Los pósitos eran graneros, principalmente de trigo. Su objeto era abastecer de pan al público, especialmente en las épocas de carestía. También trataban de prestar grano a los labradores, tanto para la siembra como para el consumo en los meses de mayor escasez, librándolos así de caer en manos de la usura. Con el préstamo, el pequeño labrador podía suplir las carencias de una mala cosecha o la compra de todo lo necesario para la próxima. O bien comprar nuevas tierras o sanear las rentas. A los vecinos necesitados se les hacían préstamos desde mediados de abril hasta la cosecha, normalmente en agosto.

Felipe II, en una pragmática de 15 de Mayo de 1584, estableció la primera reglamentación oficial de estos establecimientos, disponiendo que su dinero se guardase en un arca con tres llaves y el trigo en un depósito con dos llaves. En 1792 existían en España 5.249 pósitos municipales. A partir de esa fecha se reitera lo de las tres llaves para el dinero y se exigen también tres llaves para el depósito de grano, llaves que debían estar en poder del alcalde, de un regidor y del depositario.

Siempre ha existido la picaresca y, en este caso, era bastante común el que algunos ganasen la voluntad de los interventores para sacar cantidades de grano con que negociar, por cuenta propia o ajena. Otros ponían en juego malas artes o la intriga hasta conseguir su entrada en el ayuntamiento y el manejo de los caudales del pósito durante el tiempo de su mandato y así repartir los granos y prestamos entre familiares, amigos y compradores, sin acordarse de los pobres que carecían de semillas para continuar sus labores y de dinero para comprarlas.

El 23 de enero de 1906 se crea la delegación regia y el reglamento para el funcionamiento de los pósitos, pasando a depender del ministerio de Fomento. El organismo autónomo de servicio de pósitos fue definitivamente suprimido por la ley de presupuestos generales para 1985. Una disposición de la ley 49/1998, de 30 de diciembre, derogó definitivamente de ley de 23 de enero de 1906, autorizando al ministerio de Agricultura para establecer el cauce reglamentario adecuado por el que, en un periodo transitorio de dos años, se regularice la situación de los pósitos, cuyo “capital paralizado” se encuentra depositado en el Banco de España.

Pósito de Fuentes

La preocupación por mantener y conservar el edificio del pósito va a ser una constante permanente entre los capitulares de la villa. No se puede olvidar la importancia de esta institución en la vida económica de la villa, prestando trigo a los agricultores o dándolo a los panaderos a fin de evitar en lo posible las hambrunas que en aquellos tiempos azotaban periódicamente las tierras del reino de Sevilla. Por ello, a finales del Siglo XVI, en 1597, el cabildo acordó comprar unas casas en la calle Mayor para construir en ella la carnicería, la pescadería y el pósito. El fin era evitar el tener que arrendar cámaras y graneros en las casas de los vecinos y subsanar los perjuicios que esta situación acarreaba, tanto en la custodia del trigo como en su conservación perfecta para el consumo y/o la siembra, alejándolo de las enfermedades y plagas.

Hacia mediados del siglo XVIII, en 1736, el cabildo adoptó la resolución de ampliar las cámaras del pósito y para ello acordó comprar una casa que lindaba con él y que pertenecía al convento de San Juan de Dios de la ciudad de Écija por un valor de 1.100 reales de vellón, que se obtendrían del arrendamiento de las tierras de las Siete Encinillas. Para reconocer el edificio, que amenazaba ruina y estaba en muy malas condiciones para albergar el trigo, se les pidió a los alarifes locales que lo visiten y diesen su parecer sobre el estado y la intervención que necesitaba a fin de ponerlo en las condiciones más óptimas para su cometido. A este reconocimiento acudió, entre otros, el  maestro alarife Juan Ruiz Florindo.

Al año siguiente, una de las 3 piezas que componían los graneros del pósito, concretamente la situada encima del matadero, se había hundido y las que estaban sobre la carnicería necesitaban muchas reparaciones para poder recoger el trigo. Por ello se acordó hacerles los arreglos oportunos, pero, viendo que la reparación del matadero iba a ser muy costosa y además, como estaba en el centro de la villa, era muy peligroso a la hora de traer las reses que se tenían que sacrificar para el abasto de las carnicerías, se tomó la decisión de hacer uno nuevo al final de la calle Mayor, junto a la huerta, encargándole la obra a Juan Ruiz Florindo. Para sufragar los gastos se tomaron los maravedís producidos por el arbitrio de 150 fanegas de tierra de las Siete Encinillas, así como los 24.000 ladrillos que dicho arbitrio poseía y que estaban en poder del concejo.

Al no tener edificio propio, el pósito ha de arrendar 13 o más cámaras a los vecinos de la villa y ello supone unas pérdidas para la institución: unos 1.600 reales de alquilar, la pérdida de varias fanegas de trigo por las humedades y agua de lluvia que le afectan, valor de las llaves, candados y demás útiles usados en la seguridad del mismo. Todo lo cual supone unas 20 o 30 fanegas de trigo de pérdidas anuales. En el cabildo del 25 de mayo de 1746 se toma el acuerdo, una vez que se ha obtenido la licencia oportuna del asistente de la ciudad de Sevilla, juez privativo de los pósitos de este reinado y tener en las arcas del depositario del pósito unos 70.000 reales de las diferentes ventas de trigo, de encargar a Jerónimo Moreno, maestro de albañilería y a Bartolomé Naranjo, maestro de carpintería, reconozcan el sitio donde se ha de formar dicho pósito, con una cabida de 15.000 fanegas de trigo y declaren las circunstancias que ha de tener su formación: grosor de los cimientos y su fondo y el de las paredes, materiales que se han de usar, opinión de si la cubierta ha de hacerse con bóveda o con cuarterones, los cañones que ha de tener la techumbre, las maderas necesarias para sus puertas y otros lugares, herraje que se necesitar y demás circunstancias que tengan por conveniente exponer para mayor conservación y seguridad del caudal del dicho pósito. Con esta decisión se va a hacer el edificio del pósito para que pueda servir para todo el trigo que la villa necesita y centralizar su gestión permitiendo que el diputado y el depositario del mismo puedan realizar una vigilancia más exhaustiva de los caudales que en él hay.

Como todas las obras no son eternas y están sometidas al deterioro conforme pasa el tiempo por ellas, en el 1790, 44 años después de haber sido construido, el edificio tiene que ser sometido a una nueva intervención, consistente en la restauración del pósito y de la carnicería debido a una “raja que había abierto el cielo raso del cañón que está a la derecha de la entrada de dicho pósito y pared que cae al corral de la carnicería” por la que se introducía agua y se mandó hacer un reconocimiento del estado a Alonso Ruiz Florindo de Carmona. Tras el reconocimiento oportuno, practicadas las necesarias diligencias ante el superintendente general de pósito de Madrid, se realizó la obra de reparación, dándole el estado en que hoy está, tanto al echadero del pósito como a la carnicería y reformándose el granero alto, importando dicha obra 82.546 reales y 31 maravedís.

Tras su remodelación se le dio el aspecto actual. Su fachada posee una decoración de grandes pilastras con elementos toscanos realizados en ladrillo y pintados de rojo, que destacan sobre la superficie lisa y blanca del resto del edificio. Posee un friso con una inscripción y rematada por elementos restaurados recientemente. Asimismo hay un escudo de armas del rey con dos castillos y dos leones y una placa que dice “ Se hizo esta obra siendo corregidor de la villa el licenciado  Miguel de Padilla Infante y se construyó por el maestro Alonso Ruiz Florindo de Carmona, Año MDCCXC”.

El vestíbulo se cubre con bóveda nerviada confluyendo los nervios en un pilar central. A principios del siglo XX el edificio fue destinado a escuela de enseñanza primaria y en los años de la sublevación del ejército contra la II República fue destinado a cárcel para albergar a los fontaniegos y fontaniegas que fueron apresados y muchos de ellos condenados a muerte por sus ideas progresistas y republicanas.

Después de la guerra civil, hacia los años 50, estuvo destinado a ser la sede del colegio libre adoptado, donde se impartían clases de bachillerato y posteriormente de forma intermitente albergó clases de enseñanza primaria dependientes del colegio Santo Tomás de Aquino. Actualmente en el edificio funciona el hogar del pensionista