Los fontaniegos que hemos superado el medio siglo de vida sabemos lo que era revolotear alrededor del matadero y del matarife. El matarife fue una figura cotidiana de mi infancia. La muerte de los animales nos atraía como un imán. Hoy parece una barbaridad, pero no lo era en aquellos tiempos. Todos los cochinos de Fuentes pasaban por el matadero municipal. El matarife los sacrificaba y el conserje con su carrillo de la carne los repartía por tiendas, bares, casas particulares o la plaza de abastos. En los años 60 y 70 había un conserje que se llamaba Francisco Oviedo. Su mujer se llamaba Justa y sus tres hijos eran Juan, Pepe y Francisco Miguel. Vivían del matadero y en el matadero, donde tenían su casa.

Muy temprano, cada mañana Francisco Oviedo se ocupaba de encender la caldera de leña para preparar el agua caliente. Era el que cargaba y descargaba los cochinos, además de limpiar el matadero. El el patio del matadero se acumulaba un montón de leña que se usaba para alimentar el fuego de la caldera del agua caliente necesaria para pelar las reses, corderos y cochinos sacrificados. El depósito tenía un grifo, por el cual salía el agua caliente. También servía el agua caliente para limpiar las tripas, llamados callos y aquellas sabrosas manitas de cerdo.

En aquellos año el matadero municipal de Fuentes tenía a Paco Caraballo como matarife, cuyo trabajo consistía en sacrificar los borregos, cochinos y terneras que después servirían para alimentar a todo Fuente. También los pelaba y les sacaba las tripas. Los cochinos eran sacrificados con cuchillos, luego se modernizaron y los mataban eléctricamente. En el mágico funeral del matadero, las piezas salían camino del marcado de abastos en un carrillo de color celeste, al cual iba enganchado un caballo blanco. Luego vino la mecanización y el tiro fue un tractor Ebro de color azul. Por último fue la asepsia de un furgón lo que vino a matar toda la magia que un día tuvo el matadero. Para matar el ganado bovino lo amarraban en una de las anillas que tenían ancladas en el suelo y le hincaban la puntilla igual que a los toros en la plaza.

El fiel del matadero era Juan Alejandre y se encargaba de pesar las carnes y de llevar el papeleo del ayuntamiento. Juan Alejandre fue el último fiel del matadero de Fuentes y murió en 1984. No hubo más fiel que Juan, que durante toda su vida trabajó sin vacaciones ni días de descanso y ni siquiera llegó a jubilarse nunca. Hombre cabal de la cabeza a los pies, murió en activo. La figura del fiel de los mataderos se ha perdido, lo mismo que la palabra que lo definía. El diccionario de la RAE define el fiel como el "empleado público que contrastaba pesos y medidas".

Juan Alejandre, último fiel de Fuentes

El matadero tenía como veterinarios a Francisco Cabrera y José Herrera, que se encargaban de examinar el estado de las carnes para certificar que eran aptas para el consumo humano. En el matadero mataban una serie de carniceros de Fuentes que tenían sus puestos en la plaza. Eran Ricardo, Fernando, Francisco Purifica. Éstos se encargaban del ovino y bovino. Años más tarde, cuando emigraron estos carniceros, fue Manuel Moreno, entonces joven carnicero, quien se hizo cargo del ovino y bovino. Manuel Moreno era conocido como Manolito la Mesesale.

Los carniceros de cochinos de la plaza que mataban en el matadero en aquellos años eran Manuel Domínguez, yerno de Concepción la Sillera; Sebastian Lora, conocido como "Sebastián el de Luna"; Manuel Rodríguez, conocido como "Manolo el de la Justita"; los hermanos Manuel y Francisco Moreno; Ángel de la Mare y José María Purifica. También mataban en este matadero carniceros que tenían establecimientos propios o un bar. Pepe Ramos era carnicero en el matadero y tenía su tienda en la carretera.

Imagen del interior de un matadero de la época

También estaba Antonio el Parro, por aquel entonces el carnicero más importante de Fuentes. Tenía carnicería en el bar de la Carrera, famosa por el secadero de jamones de su sótano. Eran muy celebrados sus salchichones y asaduras. En realidad, el carnicero de Antonio el Parro era Manuel Martínez "El Pollo", padre del actual alcalde. El carnicero particular de Antonio el Parro se encargaba de descuartizar los cochinos, sacar los jamones, hacer los salchichones y asaduras. El cebadero de cochinos de Antonio el Parro estaba en la calle Calderero.

La mayoría de carniceros secaban sus jamones en los soberaos y cuando en verano venían los fontaniegos que vivían en Cataluña se los vendían. Por aquella época los carniceros no vendían jamones enteros, sino al corte, porque no había en Fuentes quien tuviera la economía tan boyante para comprarlos. El matadero y la plaza de abastos fueron cerrados cuando dejaron de ser rentables dado que la refrigeración hizo innecesario matar todos los días. Antes, los carniceros de Fuentes mataban los lunes, miércoles y viernes.

En muchas casas de Fuentes en aquel entonces había zahurdas donde cebaban a los cochinos. Una vez criados los llevaban al matadero, se los traían a casa, donde el carnicero lo descuartizaba en una mesa. En casa teníamos fogón para calentar el agua, hacíamos los jamones, morcillas, chorizos, salchichones y asaduras. A continuación íbamos anca Pepe la Sal, a la calle Mayor a por la sal. En un cajón grande salábamos los tocinos y carnes. Los chorizos, morcillas y jamones eran colgados a secar en el soberao.