer una ficha con la información más relevante. Sólo hay un periodo, entre 1836 y 1875, en el que las actas se han perdido. Curiosamente, eso ocurre en el periodo en el que, bajo el reinado de Isabel II y Amadeo I, se realizaron las desamortizaciones de las tierras comunales y eclesiásticas, que supusieron un tremendo empobrecimiento para la mayoría de la población y una acumulación de la propiedad de la tierra en manos de los ricos. Es como si en Fuentes se hubieran puesto de acuerdo para hacer desaparecer las pruebas de las barbaridades que se cometieron para repartirse las tierras de la Iglesia y del municipio, que representaban la mayor parte del término municipal. La privatización de las tierras comunales dejó a la mayoría de la población sin sitio donde llevar a pastar su ganado y el paso de las tierras de la Iglesia a manos privadas empeoró enormemente las condiciones de trabajo de los jornaleros.

P.- ¿Cómo era la estructura de la propiedad de la tierra?

R.- Muy injusta, como ahora. En eso Fuentes ha cambiado poco. Muchos no tenían nada y pocos lo tenían todo. Nueve personas poseían el 54% de las tierras de Fuentes y otras 645 el restante 46%. El resto de la población, o sea la inmensa mayoría, eran jornaleros, mal pagados y con trabajo sólo en la temporada de la cosecha de cereales, la aceituna y la rebusca. La pobreza era brutal, tanto que cuando la situación se volvía extrema el ayuntamiento tenía que pedir ayuda a las autoridades provinciales para dar algunos jornales arreglando los caminos. Y muchas veces las autoridades provinciales, que tampoco tenían dinero, recurrían a los ricos para que les adelantaran alguna cantidad para hacer frente a los gastos, que luego debían devolver.

Portada del nuevo libro de Fuentes escrito por Jesús Cerro

P.- ¿El ayuntamiento no tenía fondos?

R.- El ayuntamiento era tan pobre como la mayoría de la población. Apenas tenía ingresos y se limitaba a recaudar impuestos para el estado. Ni siquiera los recaudaba directamente, sino que los subastaba al mejor postor por una cantidad fija y el que ganaba la puja se ocupaba después de recuperar su dinero con los beneficios correspondientes. La recaudación era una especie de subcontrata. Antes de la abolición de los señoríos, en 1812, eran los señores de Fuentes los que nombraban cada año un alcalde diferente. La elección directamente por el pueblo tuvo que esperar hasta la Restauración de 1870, aunque los electores eran sólo los hombres.

P.- En el siglo XIX llega a Fuentes el ferrocarril. ¿Qué supuso aquello?

R.- Fue un impulso tremendo para la economía del pueblo. Fue en 1879 y supuso tener conexión directa con la capital, Sevilla, y con Córdoba. Además, vino acompañado de importantes mejoras como la traída del agua al pueblo y de la construcción del primer cementerio. El agua potable fue obra de José María de la Escalera y Fernández de Peñaranda, para lo que mandó hacer una excavación en el Cerrogil y condujo el agua por la vereda de la Fuente la Reina. Cuando se fue a hacer el contrato se descubrió que el dinero que uso para la obra no era suyo, sino que se lo había dado el que era alcalde cuando se le dio permiso, Roque Vasco Armero. Finalmente se hizo el contrato con este último y se acordó pagarle 625 pesetas al año por el agua para las dependencias municipales, la plaza, la Alameda y el riego de los dos paseos y del arbolado.

P.- Agua potable y cementerio. ¿No había cementerio?

R.- Hasta bien entrado el siglo los enterramientos de hacían en los alrededores de la parroquia, especialmente donde ahora está el paseíto de la Plancha. La Iglesia era la depositaria de la gestión de todo lo relacionado con la muerte. En 1787, Carlos III dictó una ley que obligaba a construir cementerios para acabar con las continuas epidemias que ocasionaban los enterramientos hechos junto a las iglesias, en medio de los pueblos. Pero no se hizo efectiva esa orden hasta Isabel II, que obliga a la Iglesia a hacerlos. El de Fuentes se construyó en el Postigo, en los terrenos donde ahora están las Hermanas de la Cruz. La Iglesia dijo que no tenía dinero para construirlo, por lo que el dinero, 114.556 reales, lo puso Joaquín Fernández de Peñaranda, que se convirtió en dueño del primer cementerio de Fuentes y cobraba 4 reales por cada persona enterrada. En 1880 se construyó el primer cementerio municipal y la primera sepultura de la que hay registro es la de María Mercedes Cárdenas Isnard.

P.- El cementerio debía de ser muy importante en un tiempo en el que las epidemias diezmaban a la población. ¿Hay constancia de una de esas epidemias especialmente dañina?

R.- Muchas fueron devastadoras. Una de las peores del siglo ni siquiera tuvo el rango de epidemia, sino de unas diarreas que, en el verano de 1831, provocaron 700 muertos. Y estamos hablando de un año en el que todavía se enterraba a los muertos alrededor de la parroquia, así que imagínate cómo sería sepultar a 700 personas en tan poco espacio y el riesgo de contagios que conllevaban aquellas prácticas.