Estos dos años han cambiado el paradigma y no siempre a mejor. Nos quedamos expectantes a bandos municipales donde antes había intriga alrededor de la máquina esa de pegar puñetazos que ponen al lado de los coches locos. Las noticias de contagios vuelan como los rumores de cuántos toros de fuego cerrarán este año la feria. Tinder es hoy, un Congreso Internacional de turroneros.

Desde mi trono de viejoven apelo a que todo vuelva a ser como era. Me quedo antes con el acierto de una escopetilla de plomo que con el de una PCR. Hay más nobleza en la resaca que en un político. Me fío antes de ese cartel que te asegura “sólo primeras marcas”, que de ese lema tan ohana acerca de lo mejor que saldremos de ésta.

Echo de menos al vaso de tubo. Al mojito aguachirriao. A la botellita de agua para entonarse. A esas camisas sudadas a lo Camacho. Él perdió un Mundial, lo nuestro son ya dos Fiestas de la Ermita.

Añoro aquellas historias de amor al compás de un bafle. Mucho se habla de París, ciudad del amor, y poco del romanticismo que se aguarda tras un remolque de Macrotrans. Me faltan esos petardos tirados por los shavales, haciendo del albero del recinto ferial, una especie de Afganistán para tu Yorkshire. Ese “ohh” al unísono cuando el de los cohetes hace la primera palmera. Las sístoles son más duraderas, cuando en Spotify pongo la playlist de “verbenas” o “Verano 201X”.

Me mantengo optimista pese a la decadencia de estas líneas. Me encomiendo a lo que otros ya denominaron como a la Santísima Trinidad de la Bolinga; Ibuprofeno, Omeprazol y Almax, esperando que llegue el vino que empuje esta tortilla de papas que tanto se nos está engollipando. A que el DJ nos cambie ya de canción, que ésta ya la tenemos muy vista, pare. Espero a esa canción verbenera, cuyo zumbido nos despierta y avisa de un nuevo día de feria. Estamos, por inercia, cada vez más cerca de aquellos años en los que tener la boca pastosa no era un síntoma de una enfermedad, precisamente. Que me permita el poeta manosear sus versos, para poder decir que mi corazón espera, y no en vano, otro milagro del verano.