Como en la fábula de la rana y la olla, el gobierno de Juan Manuel Moreno Bonilla está destruyendo lenta e implacablemente el sistema sanitario público andaluz. Si la rana cae en una olla de agua hirviendo, salta inmediatamente para no cocerse. Pero si cae en una olla de agua fría a la que se calienta lenta e implacablemente, se irá adaptando a la transformación térmica hasta que su vida sea imposible.
El deterioro de la sanidad pública andaluza, vía contención de la inversión y privatización del gasto, comenzó hace algunos lustros con el partido predecesor en el gobierno andaluz, el PSOE, agravado en la etapa de gobierno de Susana Díaz, empujada por los recortes que redireccionaban la inversión pública a salvar los bancos. Las movilizaciones en defensa de la sanidad andaluza de 2016 y 2017, contribuyeron a sacar del gobierno en 2018 a la última presidencia de la Junta de Andalucía en manos del PSOE, entonces aliado con Ciudadanos.
La salud es lo primero. El escándalo de las dos mil mamografías con diagnóstico de cribado dudoso guardadas en los cajones informáticos del SAS supone un aumento brusco del calor aplicado a la olla sanitaria en la que las y los andaluces nos cocemos lentamente. Una onda térmica de indignación se propaga en Andalucía. Decenas de miles de mujeres ya no se fían del sistema público. Las que puedan tocarán a las puertas de la privada creyendo que las tratarán mejor cuando en realidad quedarán atrapadas en una tela de araña sin más interés que el beneficio como ya ocurre en los EE.UU. Las que no, sumarán a la indignación, el miedo.
Para mayor agravio a Andalucía, la empresa a la que se le tienen contratados los cribados para prevenir el cáncer de mama tiene su sede social en Madrid. De este modo, el dinero público, fruto del trabajo del pueblo andaluz, acaba reflejado en la contabilidad de Isabel Díaz Ayuso. Es un ejemplo idóneo para demostrar que el PIB que se produce en Andalucía acaba imputado en la contabilidad madrileña, como si aquí nos tocásemos la barriga mientras una empresa, cuyos beneficios imputa en Madrid, analiza las tetas de las andaluzas.
Fue Esperanza Aguirre, compañera del señor Moreno Bonilla, la que popularizó el término mamandurrias para atacar subsidios y subvenciones dirigidos a la población más necesitada o a entidades sin ánimo de lucro dedicadas al bien común. En realidad, las mamandurrias son las ingentes cantidades de dinero, procedente del esfuerzo de la clase trabajadora y del expolio de los servicios públicos, que se dirigen a grupos empresariales a los que la protección de lo común les importa cero, el mismo cero que al partido gobernante en Andalucía.
Las declaraciones pidiendo perdón del presidente andaluz y anunciando parches verbales, para los que los colectivos sanitarios ya han dicho que no disponen de medios ni materiales ni humanos para aplicarlos, y las de la consejera de Salud, Rocío Hernández, "no es que las mujeres estuvieran desatendidas o que haya habido retrasos es que es verdad que no estábamos informando", pretenden bajar la temperatura de la olla para que nos sigamos cociendo lentamente hasta que ya no tenga remedio.
El gobierno del señor Moreno Bonilla prende seguir concediendo mamandurrias para sus futuras puertas giratorias y las de sus familiares. Cuando el presidente andaluz y las voces del Partido Popular afirman que la inversión en sanidad andaluza no ha parado de crecer en relación a años anteriores, lo que están diciendo es que no han parado de aumentar las mamandurrias a empresas radicadas en otros territorios del estado que no son el andaluz. Los riesgos de la salud andaluza, simbolizado estos días en el riesgo de agravar el cáncer de mama de las mujeres andaluzas, son, sin duda, las mamandurrias de Partido Popular. Las movilizaciones son todavía muy pequeñas para la gravedad del problema que tenemos encima.