A la hora de resumir la vida de Antonio Caro "Garbancito", se acabaría antes enumerando lo que no ha hecho. Interminable se hace contar todo lo que este singular fontaniego ha sido o hecho a lo largo de su dilatada vida. Tendero, taxista, imitador, propagandista, animador, radiofonista, empresario, presentador, director de banda de música, murguista... Un emprendedor, que se dice ahora, aunque en sus tiempos se le habría llamado de otra forma. Hasta payaso fue durante un tiempo en el espectáculo de la compañía de Emilio el Moro y Perlita de Huelva. Precisamente le pusieron el mote de Garbancito como consecuencia de haberse hecho cómico para echarse a correr mundo con Emilio el Moro. La novia que tenía entonces, despechada por haber sido dejada, recorrió tajos y tiendas preguntando, como en el cuento, "¿Garbancito, dónde estás?". Y Antonio ya nunca se pudo librar de su nuevo nombre.

Pequeño sí es Antonio, pero porque la estatura que le falta por arriba la tiene debajo de tierra en forma de raíces. Podría presumir de haber creado la primera banda de música de Fuentes, la emisora de radio, de haber sacado durante años los gigantes y cabezudos, de haber impulsado el carnaval, de tener las mejores imágenes y cintas de audio de la historia reciente de Fuentes... Pero no lo hace. Dice que de lo único que presume es de haber nacido en Fuentes, aunque desde hace 16 años viva en Marchena siguiendo la estela de sus hijos María del Mar y Pepe. Encarni se quedó en Fuentes. Garbancito, panciverde de adopción por circunstancias de la vida.

Para Garbancito no parece que pase el tiempo. A sus ochenta años sigue como siempre, hablador como él solo, negociador, dispuesto a enredar a quien se deje, siempre a pique de cerrar un trato, de acordar una transacción. Torbellino, culillo mal asiento, anárquico. Libre. Buena gente. "Me acuerdo mucho de Fuentes, si pudiera vender mi casa en Marchena no lo dudaría un minuto, volvería. Echo de menos a la gente, mi ambiente de toda la vida, la feria, el carnaval...".

Las paredes de la casa de Antonio en Marchena rezuman nostalgia, como de otras viviendas se filtra la humedad o el salitre. Pero no una nostalgia triste, sino entusiasta, activa. Que empuja hacia delante. No es una nostalgia en blanco y negro, paralizante, como tantas veces ocurre entre personas pesimistas, amargadas. En la nostalgia de Antonio predomina el colorido. En ella anida la alegría de atesorar tanta vida que ya no cabe entre la paredes del salón y se derrama por la salita, sube las escaleras al soberao donde están los equipos de Radio Fuentes, baja a la cochera donde duermen, sólo duermen, el Seat 600 de sus anuncios, las cabezas de sus gigantes y cabezudos, los tiovivos, las norias, la maqueta del cine de "La Mosquita", Mercedes López de Quesada...

Si las paredes de la casa rezuman nostalgia en forma de traje y sombrero de Pepe Marchena, de guitarra de Pepe Pachicha, si en cada cajón de la cómoda aguarda un micrófono de Radio Fuentes, el cerebro de Garbancito destila recuerdos alegres. Hechos, ocurrencias, anécdotas que vistas con el tamiz del tiempo adquieren tintes cómicos o increíbles. Como fue la creación, en 1977, de una banda de 20 músicos entre los que ni uno solo sabía música. Ni siquiera su director, Garbancito. Entre risas, recuerda que "a algunos trompetistas que desafinaban más de la cuenta les ponía un chicle en la boquilla cuando acompañábamos alguna procesión". Sin embargo, años después Antonio tuvo que dejar la dirección porque algunos músicos sabían más que el maestro. De aquella aventura surgieron magníficos interpretes, como el Cepo, Carito y Trapito y fue el germen de la banda actual.

Antonio Caro reconoce que ganó dinero. Aunque a veces le tocó perder. Unas veces vivió de su personaje y fue cómico, presentador, animador, imitador. Le fue bien la emisora de radio. Y el taxis, un Austin naranja en cuyos asientos traseros vieron la luz por primera vez tres fontaniegos cuyas madres no tuvieron tiempo de llegar al hospital. Y sobre todo, le fue bien con el Seiscientos. Con su megáfono ganó dinero atormentando día tras día los oídos de todos los vecinos de Fuentes.

Garbancito presume de guardar en sus anaqueles la historia de los últimos sesenta años de Fuentes. Tiene cientos de cintas de vídeo entre cuyos pliegues están esperando los abuelos, padres, hermanos, primos... de todo Fuentes. Y miles de cintas de audio de Radio Fuentes donde quedaron registradas las voces de centenares de fontaniegos y fontaniegas. Y Antonio se pregunta "¿Es lógico que yo tenga todo eso en mi casa, en vez de estar en un museo de Fuentes?". No lo es. Por eso, lo ofrece al ayuntamiento sin pedir nada a cambio.

Con todo, Garbancito ya tiene un lugar indeleble en la memoria de los fontaniegos gracias a su Seiscientos. Con él acudió a darle la bienvenida a Fuentes al mismísimo presidente del Gobierno de entonces, Adolfo Suárez, durante una de las primeras elecciones de la democracia. Garbancito tenía contratada la campaña electoral con el PCE de Sebastián Catalino y el Tío los Hierros, pero el candidato de UCD, Pepe Ramos, lo convenció para que estuviera con su Seiscientos al pie de la escalerilla, con la sintonía de su partido atronando en el megáfono, cuando Suárez bajara del helicóptero. El problema fue que los carteles de la UCD, mal pegados con fixo sobre los del PCE, volaron llevados por el ciclón levantado por las aspas del helicóptero y Adolfo Suárez se topó con una inesperada bienvenida a Fuentes otorgada por el PCE. Pepe Ramos lo quiso matar y hasta llegó a llamarlo Garbancito en su propia cara.

Si el Seiscientos hablara... Le falta poco, pero todavía no lo hace. Otra vez, en plena feria, las mulillas que debían sacar al toro de la plaza después de la estocada no llegaron. Y de nuevo tuvo que acudir al quite Garbancito, enganchar al animal por los cuernos al parachoques y darle la vuelta al ruedo, como mandaba la autoridad. Con sones de pasodoble.

Para despedirse, Antonio introduce la llave y pregunta ¿arrancará?. A la primera, como siempre ha hecho desde que andan juntos. Allá va, como siempre, Garbancito en su Seiscientos, su cartel anunciador, su megafonía. El mítico Seiscientos de Garbancito. ¡Qué grande, Garbancito!