Pues sí, la verdad es que añoro sacar los toros de fuego. Lo mejor de hacerte toro por una noche es ver cómo la gente huye mientras tú te diviertes embistiendo rodeado de una nube de humo y fuego. Una vez vi a una pareja que corría delante cogidos de la mano y me fui para ellos. De pronto, ella se cayó en la cuneta y el novio salió huyendo dejándola atrás. La anécdota más sonada de cuando los sacábamos mi hermano Miguel y yo fue la vez que el alcalde quiso sacar un toro. Le dijimos que sí, claro. El problema fue que tropezó y rodó por el suelo delante de todo el mundo. Aquello dio hasta para hacer coplas de la murga.

Antes que nosotros sacaba los toros uno que le dicen el Reloj, creo. Luego, la delegada de fiestas mayores le ofreció a Miguel sacarlos y como nosotros nos metemos en todos los líos, aceptamos. No sé si nos pagaban dos o tres mil pesetas. Lo que pasó después es que hubo chavalotes que se ofrecieron a hacerlo de forma voluntaria y otro que fue a protestar al ayuntamiento porque él quería sacarlos, pero cobrando. En fin, a nosotros nos daba igual y nos retiramos. Yo no lo hacía por dinero, sino porque me gustaba.

Cuando llegaba el domingo por la noche nos íbamos mi Miguel y yo a la feria con una bolsa y un mono dentro. Le pedíamos a algún bar que nos la guardara hasta la hora de los toros. Y allí estábamos los dos después de los fuegos artificiales con los monos y el caparazón preparados para hacer correr a la chavalería. No sé si se lo pasaban mejor ellos que nosotros. Todos los años la gente de Pirulí que se apiñaba en una señal de tráfico a ver quién aguantaba más las embestidas de los toros y al último en huir le pagaban la convidá. Una vez se me metió en la cabeza no dejar ni uno agarrado a la señal, así que me empleé a fondo con ellos. Pero no conseguí quitar de allí al dueño del Pirulí, con un cubalibre en la mano que daba vueltas tan tranquilo alrededor de la señal. Al final, no sólo lo convidaron, sino que salió de allí en hombros.

Uno que sale todos los años vestido de torero es un hijo del Navajilla, al que siempre le digo que por lo menos alguna vez debería cambiar de traje de luces. Él se divierte así. Sale, le dos pases al toro y echa a correr. Todos los años hace lo mismo y se divierte. Eso lo veo bien, lo que no está tan bien es que los chavales se acerquen al toro para quitarle los petardos. Se agolpan alrededor y un año hubo que poner a uno de la empresa que monta la fiesta a espantar a los chavales. Todos los años había alguno con pequeñas quemaduras. Otro año se incendió el toldo de una vivienda y yo mismo, el único año que salí a correr fuera del toro, me quemé un jersey que iba estrenando.

Sacar los toros se fuego es muy cansado, no porque el armazón pese, que no pesa, sino porque tienes que ir corriendo y respirando mucho humo. El truco pare medio respirar es levantar el caparazón de vez en cuando para que salga el humo. Eso también sirve para ver a la gente y elegir tu próxima víctima. Te fijas en uno o una que tenga cara de asustado y te vas para él. Mientras más corres más se divierte la gente. De tanto que corre, hay gente que ya está en la feria cuando el toro no ha hecho más que salir del colegio. A mí me reconocían por los pies y gritaban ¡cuidado que ése es Manolo Margarito! Y corrían que se las pelaban.

Debajo del toro sólo puedes ver dos metros por delante de tus pies, así que hay que saberse bien el recorrido y los obstáculos porque si no, te pasa lo que al alcalde, que te vas al suelo. El recorrido es corto, pero lo tienes que hacer varias veces porque son seis toros. Seis toros, seis, como ponen en los carteles de las corridas. Cada uno va quemando los petardos que tiene fijados y cuando se apagan todos tienes que volver al colegio Santo Tomás, que es de donde salimos, a cambiar de toro. Y vuelta a empezar. Al final de la noche acabas destrozado de correr.

Un año sorprendimos a la gente cambiando el sitio de salida. Metimos un toro en una furgoneta aparcada en la carretera, al lado del taller de motos de Sebastián. Cuando la gente estaba esperando que saliera el sexto toro del colegio Santo Tomás, les salimos por la espalda desde la feria. ¡No veas cómo corría con la sorpresa de encontrarse al toro por detrás!

Aunque me he divertido a todas horas, a mí lo que más me gusta son las mañanas de feria. Soy mayor para apuntarme a las carreras de sacos, pero me apunto. Y a las carreras de cinta en bicicleta. A la petanca, a torear la vaquilla cuando han puesto plaza de toros. Los Margarito nos apuntamos hasta a un bombardeo. Es una lástima que las mañanas de feria estén perdiendo peso. Lo que hay está bien, pero creo que deberían organizar más actividades por las mañanas. A ver si el año que viene es posible.