Hoy se me ha roto el día por la mitad. Cuando me disponía a disfrutar de las delicias del almuerzo, una llamada telefónica truncó mis esperanzas de bienestar y todo se volvió rabia y dolor; mi Hermano Blanco nos ha dejado para siempre.

Hermano por el cariño mutuo que nos teníamos, blanco por sus preferencias futboleras. Sólo conocí en Antonio la virtud del amor por los demás y el deseo de ayudar a todo el que lo necesitara. Para él no había hora, día ni lugar que fuera obstáculo para ejercer las virtudes de un maestro a tiempo completo y más allá.

Cuando hablábamos de nuestras jubilaciones siempre encontraba alguna excusa para retrasarla y cuando ya decidió retirarse del magisterio activo, prolongó su labor de manera totalmente altruista para ayudar a escolares que se iban rezagando en sus desarrollos curriculares. Más de una vez me pidió prestados libros para buscar ejercicios porque los dos impartíamos la misma asignatura.

Y si fue bueno como maestro, fue mejor aún como persona. Jamás le oí hablar mal de nadie, ni siquiera de aquellos de quienes me consta que ocasionalmente no le trataron todo lo bien que se merecía. Pero se nos ha ido venciéndolos porque a todos les repartió su bonhomía, aunque de no por todos fue correspondido de la misma manera.

Adiós, Antonio, ya no estás entre nosotros, pero siempre estarás con nosotros. Con tu ejemplo de vida nos has dejado un listón muy alto, por lo que siempre te llevaremos en nuestro recuerdo y en nuestro corazón.

P.D. Antonio, sé que algunas expresiones que constan en este recordatorio te molestarían, pero yo me niego a obviarlas porque son reales, aunque no sean políticamente correctas (la hipocresía nunca habitó en nuestros corazones). Cuando me las contabas me hacían recordar situaciones similares vividas por mí. Te pido perdón a ti y sólo a ti y te prometo que quedarán entre nosotros dos.

Tu Hermano Verde.