Hoy empieza todo. Así se llama la película de Bertand Tavernier que he vuelto a ver por quinta o sexta vez. Me preguntaréis a qué viene hablar ahora de una película de 1999. No  importa que pase el tiempo por ella. Conserva la actualidad de las obras maestras, hechas con el corazón. Su belleza casi te aplasta, te emociona y te hace mejor. La forma de mover la cámara es magistral, los momentos dónde capta  los rostros de los niños y niñas es verdaderamente emocionante.

Es cine social, con actores y actrices profesionales y otros tomados del medio educativo. Nos cuenta la vida de una escuela infantil en el norte de Francia, pero podría ser de cualquier lugar. Los problemas que trata son los que vemos cada día, no pasan, no se solucionan. Es más, diría que se van agravando conforme pasan los años.
La película es un canto a la escuela pública en peligro cada día un poco más, un homenaje a las personas golpeadas por el sistema, olvidadas, sin solución de mejorar porque están dentro de un círculo infernal del que es casi imposible salir.

La película nos va narrando cómo ante los problemas reales de las familias los políticos responden con indiferencia y “proyectos” irreales que nadan tiene que ver con lo que pasa cada día. No buscan soluciones, sino sólo salir en la prensa, en las rede sociales diríamos hoy, empujando a muchos en brazos de la ultraderecha. La burocracia no soluciona, al contrario entorpece, la lucha diaria de unas verdaderas maestras y un director de escuela que sufren como suyos los problemas familiares del alumnado.

Pero no todo es pesimismo. La historia de Daniel Lefebvre, el director de la escuela, y su pareja, es de las que te hacen creer en el verdadero amor. Tavernier nos brinda una esperanza que hace sonreír con el corazón. Pues eso, hay que ver una y otra vez "Hoy empieza todo". No me canso de decirlo, para seguir creyendo en la educación, en la escuela pública y en los verdaderos maestros y maestras.