La primera vez que vi a alguien beber agua de una bolsita de plástico fue en el trayecto Bissau-Bafatá. Y no me pareció muy higiénico, la verdad. No entendía por qué casi todos preferían beber de ahí y no de una botella “en condiciones”. Hasta que Egas me lo aclaró en mi primer almuerzo guineano: “Muchas personas aquí no podían permitirse pagar botellas, así que comenzaron a vender el agua en ese formato, con menos costes de producción y, por tanto, más asequible. Así todos pueden permitirse estar hidratados”. La lógica es aplastante.

El hecho de que todas las bolsas estén tiradas por las calles es otra cuestión. En Bafatá no hay servicios de limpieza, no hay contenedores, prácticamente no hay papeleras. Es desolador, puesto que lo que más atrae de Bafatá a quienes han crecido en ciudades y pueblos urbanizados es la fusión de la vida humana y la naturaleza. Qué menos que cuidar el entorno en el que viven. Si algo impresionó a Rugui y Fatumata, las dos chicas de la radio que fueron a Sevilla en septiembre para recibir formación periodística, fue lo limpias que estaban las calles. Rugui, de hecho, hará el viernes un programa especial sobre las diferencias entre Sevilla y Bafatá en cuanto a la limpieza y el medio ambiente. “En Bissau sí, pero en Bafatá no hay ni un contenedor. La gente va haciendo montones de basura en sus calles para después quemarlos”, asegura Rugui. Tal y como ella lo ve, es la juventud la que debe movilizarse para hacer que cambien las cosas: “Son pocos los jóvenes que trabajan, la mayoría se dedica a estar de fiesta siempre. Se quejan de cómo vivimos, pero no hacen nada por cambiarlo”.

Son las 17:00 y la radio está tranquila, hasta que aparece Egas para avisar sobre la llegada a la radio de un colectivo de mujeres agricultoras, a las que se hará entrega de unos sobres con semillas de diferentes frutas y verduras para que sean cultivadas en sus huertas. La donación viene de parte de Periodistas Solidarios, que construyó hace unos años una moto bomba que les permite regar sus plantaciones sin necesidad de usar cubos de agua que ellas mismas acarrean sobre sus cabezas.
“Estamos muy agradecidas a Periodistas Solidarios. Antes de la moto bomba, nos levantábamos a las cinco de la mañana, íbamos al río y llenábamos de agua con un cacito unos barreños que colocábamos sobre nuestras cabezas. Después, los transportábamos hasta la huerta, teníamos que dar varios viajes”, afirma una de las satisfechas agricultoras.

Mientras tanto, Egas dialoga con las mujeres y me traduce simultáneamente. Me pide que les dedique unas palabras y yo solo puedo expresar mi admiración hacia ellas y todas las mujeres de Guinea Bissau, que sostienen la carga de la familia, la casa y el trabajo, y, sin embargo, deben mantenerse un paso por detrás del marido.
Mientras Egas traduce, muchas de ellas asienten, como si supieran lo injusto de su realidad pero no pudieran hacer nada. Todas ellas, tan bien vestidas, tan alegres, pero, a la vez, tan aparentemente cansadas… Cuenta Egas que, además, muchas de ellas deben compartir casa con otras esposas de sus maridos: “No solo las musulmanas, hay otras religiones tradicionales de Guinea que permiten que el marido tenga hasta cinco esposas”.

Según narra Egas, primero en castellano y después en criollo, se han dado casos de asesinatos a maridos polígamos a manos de alguno de sus hijos o esposa. Las mujeres asienten y sueltan una sonrisa pícara en señal de confirmación. “Cuando un hombre tiene varias esposas, él es quien tiene el poder, hasta que uno de sus hijos se hace mayor y quiere arrebatárselo. A veces, este hijo, con su madre como cómplice, asesina al padre”, cuenta Egas. Aunque no es lo común, asegura, pasa a veces. Curiosa costumbre.

Guinea Bissau es predominantemente socialista. Se debe a la memoria que aún perdura sobre las ayudas económica, militar y política que la URSS prestó al país durante años. Fueron sus aliados para conseguir la independencia en 1974. Muchos guineanos fueron a estudiar a Cuba y cientos de rusos y cubanos han pasado por Guinea para prestar servicios sanitarios.

“Se dice que Guinea Bissau es de izquierdas, pero te digo que no. La mayoría de los partidos son de extrema derecha. Solo les preocupa mantener a los grandes empresarios contentos, no trabajan por los que menos tienen”, desgrana Egas, militante del partido Frepasna. Por esta proximidad política del país africano con Rusia, su posicionamiento oficial y, al parecer, social, con respecto a la guerra en Ucrania es de apoyo a los rusos. En uno de mis almuerzos, pude escuchar el discurso de barra de bar de un hombre trajeado, con reloj de oro, que, según Egas, es el “mayor empresario de Bafatá, dueño de varios bancos”. El hombre de negocios defendía la legitimidad de la entrada de los rusos en Ucrania, ya que, según éste, les pertenece: “Ucrania siempre ha formado parte de Rusia. Además, prometieron a Rusia que no intentarían formar parte de la OTAN, y lo incumplieron, es justo que Rusia reclame lo que es suyo”.

Ha pasado ya una semana desde que viajé en el tiempo y toca lavarse el pelo a la antigua usanza. Con un cubo y un cazo paso diez minutos de reloj con la cabeza gancha. Mientras batallo con el champú, llega Egas. Quiere llevarme a uno de los mercados de Bafatá. Una vez entras en el mercado todo se vuelve de color. No hay calles, solo pequeños espacios entre los cientos de puestos de madera. La sensación es casi claustrofóbica. Se hace imposible andar si no es de uno en uno. Los techos también están cubiertos de madera, todo rústico. Incluso los acerados son asientos para las vendedoras.

De nuevo, solo se ven cabelleras largas y trenzadas, nada de hombres ni vendiendo ni comprando. Egas me va detallando el nombre y las características de cada uno de los productos que vemos. Algunas niñas permanecen junto a las vendedoras, como si estuvieran aprendiendo su futuro oficio. Al cruzar una avenida y adentrarnos en otro mercado me alcanza cierto olor a patata podrida. Es momentáneo. Atravesando unas estrechas calles llenas de comercios donde mi acompañante parece conocer a todo el mundo, llegamos al mercado donde Periodistas Solidarios construyó un baño público. Entre la nave que conforma el mercado y los servicios públicos, una gran montaña de basura desluce el entorno. Es una de las reclamaciones de las mujeres del mercado: no trabajar codo con codo con los desperdicios. En cambio, no es una problemática de fácil solución en una ciudad que no cuenta con personal de limpieza en sus calles. Una nunca acaba de conocer del todo este lugar. Cada día me hablan de nuevos e impresionantes sitios para visitar en la región bafatense. No sé si 45 días serán suficientes.