Este pasado 18 de julio he asistido a un debate sobre los sucesos del pueblo murciano Torre Pacheco, donde partidos de ideas ultraderechas, muy próximas al fascismo y al nazismo, han protagonizado altercados bajo el lema “muerte al inmigrante”. Gente joven en su mayoría realizaba la protesta alentados por dirigentes del partido Vox. Nos vamos acercando aceleradamente a situaciones vividas en otros tiempos en los que las ideas no se defendían con argumentos sino con violencia. Ha vuelto a mi memoria lo estudiado sobre la interrupción de las libertades de los españoles impuesta por el golpe de estado del ejército contra la mayoría de los españoles. La II República fue la única forma del estado que nació del sentir del pueblo.

En circunstancias como las actuales conviene repasar la historia. Desde que los pueblos del suelo peninsular fueron unidos por el Imperio Romano, los habitantes hispanos han soportado diferentes formas de gobierno impuestas y sin participación ciudadana. Después de los romanos, los pueblos bárbaros impusieron la idea de la monarquía electiva, pero los electores eran las clases pudientes, nunca el pueblo participaba en la elección de sus reyes. Con la caída del reino visigodo a manos de los musulmanes, que extendieron su poder por todas las tierras hispanas, menos pequeños reductos en las montañas cántabras y pirenaicas, impusieron a sus habitantes el sistema de gobierno de una monarquía absoluta. Los Omeyas, creadores del Califato de Córdoba, fueron reyes absolutos que recibían el poder por herencia. El pueblo no participaba en el nombramiento de sus dirigentes porque el sistema se amparaba en un potente ejército que no sólo defendía sus fronteras frente a los ejércitos cristianos del norte, sino que imponía con mano férrea las directrices que emanaban de los poderes civiles y eclesiásticos, ya que el Califa era a la vez el jefe religioso de la comunidad.

Los nacientes reinos cristianos del norte, que iniciaron poco a poco la ocupación de los territorios limítrofes por medio de luchas contra el pueblo musulmán, en la llamada Reconquista, basaban su poder en la división de pueblo en estamentos y los que dominaban el poder y por tanto las decisiones legales fueron los individuos pertenecientes a la llamada clase noble, de la que salían los reyes, unas veces por herencia de sus padres y otras por elección o imposición por las armas y el victorioso era proclamado rey. La terminación de la llamada reconquista con  la toma del reino nazarí de Granada por los reyes católicos fue el inicio de la creación de una sola unidad política en los reinos cristianos y la aparición del término España para designar todos los territorios que pertenecían a la corona de Isabel y Fernando.

Los reyes de la dinastía de los Austria, llamados así por su pertenencia a la casa alemana de los Habsburgos, reinaron en España de una forma absoluta hasta la muerte sin descendencia de Carlos II. El pueblo, por tanto, seguía sin participar en las decisiones políticas y sociales. Era el gran olvidado de los gobernantes, que incluso podían disponer de sus haciendas y vida de una forma arbitraria. El pueblo pagaba sus impuestos religiosamente bajo la amenaza de expropiarles a la fuerza sus bienes y participaba como miembro en los ejércitos que estos reyes disponían por medio mundo para defender sus intereses.

La guerra de sucesión se produjo a la muerte del último rey de la casa de Austria y por haber tres candidatos a la corona española, reducido a dos por la muerte de Maximiliano de Baviera, y establecerse dos bloque europeos, cada uno a favor de su candidato. Esta guerra terminó con la Paz de Utrecht, que reconoció a Felipe de Borbón como rey de España, pero con la condición de renunciar a sus derechos al trono francés. A partir de estos hechos, la dinastía borbónica ha reinado en España con cortos periodos de tiempo de interrupción. El reinado de Amadeo de Saboya por abandono del trono de Isabel II, la I República española que se implantó por la abdicación del anterior rey. No encontraron un rey en Europa que quisiera hacerse cargo del trono español, pero sin participación del pueblo. La I República española fue interrumpida por la intervención del ejército y la vuelta al trono de los Borbones.

En el primer cuarto del Siglo XIX se produce otra intervención del ejército y Miguel Primo de Rivera instaura una dictadura con el propósito de regenerar la vida política y social del país. Con su exilio a Paris por haber perdido la confianza el rey y de sus apoyos, sobre todo del ejército, se produce una convocatoria de elecciones municipales, que servirán como una especie de referéndum entre los partidarios de la monarquía y de la república. Aunque en el conjunto de España ganan los monárquicos, en las grandes capitales del país lo hacen los republicanos. Por ello el rey abdica y se marcha al exilio. Se instaura la II República, que definía España como “una República de trabajadores, que se organizan en régimen de libertad y justicia y en la que todos los poderes emanan del pueblo”. Vemos que por primera vez en la historia el pueblo es el protagonista de su propio destino y que verá reconocido sus derechos y libertades en su Constitución, al igual que se reconoce el derecho al voto a las mujeres con las mismas atribuciones, derechos y libertades que los hombres.

Las diversas reformas emprendidas por los gobiernos de izquierda de la República, en todos los campos, económicos, sociales, culturales y religiosos, origina que surjan importantes grupos sociales en contra del Estado, grandes terratenientes, industriales, iglesia, sectores del ejército y grupos políticos cuya ideología era muy próxima al fascismo y nazismo de la época. A la larga, el ejército, apoyado por estos sectores, da un golpe de estado en África, que se extiende por media España, con lo que se produce la guerra civil española. Los sublevados contra la República y los republicanos, partidos de izquierda y sindicatos de clase defendiéndola. La victoria del ejército sublevado tras tres años de contienda supuso la vuelta a una férrea dictadura y por tanto la pérdida de los derechos, libertades y valores que defendía el sistema republicano.

El pueblo vuelve a sus orígenes históricos con la pérdida de todo lo conseguido. Sigue trabajando con salarios de hambre y perdiendo sus sindicatos, organismos de defensa de sus derechos laborales. Vuelve a años medievales donde eran siervos de sus señores. Ante ese peligro estamos en este momento histórico. La violencia solo conduce a la violencia. La falta de respeto a las ideas que no son las nuestras y la actitud violenta para defender las propias se está generalizando y fomentando por los llamados pseudo diarios informativos y por las redes sociales que actúan de propagadoras de esas ideas ultra que son cada día más seguidas por los jóvenes. Se están perdiendo día a día las enseñanzas que desde las familias, los centros educativos y otras instituciones se difunden entre los jóvenes, de libertad, de respeto a los derechos humanos y de humanidad al desprotegido.

Desde grupos políticos ultra, que recogen y hacen suyas ideas europeas, se está difundiendo la creencia de que los inmigrantes nos están quitando nuestros puestos de trabajo, que dicho sea de paso nadie del país quiere hacer, y crear un ambiente de rechazo hacia las personas que no son de nuestra cultura, lengua, religión y color de piel. Nuestra tarea es difundir la idea de la igualdad humana. Que no hay inmigrantes, pues todos los seres humanos vivimos en el mismo planeta Tierra, que todos tenemos el derecho de vivir donde nuestros ideales y necesidades se cumplan y que las fronteras son un invento del capitalismo, que tiene como ideal la ampliación de sus dineros y no la mejora de las condiciones de vida de los terrícolas.