"Cuando ya era alcalde, Sebastián Catalino vino de viaje a Barcelona, donde nos encontramos y lógicamente charlamos un rato de cómo estaba Fuentes y de la situación política del país. Creo recordar que era 1980. También se vio con los hermanos Reina, que habían vivido enfrente de la estación de Fuentes. Paco Reina había sido amigo y tenía un bar en la Travesera de Gracia, de Barcelona. Paco había sido camarero de Manuel Catalina y, una vez en Barcelona, se casó con una catalana, peluquera. Un hermano de Paco, creo que se llamaba Manolo, trabajó en la barbería de Reparito en la Carrera, cerca de la calle las Flores. El otro hermano trabajó en el campo. Fuentes en 1980 daba pena verlo, todo el que podía emigraba y, el que no, se comía los mocos. Yo me fui en 1972 y no había vuelto hasta 1980, el mismo año que Sebastián visitó Barcelona. En los seis años transcurridos desde que me fui hasta que volví, Fuentes sólo había cambiado a peor".

En este capítulo de sus memorias, Paco Bejarano reflexiona sobre lo que sintió en su primer viaje de regreso a Fuentes después de seis años en Barcelona, el ambiente político de la transición y cómo reaccionó la sociedad española al golpe de estado del 23 de febrero de 1981 protagonizado por el teniente coronel Antonio Tejero, el teniente general Jaime Milans del Bosch y el general Alfonso Armada.

"Como todos los comunistas de la época, Sebastián estaba preocupado por la situación política general. Él había sido elegido alcalde en las elecciones municipales del 3 de abril de 1979, cuando nadie que tuviera actividad política podía estar tranquilo porque los ruidos de sables eran constantes. Vivíamos pendientes de los medios de comunicación, que en aquella época ya informaban con libertad. La derecha franquista seguía muy crecida y, aunque en 1978 se había aprobado la Constitución democrática, los rumores de movimientos involucionistas eran continuos. La amenaza golpista estaba en el aire. En Fuentes, el anterior alcalde democrático, José Ruiz, había sido asesinado por los golpistas en 1936. Eso lo tenía muy presente Sebastián que, sin embargo, no tuvo ninguna duda a la hora de presentarse a las primeras elecciones.

Volví a Fuentes en 1980 a llevar a mi suegra, que poco antes había venido a Barcelona y que no se integró. Decía que ella quería estar en la calle la Huerta y morirse en Fuentes. La acompañé y estuve pocos días en Fuentes, que no había cambiado nada o lo había hecho a peor. Trabajo no había ninguno y daba pena ver cómo se iban cerrando casas y sus habitantes salían con las maletas al hombro rumbo a tierras menos ingratas. La rabia y el dolor de ver el abandono en el que estaba Fuentes superaba con creces a la alegría de volver al pueblo y ver a la gente con la que te habías criado. Aproveché el viaje para hablar con los compañeros del partido. Te puedes imaginar la alegría que supuso la elección de los comunistas para dirigir el ayuntamiento, pero sabíamos la precariedad de medios que había y éramos conscientes de que la derecha no lo iba a poner fácil.

Poco después de aquel cruce de visitas, la de Sebastián Catalino a Barcelona y la mía a Fuentes, tuvo lugar el golpe de estado del 23 de febrero de 1981, protagonizado por una serie de mandos de la Guardia Civil y del ejército, entre los que destacaron Antonio Tejero, Jaime Miláns del Bosch y Alfonso Armada. En Fuentes también hubo movimiento golpista, según me contó entonces una mujer que fue testigo de lo ocurrido. Aquella misma noche del 23 de febrero, varios señoritos desempolvaron algunas armas y se juntaron con intención de ponerse a las órdenes de la Guardia Civil de Fuentes. Volvieron a lucir las pistolas. Fueron a la calle Mayor a hablar con José Luis de la Escalera para que encabezara la revuelta contra la democracia, pero en vez de encontrar su apoyo, José Luis los recibió diciéndoles que eran unos ignorantes, que esas cosas se resolvían en otros lugares y que marcharan a sus casas y dejaran de hacer el tonto.

Guardias civiles forcejean en el Congreso con el general Gutierrez Mellado

Lo único que los demócratas teníamos a favor era la capacidad de organización que habíamos alcanzado durante la clandestinidad y el respaldo popular. También las democracias occidentales jugaban en nuestro favor. La población estaba movilizada para conquistar las libertades. En contra teníamos a casi todos los poderes del estado, desde el ejército hasta la judicatura, pasando por una parte del empresariado. La excepción eran algunos sectores de la UCD, el partido fundado por Adolfo Suárez, pero incluso dentro de su organización había facciones claramente franquistas. En el seno del ejército había surgido un pequeño núcleo democrático llamado Unión Militar Democrática (UMD), cuyos miembros eran muy perseguidos.

La realidad era que sólo la movilización popular, liderada principalmente por el PCE, el PSOE y los sindicatos CCOO y UGT, podía salvar la democracia. ETA era un elemento retardatario porque sus continuos atentados avivaban los argumentos de la extrema derecha de los "Guerrilleros de Cristo Rey" y de "Fuerza Nueva", capitaneada por Blas Piñar. En noviembre de 1978 ya había habido un amago de golpe de estado a través de la "Operación Galaxia", a cuyo frente estaba el teniente coronel Antonio Tejero. Fue condenado a siete meses de cárcel y la levedad de la pena no hizo más que alentarlo a seguir con sus planes golpistas. En medio de la división interna de la UCD, en enero de 1981 Suárez tuvo que dimitir. Una parte de su partido puso rumbo a la derechista Alianza Popular de Manuel Fraga, más acorde con su ideario franquista. Las fuerzas más reaccionarias decidieron aprovechar el vacío de poder para dar el golpe de estado precisamente en el pleno de investidura de Leopoldo Calvo Sotelo como sustituto de Adolfo Suárez.

Al frente de unos 200 guardias civiles, a las 18:23h irrumpió Tejero en el Congreso pistola en mano gritando "¡quieto todo el mundo!". La sangre se heló en las venas de los españoles porque el pleno estaba siendo retransmitido en directo por TVE y casi todas las emisoras de radio del país. Ese fue el principal error de los golpistas: no tuvieron en cuenta el impacto de las imágenes en todo el mundo, especialmente en las cancillerías de los países europeos y de Estados Unidos. Los guardias civiles se apresuraron a arrestar a los cámaras de TVE y les ordenaron cortar la emisión, pero uno de ellos dejó su cámara encendida y los telespectadores pudimos ver y oír los disparos contra el techo del Congreso y el forcejeo de Tejero intentando derribar a Manuel Gutiérrrez Mellado, vicepresidente del Gobierno y general. Por lo tanto, superior a quien trataba de echarlo al suelo.

Manifestación del 27 de febrero de 1981 en Madrid

Es de sobra conocida la historia de aquel desgraciado intento de devolvernos a los días más terribles del pasado. Por fortuna, a pesar de los graves incidentes de Tejero en el Congreso y de Milans del Bosch con los tanques por las calles de Valencia, aquello fracasó y sus protagonistas acabaron en la cárcel. Yo me enteré de todo al salir de la obra en la que trabajaba en la calle Badal de Barcelona. No sentí miedo, sino mucha preocupación. Intuía que el golpe estaba abocado al fracaso porque iba en contra de la historia. ¿Con qué países iba a estar una España otra vez sumida en la dictadura? Aquello no podía ser obra más que de unos descerebrados, como se vio pocas horas después. Tejero y Miláns del Bosch fueron condenados a 30 años de cárcel y Alfonso Armada a 26 años.

La noche del golpe no me fui inmediatamente a casa, como hizo casi todo el mundo, sino a una reunión del partido convocada de urgencia en la casa particular de un compañero. Decidimos mantenernos en contacto e informados al minuto. Aquella noche, como millones de españoles, no pegué ojo escuchando la radio. Fue llamada la noche de los transistores. Íbamos de emisora en emisora buscando la última hora. Nuestras fichas de militantes del PSUC las guardó un compañero llamado Daniel en la casa de un hijo suyo por si el golpe triunfaba y nuestros nombres caían en manos de la policía política. El ambiente era de máxima tensión y nadie era capaz de saber de qué lado iba a inclinarse la balanza.

Finalmente, la democracia triunfó y cuatro día más tarde, el 27 de febrero, las ciudades de toda España protagonizaron masivas manifestaciones de apoyo a las libertades. Aquella intentona golpista se volvió en contra de sus protagonistas y de quienes les alentaban desde la sombra. Año y medio más tarde, el 28 de octubre de 1982, el PSOE ganó las elecciones generales por mayoría absoluta y la derechona y los sectores más retardatarios del ejército tuvieron que replegarse por mucho tiempo. El golpe había actuado como un revulsivo contra las posiciones franquista. Fue el carpetazo definitivo al miedo."