Arranca un nuevo curso escolar y es buen momento para mirar atrás para saber cómo eran y qué ha cambiado en el sistema educativo. Si las escuelas de hoy tienen poco que ver con las de hace cuarenta o cincuenta años, mucho menos se parecen a las del siglo XVIII. Veamos cómo era su contexto y el caso concreto de Fuentes.

En la sociedad del Antiguo Régimen la enseñanza era privilegio de unos pocos. El porcentaje de analfabetismo era altísimo, llegando a ser superior al 90% de la población. En este siglo se propagaron por Europa las ideas ilustradas, por lo que se conoce como “el siglo de las luces”. La característica esencial del pensamiento ilustrado era una ilimitada confianza en la razón por la que ni la autoridad, ni la tradición, ni la revelación podían sustituirla, rechazando por tanto el engaño y la superstición. Los ilustrados creían que los hombres, guiados por su inteligencia, podrían alcanzar el conocimiento que era la base de la felicidad. Por ello eran firmes partidarios de la educación y del progreso, ya que el enriquecimiento del saber y el progreso mejorarían las condiciones de vida de los seres humanos.

En España, la difusión de las nuevas ideas ilustradas fue lenta y difícil, produciéndose un retraso con respecto al resto de los países europeos. Esto fue debido a la ausencia de amplios grupos de burgueses, al aniquilamiento y conservadurismo de los medios intelectuales universitarios, al enorme peso de la iglesia  en la sociedad española y a  la inexistencia de clases medias formadas y capaces de entender las nuevas teorías filosóficas que trataban de abrirse paso en la sociedad española.

A pesar de todo, encontramos en España una nueva generación de pensadores que abrazaron las ideas ilustradas y que criticaban el modelo social imperante en el siglo XVIII español. Feijoo, Campomanes, Cadalso, Jovellanos, Aranda, Olavide, Floridablanca, Capmany… intentan, aislados entre la indiferencia de la aristocracia y el clero y la ignorancia de las clases populares, hacer de la educación el objetivo prioritario en el que basar el cambio del país y convencidos de que sólo la elevación del nivel cultural podría sacar al  pueblo de su atraso. Lucharon contra las órdenes religiosas y contra los estamentos privilegiados y defendieron el establecimiento de una enseñanza útil y práctica, obligatoria en sus primeros niveles y extensiva a ambos sexos.

El ejemplo de la situación de la enseñanza podemos analizarla en el caso de Fuentes que, en el  S. XVIII, contaba con dos maestros de Primeras Letras y un Preceptor de Gramática.

Los dos primeros se dedicaban a que los niños deletreasen el abecedario y las sílabas, empleando para ello métodos pedagógicos atrasados y bárbaros, muy en boga entonces. El profesor Torres y Villarroel nos da la versión de su aprendizaje: “a los cinco años me pusieron mis padres la cartilla en la mano y, con ella, me clavaron en el corazón el miedo al maestro, el horror a la escuela, el susto continuado de los azotes y demás angustias que la buena crianza tiene establecidas contra los inocentes muchachos. Pagué en las nalgas el saber leer y con muchos sopapos y palmetas el saber escribir”.

El segundo se encargaba de preparar a los alumnos para que llegasen a la Universidad y, por ello, necesitaba de una mayor profundidad de conocimientos y una adecuada pedagogía que era impuesta por los poderes locales y llena de connotaciones religiosas, debido a la gran influencia de la iglesia en el desarrollo de la vida social y local.

Esto lo podemos ver con motivo de la elección del Preceptor de Gramática en la villa de Fuentes el día 15 de mayo de 1736. Al haber fallecido Juan Toro, que era el Preceptor de Gramática de la villa desde su nombramiento el 5 de Marzo de 1735, se procede a elegir uno nuevo. El Preceptor fallecido había sustituido en el cargo a Antonio González, que había ejercido también dicha profesión en la villa de Marchena y al que se le había asignado un sueldo de 50 ducados al año y un haza de 8 fanegas para su explotación, a cambio debía dar estudios a los pobres que presentarían las correspondientes cédulas de pobreza.

Para ocupar el cargo se presentan dos candidatos. Nicolás González de Lara, vecino de Carmona y Juan Clavijo, vecino de Lora y clérigo de menores. Para elegir al candidato más idóneo se establece un tribunal que los ha de examinar para ver sus cualidades docentes. Este mini tribunal estaba compuesto por personas consideradas cultas en la villa: Andrés de Vargas, beneficiado de la villa y comisario del Santo Oficio de la Inquisición; el reverendo padre rector del convento de la Orden Descalza de Nuestra Señora de la Merced, Fray Juan de los Reyes y Francisco Tomás Páez y Castro, cura de la villa. (Vemos que todos los miembros pertenecen al clero local, lo que nos da idea de la influencia de la Iglesia en el aspecto de la enseñanza).

Tras el examen oportuno y las deliberaciones necesarias se elige para preceptor de Gramática de la villa a Juan Clavijo. (También clérigo de menores). Para el desarrollo de la enseñanza le proponen unas normas que debía cumplir, por lo que se eliminaba por completo la llamada libertad de cátedra para el profesor y además estaban imbuidas de un contenido religioso como se podrá ver más adelante:

1º.- El Preceptor ha de usar los cuadernillos impresos de Santo Tomás o San Hermenegildo de Sevilla, desterrando todo manuscrito. (Así se evitaba la posible influencia de otras tendencias filosóficas, sobre todo ilustradas, que ya se estaban desarrollando en el país)
2º.- Para construir frases ha de usar fábulas de San Jerónimo, Cicerón, el Breviario o el Concilio y para los silabistas (a los que están aprendiendo a leer mediante sílabas) debe utilizar la Pasión de Nuestro Señor, reducida a verso por el Padre Fray Isidoro López en Sevilla y no otros que son muy dificultosos y que la juventud no entiende (se ve claramente la influencia de la religión en la enseñanza)  
3º.- No debe recibir en su clase al que no sabe leer ni escribir competentemente, ni pasar de clase a clase al que no estuviese habilitado ( El propio Preceptor era competente por si solo para decir quien había alcanzado las competencias gramaticales para pasar a otro grado)
4º.- Se ha de quitar las “pasadas” (que llaman) de noche (Los alumnos no deben repasar en sus casas las lecciones, es decir, traducido a nuestro lenguaje actual, los alumnos no deben llevar tareas a sus casas)  porque solamente sirve de oración. Para relajación de los niños bastan 6 horas al día de ejercicio según la variedad de los tiempos, con las vacaciones y asuetos impuestos
5º.- Debe vigilar sobre que sus discípulos oigan misa todos los días y frecuenten los sacramentos al mes, señalando apuntadores de faltas y castigándoles como se practica en dichos colegios, imponiendo penas al Preceptor por la infracción de este método (Se puede ver marcada claramente la influencia clerical de los tres componentes de tribunal examinador, todos ellos pertenecientes al sector de clérigos)  

Y firmaron el acta de examen, incluyendo la coletilla de “ Así lo sentimos, salvo meliore” en Fuentes  a 15 de Mayo de 1736.