El Fuentes hubo una vez una hermandad de hombres con boína. La boína fuera de Andalucía se dice y escribe sin tilde en la i. En Andalucía la i de la boína es más importante que en España y se pronuncia boiiiina. En el País Vasco la llaman txapela, pero eso tampoco viene a cuento aquí. Lo que viene a cuento es que hubo un tiempo en el que Fuentes contó con una hermandad formada por los hombres con boína. Me la ha traído a la memoria el cierre de la ferretería de Benjamín, al que podríamos nombrar gran maestro de la hermandad de los "boínados". Hombre de pelo blanco, Benjamín era el hombre de la boína por antonomasia. Podría decirse que Benjamín, por tener, tenía hasta boína.

No estaba Benjamín solo, ni mucho menos, porque los hombres de su época gustaban de cubrirse la cabeza, la mayoría de ellos con gorra o sombrero. Pero había quienes elegían la boína. Podemos deducir que lo hacían por el frío de Fuentes en los inviernos de mediados del siglo pasado. Sería entonces la cofradía de los frioleros de Fuentes. Que sepamos, poco más que la boína tenían en común aquellos hombres de la boína, que se saltaban la regla general del sombrero de ala ancha o la muy castiza gorra de rayas blancas y grises. Que sepamos, porque es posible que su hermandad fuese secreta y que sus miembros se identificaran entre ellos a partir de la boína sobre la cabeza. Lástima que no haya quedado una fotografía de Benjamín con boína.

Benjamín

La boína nadie sabe cómo ni cuándo llegó a Fuentes, pero sí que se instaló por largo tiempo como prenda fundamental en las cabezas de algunos fontaniegos sesudos. Tal vez por eso, por sesudo y fiable, a Benjamín acudían bastantes mayetes a que les hiciera las cuentas de las pipas que habían cogido aquel año. De toda la vida han sido famosas las calculadoras de papel de Benjamín, como luego lo fueron las de su sobrino Aurelio, más rápido sumando que una IBM. Si el ferretero decía que el mayete tenía derecho a cobrar 21.000 duros por las pipas, de ahí no se movía el mayete ni a palos. Benjamín dice de 21.000 duros y eso va a misa. De números andaban cortitos los mayetes de entonces, pero de cuentas han sabido siempre más que siete.

No había hombre más castizo que Manolito el Andonda con una boína y un puro entre el pulgar y el corazón de la mano izquierda. Porque el puro había que saber llevarlo, igual que la boína, bien calada, sin excesiva inclinación a la derecha. Manolito el Andonda, que paraba y dormitaba en la posada de Paco España, trabajó de panadero con la Tránsito de la calle Mayor, panadería que estaba frente a la heladería de los valencianos. Como ahora, esta heladería solamente abría la temporada de verano. Buen negocio hacían a la salida del cine Avenida, cuando la velá del Carmen y la feria.

Cuando bebía un poco, siempre decía en voz alta ¡Andondaaaaaa! Manolito el Andonda era muy cervecero, solterón, vestido siempre como un auténtico panadero, pantalón negro y camiseta blanca. En invierno lucía chaqueta de color oscuro y, por supuesto, inseparablemente pegado a su boína negra. Una vez jubilado vivió siempre en la posada de Paco España y murió en un incendio que se produjo en esa misma fonda. En Fuentes no era la boina una prenda de abrigo, sino más bien una seña de identidad, una forma de señalarse, de subrayarse incluso, aunque la mayoría de sus portadores no destacaran precisamente por sus ganas de resaltar sobre el común. Viniendo la boína de donde venía -Francia y País Vasco- más bien podría interpretarse como un símbolo de avance, de modernidad, aunque con el tiempo esa prenda quedó como un anacronismo castizo.

Bicicleta como las que vendía Benjamín

Castiza era la boína y castiza la tienda de Benjamin en la Carrera. Tenía de todo. Mucho antes de que los chinos inventaran el bazar chino, Benjamín ya ejercía de chino. En su tienda no se podía dar un paso sin tropezar con una columna de cubos, un manojo de escobas o un bote de pintura, que hacía él combinando tintes de colores. Con todo, lo mejor de la tienda de Benjamín eran las bicicletas Orbea que colgaban del techo como si aquel bazar fuera un árbol de Navidad pensado para extasiar a los niños de la época. ¡Qué bicicletas más buenas vendía Benjamín! La más bonita de todas era la Orbea azul, con sus frenos de varilla y sus yantas relucientes como la plata. Un poco grandes para los chavales que entonces teníamos doce o trece años, aunque soñáramos con darle Carrera arriba metiendo una pierna por debajo de la barra.

Benjamín era un trabajador incansable. Vivía por y para su tienda. Escasamente salía a la calle. Era un hombre de pelo blanco, siempre vestido de azul, con pantalones de rayas y botas. Los domingos estaba en su tienda, apostado detrás de la puerta cerrada y, si llegaba algún cliente pegando dos golpes en la puerta, Benjamín siempre abría. Esa costumbre también era de su colega Paco la Ana, en la tienda de comestibles del Postigo. Ambos estaban solteros y eran dos tenderos del mismo corte, o parecido. No había dos hombres más parecidos en todo Fuentes que Benjamín y Paco la Ana, siempre al pie del cañón. Disfrutaban juntando dinero, aunque uno llevara boína y el otro no. Es probable que formaran parte de otra cofradía de Fuentes, ésta nada secreta.

La cofradía de los hombres con boína tenía como miembro a José el Bambo, dueño de una tiendecita de alimentación en el barrio de la Rana. Hombre que destacaba, además por ir tocado con el peculiar sombrero, por su extrema amabilidad con el público. Cortaba el género más derecho que una vela. Curioso en su trabajo y destacado boinero de Fuentes fue también Marsi el albañil. Trabajó en el bar Herradura y con los Atienza haciendo obras notables. El padre del Marsi del cerro, que se llamaba Andrés, también llevaba boina y era albañil. Le trabajó mucho a Salud la de Maudilio, una señora pobre y muy singular en la plaza abajo. La lista de los hombres con boína debe incluir también a los herreros de la calle Calvario, los hermanos Cochoba. Cristóbal y Diego usaban boína, el primero de ellos más alto y serio que el segundo, pero muy parecidos de talante.

Diego era muy carnavalero y le gustaba mucho vestirse de máscara. Tenía mucha gracia carnavalera y aún se recuerda su intervención vestido de mujer un domingo del carnaval de 1981 "ancá" Pepe Gómez. Los antiguos herreros de la Alameda, el Cachete y el Mollete, se enseñaron en esta herrería de los Cochoba y luego formaron cerca de la Alameda la herrería "León y Moreno". Otro boinero fue el pescadero que vendía en la plaza, padre de Diego Trapito, un albañil muy medidor y que hizo el arco de la Feria como su principal obra de arte. No hay que olvidar en esta relación a Paco "Puro", acomodador del cine Avenida hombre de boina en cabeza, al que de vez en cuando se le desviaba el foco de la linterna para dar de lleno en la fila de las parejas, a las que enfadaba sobremanera.

Paco "Puro" cerraba las puertas del cine al comenzar la proyección y los respiraderos que tenía la sala en todo lo alto, que eran unas puertecitas de madera que con una soga tiraba hacia abajo. Era el que ponía orden en la sala. Su hermano, padre de José Antonio "el hijo de la Pepa la Eugenia", afamado albañil en Fuentes en la actualidad, también llevaba boina. Completaba la nómina de boineros un carnicero de La Campana que venía a descuartizar cochinos a las casas, al que llamaban "el Martos", hombre alto que casi siempre vestía de oscuro y con lucía boína.

En la foto vemos a José González "Perrojato" en la rifa del cochino de la feria.

La primera vez que se hizo la rifa fue en el año 1870, que ofreció el cochino y seis fanegas de trigo. También la hermandad de la Soledad, antes de la fusión con la del Santo Entierro en 1985, llegó a rifar, aunque sin continuidad, una mula o dos gallos en diferentes ediciones de la fiesta. En la imagen el hermano mayor Manuel Herce "Manolo Millán", con corbata, y en pie, José González "Perrojato". Sentado, Miguel Cantero sobre la mesa.

Arriba, Joaquín Álvarez Moreno "El Pichurro" y su mujer Rosario Álvarez. Otra forma de ganarse la vida vendiendo comestibles en el campo, en los núcleos diseminados en donde habitaba gente que no podía venir todos los días a la plaza de abastos.

Ramón Rodríguez Urbán "el Chico la Gallina". Era abuelo de nuestro popular Francisco Rodríguez de Asís, hombre muy generoso y con una gran afición a nuestro Facebook. Y el "Juanera". Imagen de arriba, fechada en 27 de marzo de 1965, ya en la plaza Nueva. De izquierda a derecha, Ramón Rodríguez Urban, "el Chico de la Gallina", muy parecidisimo a su hijo Manuel Rodríguez Flores, que fue carnicero en la plaza, con su puesto de carne de cochino, que conocíamos como "el de la Niña Morillo", a continuación José Mírame, guarda de la plaza, "El Juanera", Manolo López Muela y Paco Flores "el Mojero". Al fondo, en el puesto, la mujer de Paco "el Mojero".