Una vez charlé con un tipo al que le pregunté si era creyente. Me respondió que por un lado sí y por otro no. Estaba a favor y también en contra de la Semana Santa. Le pregunté si era de derechas o de izquierdas y me dijo que sí, pero que no, que dependía. Luego añadió que era más bien de centro, pero sin comprometerse. Siempre me he preguntado qué será eso del centro político ¿Se pueden defender los derechos de los empresarios y los de los trabajadores al mismo tiempo?¿Se puede ser neoliberal y socialdemócrata al mismo tiempo? ¿Se puede querer privatizar la sanidad defendiendo lo público? Esto de sí y no también, tiene que ver más que con contradicciones, con esquizofrenias y/o bipolaridades. A este espacio mental gris se le llama neutralidad y se asocia siempre con cosas positivas. No puedo dejar de pensar en el político Gundisalvo, aquel personaje de Antonio Mingote, que era liberal, conservador, cristianodemócrata y progresista. Vamos, todo un neutral.

Yo no me meto, yo no me meto, dicen muchos. Es ventajista y muy cómodo ponerse de perfil cuando hay que decantarse por algo. Los neutrales se sienten investidos de una especie de razón suprema, que les lleva a estar por encima del bien y del mal, a salvo de toda lluvia. Ellos no se mojan nunca. Los que dicen ser “apolíticos”, (como si eso fuera posible, como si la política no formase parte de nosotros desde que nacemos) preguntan: ¿Quiénes hemos ganado las elecciones, los de derechas o los de izquierdas? Siempre que me encuentro con un apolítico sospecho que es alguien de derechas que no ha salido del armario. Alguien al que le avergüenza reconocer su ideología ¿Cuántos apolíticos votarán a la ultraderecha en las próximas elecciones?

La cultura de “ni chicha ni limoná” hace mucho que conquistó países enteros. A la cabeza de la neutralidad nacional se encuentra Suiza. Es tan neutral que se quedó con el dinero de miles de judíos asesinados por los nazis, alegando que no les constaba nada de nada, que si algún superviviente quisiera retirar sus fondos tendría que aportar una documentación inexistente. Es tan neutral que es cómplice de todos los delincuentes de cuello blanco, de todos los dictadores que, robando, robando, dejan a sus pueblos en los huesos. Suiza es la gran lavandería del mundo. Eso sí, totalmente neutral.

El dinero no es neutral, siempre tiene dueño. Neutralidad y rapiña van asociadas en muchos casos. No hablo de las sociedades que han decidido ser pacíficas y se lo pueden permitir. Pienso en Costa Rica, que abolió el ejército y, además de ahorrarse una lana, se ha librado numerosos golpes de estado ¿Cuántos limbos jurídicos, cuántos paraísos neutrales del robo descarado hay en el mundo? ¿Cuántos mini países han sustituido la exportación de plátanos por la importación de dinero sucio?

El gris, marengo o perla, el beige, el celeste o el rosa son colores suavemente indefinidos, pero la tibieza suele esconder maldades. Desconfío de la gente que sonríe todo el tiempo mientras habla. Suelen hacerlo para neutralizar las crueldades que pregona. Parece que al enseñar los piños se edulcoran los ladridos. A nadie tiene por qué gustarle el fútbol (a mí que me registren) pero no se puede ir a favor del árbitro. Los neutrales nunca pierden, siempre se apuntan al éxito de los que se comprometen con lo que creen que es justo y luchan para conseguirlo. Muchos de ellos no votan nunca, lo que les deja la posibilidad de decirles a todos que se equivocaron al hacerlo, votaran lo que votasen.

Creen no tener responsabilidad, olvidando que no hacer nada es hacer algo por omisión. La historia está llena de versiones diferentes de Don Tancredo. Personas que no hicieron nada, ni bueno ni malo. Es como si no comprometerse con nada fuese un síntoma de madurez e inteligencia. Es  un síntoma, sí, pero de egoísmo y cobardía.

Corren malos tiempos. Los acomodados, los neutros, los equidistantes no pueden seguir sentados esperando que otros se la jueguen por ellos. Si todo el mundo hubiese sido neutral aún seríamos homínidos decidiendo si bajarnos del árbol o no. Entre el blanco y negro hay y debe haber muchos grises. Son los matices los que consiguen acercarnos a la verdad. Entre extremos, podría parecer que la virtud habita en el centro, en el gris puro. Pero no es así. Los cero grados centígrados no se debaten entre el frío o el calor, son una rasca que pela.

Yo admiro a la gente que se la juega, a los que no se conforman, a las personas de las que se ríe la gente pero no andan calientes. Es el compromiso social el que hace que crezca la hierba donde antes había montañas de hormigón. La neutralidad es la nada y nada se avanza con la nada.