En Sevilla, en Fuentes y en otros muchos lugares basta con decir sor Ángela para saber de quién se habla. La popularidad de esta santa sevillana rompe moldes, sobrepasando los límites de católicos practicantes o asiduos y conocedores de la obra y el carisma que ejerce la Compañía de las Hermanas de la Cruz, una congregación religiosa fundada en la Sevilla de 1875 por Angelita Guerrero González y el padre José Torres Padilla.

Este nuevo instituto religioso fue creciendo rápidamente y un ejército de seguidoras se fue uniendo al proyecto de pobres, oración, penitencia y vivir en constante abnegación que había emprendido madre Angelita. Y así, pronto sobrepasaron los límites de la capital hispalense. Fue en 1904 cuando llegan las hermanas a Fuentes y abren la que sería su séptima casa, tras las fundaciones de la casa madre de Sevilla, Utrera, Ayamonte, Carmona, Villafranca de los Barros (Badajoz) y Arjona (Jaén). Era la primera fundación del siglo XX y se llevaba a cabo por iniciativa y con el apoyo económico de los bienhechores Fernando Armero Fernández de Peñaranda –hermano menor del General Armero– y su hija Dolores Armero Benjumea.

La inauguración oficial de la casa no tendría lugar hasta septiembre de 1904, comenzando años antes los trámites pertinentes. En 1900, sor Ángela solicitó al arzobispado de Sevilla que aprobara la nueva fundación y que concediera la ermita de San Francisco y sus dependencias adyacentes para instalar allí el nuevo cenobio, con idea de “fomentar la instrucción y educación moral y religiosa de niñas pobres y la asistencia y socorro de enfermos desvalidos”. Con anterioridad a esta misiva, la Hermandad de la Humildad, establecida en el citado templo de San Francisco, había acordado ceder el jardín para que se edificase en él la casa de las hermanas. El 23 de septiembre de hace ahora 120 años tendría lugar en la ermita de San Francisco la ceremonia de inauguración, en presencia de sor Ángela y, a partir de esta fecha, comienza una historia local de amor y entrega que tiene como cuartel general una casa en el Postigo.

Son los primeros años del siglo XX. Fuentes cuenta con una población cercana a los 7.000 habitantes, con una numerosa clase baja, mayoritariamente jornaleros. Es el estrato social más desprotegido, con unas condiciones de vida infrahumanas y verdaderos problemas para subsistir. Pero ahí estuvieron siempre las hermanas. Recibiendo con una mano para repartir con la otra, acudiendo siempre en auxilio del más necesitado. Son tiempos difíciles, donde hasta ellas mismas pasan en algunas ocasiones verdaderos problemas. Era un convento pobre. No tenían apenas de nada para vivir. Comenzaron en sus primeros meses auxiliando a enfermos y catequizando la vecindad, por todo el arrabal del Postigo. Poco después iniciaron clases para niñas, en tan precaria situación, que las aulas eran terrizas y las niñas hasta se tenían que llevar cada una su propia silla. Con limosnas consiguieron poner un suelo de madera, que evitara los continuos males y resfriados, tanto en las niñas como en las hermanas.

En repetidas ocasiones, sor Ángela visitó la casa de Fuentes a lo largo de su vida. Poco a poco fue viendo, con el paso de los años, cómo las hermanas iban edificando el resto del convento y las tareas y ocupaciones eran cada vez mayores. En estos primeros años todas las semanas se comunicaban por carta. En una de ellas, las hermanas acuden a sor Ángela haciéndole llegar su situación extrema, a lo que la madre general respondió: “Pongan ustedes gallinas y nosotras [en Sevilla], en vez de comprar los huevos en el mercado, se los compramos a ustedes. Así podrán obtener algo de dinero”. Era evidente que si el proyecto emprendido estaba dando frutos abundantes era porque estaba liderado por una persona con la suficiente capacidad moral e intelectual para ello, aunque para la propia sor Ángela todo era obra de Dios y ellas un mero instrumento. Y fue así, con hechos, como la popularidad y admiración hacía sor Ángela, las Hermanas de la Cruz y su apostolado se fue extendiendo entre propios y extraños.

En 1932, sor Ángela murió a los 86 años en loor de santidad, causando conmoción en Sevilla. Durante los tres días que su cuerpo estuvo expuesto a los fieles, miles de sevillanos de toda edad y condición acudieron a la capilla de las Hermanas de la Cruz a rendirle un último homenaje. El ayuntamiento republicano de la época acordó por unanimidad rotular con su nombre la calle Alcázares, en la que se ubica la casa generalicia de las Hermanas de la Cruz, siendo enterrada en la cripta del convento, gracias a una autorización del Gobierno porque las leyes de la República prohibían el enterramiento en templos y cenobios. A raíz de ahí, se inició el largo proceso para la causa de su santidad y, en 1982, el papa Juan Pablo II la declaró beata en una multitudinaria ceremonia celebrada en Sevilla. Lustros más tarde, en mayo de 2003, el mismo Pontífice proclamó su santidad proponiéndola como ejemplo cristiano de vida a seguir.

Pero Fuentes ya hacía mucho tiempo atrás que había reconocido su ejemplaridad. A los pocos años de su muerte, la calle Moral pasó a ser rotulada con el nombre de Sor Ángela de la Cruz y, tras su beatificación, se emprendió desde la cenobio fontaniego la iniciativa para la ejecución de una talla de la nueva beata, a tamaño real, que fue encargada al polifacético imaginero y orfebre Manuel Domínguez Rodríguez (Zalamea la Real, 1924-Sevilla, 2010) cuyo taller se encontraba en el compás del convento de Santa Clara de Sevilla. Un hecho que se hizo realidad en 1984, cuando la tarde del viernes 4 de mayo los fontaniegos admiraron por vez primera la nueva efigie, que fue bendecida en una ceremonia presidida por el entonces párroco, D. Ramón Díez de la Cortina y Consuegra, en la iglesia parroquial Santa María la Blanca.

Tras la eucaristía, se iniciaría una masiva procesión de camino hacia el convento de las propias Hermanas de la Cruz, organizada por la Hermandad de la Humildad y con el acompañamiento musical de la banda de Los Rosales, de cuyo hecho damos muestra gráfica con las fotografías que se reproducen. Fuentes siempre ha sido consciente de la labor de estas mujeres que todo lo dan por el prójimo. Siempre se ha sabido agradecer su buen hacer, se le ha reconocido y, en momentos de necesidad, también ellas han recibido la ayuda del pueblo. Muchos son los momentos en los que el Fuentes ha exteriorizado su devoción a Santa Ángela de la Cruz y su admiración por la obra de sus hijas espirituales, las Hermanas de la Cruz.