A veces se escribe para vencer el miedo. Escribió una vez Rilke: “Escribir es una forma de supervivencia”. En estos momentos me acuerdo de Emily Dickinson, la gran poeta que durante su  vida  apenas salió de su casa y publicó solo varios poemas. Solo una vez muerta, su hermana encontró miles de poemas que al final fueron publicados ¿Vencía sus miedo con sus poemas? ¿Necesitaba expresar a través de la poesía un mundo interior inefable? ¿El dolor de haber sufrido abusos sexuales por parte de su padre y tal vez de su hermano era mitigado con la palabra, con poemas que hoy nos llegan cargados de misterio y belleza? Siempre ha sido así, se escribe para escapar. Otras veces también para que te quieran.

De pronto, una noche te asalta el miedo y solo te queda escribir, no sabes para quién, pero si para qué. La imaginación te salva muchas veces, aunque otras te haga sentir cosas tan extrañas como que una mancha en la pared se vuelve un animal que te observa no sabes con qué intenciones. Otras, mientras vas en coche por una carretera solitaria, empiezas a pensar que vas huyendo de una guerra, que todo el mundo se ha ido ya y tú y los que vais en el coche sois los últimos.

O imaginas ¿que en un jardín que observas al pasar está ocurriendo una historia de amor única en el mundo. Mientras te alejas, tu imaginación ha entrado en ese jardín y ve a dos jóvenes bellos, de otra época tal vez, mientras se besan apasionadamente y se juran amor eterno. Pronto, él partirá a las Indias a buscar fortuna, allí terminará en un lugar llamado Macondo, donde conocerá en la soledad de un continente su verdadera historia.

Es difícil vivir con una imaginación que se desborda, pero es una fortuna tenerla. Aunque el miedo te atenace y sientas que entras en un túnel oscuro que cada vez se hace más pequeño y no puedes contarlo porque no tienes derecho a ser el centro de los demás, porque en el mundo hay demasiado dolor para pretender que el tuyo es merecedor de atención. He aquí la clave de salvación: escribir, imaginar, mirar a las estrellas y creer que algún día estarás allá de donde venimos.