No es sólo Gaza. No es sólo Israel. Somos todos nosotros, por acción o por omisión, los autores o cómplices del genocidio contra el pueblo palestino. La tragedia de Gaza, donde han sido masacrados hasta ahora más de 43.000 seres humanos, especialmente mujeres y niños, no hace otra cosa que ponernos delante un espejo que nos muestra lo que somos, lo que somos capaces de hacer con nuestro silencio culpable. Las imágenes de Gaza nos dicen cada día de qué pasta estamos hechos los seres humanos que habitamos el planeta Tierra. Los gazatíes son los que sufren en sus carnes el horror del genocidio, pero el dolor de sus imágenes nos devuelve el rostro de nuestra propia inhumanidad, de nuestra indiferencia. Lo mismo que las imágenes del holocausto perpetrado por los nazis reflejaban, además del dolor de sus víctimas, la dolosa complicidad de la sociedad alemana de mediados del siglo pasado.
¿Qué dice de nosotros el espejo de Gaza? Dice que pertenecemos a una especie básicamente egoísta, de cortas miras, acomodaticia, insensible, indiferente al dolor ajeno. Dice que preferimos mirar para otro lado antes de comprometer nuestro bienestar individual. ¿Seres humanos? No, gente que se ha desprendido del alma humana para volver a los peores tiempos del hombre lobo para el hombre. Cerca de cincuenta mil muertos y más de cien mil heridos han logrado de nosotros, en el mejor de los casos, mínimas manifestaciones de protesta. Indignación y rabia entre una minoría de personas conscientes y sensibles, sí, pero también la indiferencia de la mayoría y hasta la aprobación y el aplauso de un creciente sector social que no merecerían la consideración de seres humanos.
De esa indiferencia, cuando no aplauso, se sirven los gobiernos israelí, norteamericano para seguir adelante con la masacre. También la aprovechan los satélites europeos que miran para otra parte. Más culpables somos los ciudadanos cuanto más democráticos son los países en los que vivimos. No tenemos derecho ni siquiera a escudarnos en la excusa de la impotencia frente a la opresión de una dictadura. No olvidemos que en las democracias los gobiernos hacen lo que sus ciudadanos y ciudadanas demandan o consienten. Podemos argüir que los europeos no queremos el holocausto de Gaza, pero lo consentimos en la medida en que no estamos siendo capaces de obligar a nuestros gobiernos a tomar medidas más contundentes contra Israel.
La historia nos juzgará porque lo de Palestina no es una guerra como la llaman los agresores tratando de justificar lo injustificable, sino una matanza despiadada de personas, un exterminio planeado a sangre fría. El setenta por ciento de las víctimas son mujeres y niños. Nadie debe albergar la menor duda de que la historia será implacable con nuestro comportamiento. Porque, más tarde o más temprano, la historia siempre dicta sentencias. Habrá culpables de crímenes de lesa humanidad por acción, que serán sin duda los gobiernos asesinos de Israel y EE.UU., y culpables por omisión, que serán primero el pueblo israelí en su conjunto, los gobiernos de todo el mundo, especialmente los de Europa que pudiendo hacer no hicieron nada para evitar el crimen, y por último, también seremos condenados los ciudadanos de los países que no fueron capaces de impedir la masacre.