El mundo rural contra el mundo rural. La gente de los pueblos educa a sus hijos para que huyan a la ciudad. Es lo que critica Paco Casero. Habría que poner en valor las ventajas de vida en los pueblos. Incansable, entusiasta, militante, consciente, luchador. Así es Paco Casero, ex líder del Sindicato de Obreros del Campo (SOC), impulsor y ex dirigente del movimiento ecologista andaluz, ex emigrante en Menorca, ex empleado de Hispano Olivetti. Ex de casi todo y de todo activista. Es difícil encontrar a un "ex" con 73 años y que siga tan activo como el marchenero Paco Casero. Esta entrevista fue acordada en Sevilla durante la reciente manifestación en defensa de la sanidad pública. ¿Dónde hacer la entrevista mejor que en Fuentes? Y a Fuentes ha venido Paco Casero a recordar que hace ahora 50 años estuvo aquí para conocer de primera mano la expulsión de los colonos del castillo de la Monclova, que recuerda con detalle.

Pregunta.- ¿Cómo fue aquella visita a Fuentes en 1972?

Respuesta.- Fue dura porque se estaba cometiendo una injusticia muy grave con la expulsión de los colonos por parte del duque del Infantado. Todavía recuerdo a uno de Fuentes que le llamaban el relojero, muy crítico. También conocí entonces a Eugenio Villalobos, que trabajaba en la farmacia de la calle Lora y que luego perteneció al Grapo. Después he vuelto algunas veces y siempre he sentido admiración hacia Fuentes por su conciencia y su activismo político. Marchena era más conservadora, mientras que Fuentes destacaba por ser el municipio más rojo de toda la comarca.

P.- ¿Cómo nace esa vocación reivindicativa?

R.- No lo sé, la lucha por la mejora de las condiciones de vida va conmigo desde siempre. Fíjate que con 10 años fui presidente de una asociación infantil de Marchena. Mi madre decía que yo era diferente. Con doce años me fui a Menorca con la familia (padres y cuatro hijos) donde crecí y me integré completamente. Pero sentía una atracción fuerte por Andalucía, así que con 24 años me vine a Marchena un año a conocer mejor mi tierra y ver si podía quedarme. Antes de eso pasé diez meses en Barcelona, donde trabajé en tres empresas, una de ellas la Hispano Olivetti, y de las tres salí despedido por mi actividad sindical. Los sindicatos todavía eran ilegales.  

P.- Paco Casero es parte de la historia del movimiento sindical, pero también del ecologismo. ¿La gente te conoce más como sindicalista?

R.- Creo que sí, aunque aquella primera etapa fue más corta (de 1973 a 1983) que la segunda como fundador e impulsor del movimiento ecologista en Andalucía. Antes del SOC creamos las Comisiones Jornaleras. Dejé la secretaría general del SOC en 1984 porque entendí que hacía falta una alianza con los ecologistas y los pequeños agricultores, sobre todo para buscar un sistema productivo que no tuviera las contradicciones del actual. Creamos la Mesa de la Agricultura Ecológica y después el Comité Andaluz de Agricultura Ecológica, una entidad que da trabajo en este momento a 180 personas y es la mayor certificadora de agricultura ecológica de Europa, con más de dos millones de hectáreas certificadas. Ahora estamos con la Fundación Savia en la promoción de los valores y la defensa del entorno rural. Trabajamos para el desarrollo social, económico, patrimonial, paisajístico y cultural y mejorando la calidad de las personas que viven en él.

P.- Incansable.

R.- Ya he dado un paso al lado, aunque sigo muy activo. Hago cien mil kilómetros al año y estoy en todos los frentes y debates en los que pueda aportar algo. Mientras tenga salud voy a seguir peleando. Me considero un privilegiado por haber participado en todos los movimientos importantes de la reciente historia de Andalucía y de haberlo hecho sin ocupar ningún puesto político. Me ofrecieron ser Defensor del Pueblo, pero dije que yo estoy reñido con las ataduras de la política y que ese cargo iba a ser un motivo de enfrentamientos continuos. Así que propuse a Pepe Chamizo, que fue el mejor Defensor del Pueblo que ha tenido Andalucía.

P.- También rechazaste la medalla de Andalucía.

R.- Sí porque estoy en desacuerdo en el modo de elegir a las personas y en el olvido al que se tiene sometido al mundo rural. Estoy en contra de la discriminación que sufre el mundo rural. Fuentes, en ese sentido, era un ejemplo de rebeldía contra esa discriminación porque reivindicaba para suprimir las carencia y cortar el éxodo de la emigración. Tenía conciencia clara y defendía los valores democráticos. Pueblos como Fuentes protagonizaron la ruptura andaluza con el pasado de la dictadura y sellaron la personalidad de Andalucía.

P.- Eso fue en el pasado. ¿Y Ahora?

R.- Ahora es un pueblo limpio y atractivo. ¿Es eso suficiente? No. Hay muchas necesidades. Estamos en una campiña muy fértil, pero a la que no se le saca el máximo provecho. Hay que buscar cultivos con mayores posibilidades, ofrecer mejores servicios a la población. Además, en el mundo rural se sigue formando a los jóvenes para que vayan a la universidad, pero no para que después vuelvan. La vida se proyecta hacia afuera, con lo que no hay futuro. En los pueblos, en Fuentes, hay futuro si somos capaces de recuperar la autoestima de lo rural, de poner en valor lo rural. Ahora parece que vivir en una ciudad conlleva un plus. Muchos profesionales que trabajan en los pueblos viven en Sevilla. Hace un tiempo trabajé con Almudena Vázquez, una joven veterinaria de Fuentes que eligió quedarse. Esos son los jóvenes y los valores que necesitan los pueblos.

P.- ¿Eso cómo se hace?

R.- Teniendo un modelo rural atractivo, moderno, que no tenemos. El modelo actual es autodestructivo, insostenible desde todos los puntos de vista. El mundo rural trabaja contra el mundo rural porque está supeditado al urbano. Sevilla es nuestra ciudad dominante, pese a que depende para todo del mundo rural. Lo necesita para la alimentación, la energía y el agua. Pero no devuelva al mundo rural nada de lo que toma de él. Por primera vez en la historia podemos aspirar a tener un sistema democrático de suministro eléctrico mediante el autoconsumo, pero eso requiere un cambio de mentalidad. Y eso sólo es posible si en pueblos como Fuentes se abre un debate que incite a la población a demandar ese cambio de modelo energético.

P.- ¿En la difícil coyuntura que tenemos, cuál es el futuro?

R.- Vivimos momentos delicados que requieren madurez y actitudes positivas. El capitalismo es cada vez más feroz, pese a que las grandes empresas del Ibex ganan ahora más que nunca. Ell año pasado ganaron 56.000 millones de euros. Pero siempre quieren más y más. El capitalismo feroz ha creado un discurso contra el pobre, no contra la pobreza. Así se explica el rechazo hacia los inmigrantes, una actitud hipócrita porque saben mejor que nadie que sin ellos el sistema productivo no funcionaría. Son los mismos que luego contratan a esos emigrantes, pero sin las mínimas condiciones de trabajo. Son los que se oponen a la subida del salario mínimo. Es mentira que los inmigrantes resten en la Seguridad Social y, en cambio, cualquiera que conozca el campo sabe que sin ellos no sería posible hacer las campañas de la fresa o la aceituna.

P.- El discurso del odio.

R.- El discurso del no a los emigrantes y del sí a la caza y los toros. Esos no ofrecen otra cosa al mundo rural. Caza y toros. De los 35 puntos del acuerdo de gobierno entre el PP, Ciudadanos y Vox para la Junta sólo hay dos referencias generales a la caza y a los toros. Ni una palabra del campo. Nada de defensa de las condiciones de vida en el mundo rural, ni un modelo sostenible para el campo, ni otra agricultura. Caza y toros, Pero todo el que tenga ojos en la cara sabe que el fin de los toros es cuestión de tiempo. Un famoso torero me lo decía tiempo atrás. Paco, antes lo primero que se llenaba era el tendido de sol y ahora lo primero que se vende es la sombra. Eso significa que ya no tenemos el apoyo popular. La derecha dice que hay que construir más pantanos y hay gente que se lo cree. ¿Dónde si no hay donde hacerlos? España es el país con más pantanos. El problema es que no llueve y que hay más regadíos del que puede sostener la lluvia que cae.

P.- El SOC fue uno de los artífices del tantas veces criticado PER. ¿Qué sientes ante esas críticas?

R.- El origen de esas críticas es la hipocresía de quienes saben que se necesita gente en el campo, pero no quiere saber cómo vive y de qué vive todo el año. El PER nació de la demanda de dignidad y derechos para los jornaleros. Y si esa vida digna no era posible con los recursos que ofrecía el propio campo, el estado debía asumir la responsabilidad de garantizarla. Porque en los pueblos hay trabajadores que necesitan el campo. El empleo comunitario ha hecho cosas positivas para el campo, como fue fijar la población al territorio y cortar el éxodo de la emigración o mejorar las infraestructuras y equipamientos de los pueblos. Claro que hay gente barriendo las calles con cargo al empleo comunitario, pero eso es una cantidad de dinero insignificante frente a los miles de millones de euros que emplea el estado para apoyar a los bancos o a las compañías eléctricas. Esos sí que se están forrando con tarifas eléctricas escandalosas. Aquí hay dos varas de medir y parece que nadie se enfrenta a quienes lucen cuello blanco.