Una vez más, anoche volvimos al Castillo del Hierro. Anoche fue para disfrutar de un espectáculo clown, arte donde los personajes dan permiso para vivir, sin cortapisas, la libertad de crear un mundo, con frecuencia basado en el absurdo. La noche creó ese espacio mágico donde el público participa en la medida en que sólo lo saben hacer cuando se deja llevar por la libertad y la inocencia.

Espectáculo con mucho componente infantil. Gran parte del público lo era. Incluso los mayores. Porque de eso se trata: todas y todos llevamos dentro un niño o una niña, lo mismo que albergamos a un personaje de clown que, si le damos permiso, puede sacarnos a pasear por el mundo de la diversión. Somos entonces capaces de expresar un humor absurdo o una ironía, una paradoja, un juego de palabras o de manos. Diversión en la medida en que cada cual pueda dejar volar en su creatividad, su imaginación.

Esta noche hemos disfrutado con la compañía Ácana y su espectáculo Circurity. Con solo dos verdaderos artistas, mezclando números circenses y teatro, salpicados de un humor con reminiscencias de payasos. Payasos que nos han hecho reír hasta decir basta.

Y cuando creíamos que el espectáculo llegaba a su fin nos han hecho reír de nuevo con un mago capaz de exponer una forma libre de hacer reír, más cerca del payaso que de la magia. Y, por fin, el número de verdadero circo, el artista que lo da todo, el más difícil todavía.

Sólo queda decir que el calor de anoche fue más llevadero. Espectáculos como estos ponen de manifiesto que la cultura es más necesaria, si cabe, en tiempos de incertidumbre y desasosiego. Una cosa más: la publicidad de los actos culturales es, creo, insuficiente. Habría que promocional más la asistencia a las actuaciones culturales en Fuentes.