El Postigo es una encrucijada mágica donde se levanta una ermita asombrosa y donde, una vez al año, brota una feria fascinante. La atracción tiene nombre secundario, pero la fuerza de un útero creador de vida. El que le puso el nombre de Postigo (puerta trasera o puerta falsa) ignoraba que pasado el tiempo sería puerta primera y principal para mucha gente. Siente orgullo de terruño la gente que habita la encrucijada de las calles Cruz Verde y Humildad, y sus extensiones de Santa Ángela de la Cruz, San Francisco y Santa Catalina. Cuando alguien del Postigo emigra es pasto de la morriña. La república del Postigo, puerta del cielo, imprime carácter a quienes transitan sus misterios.

El crucero del Postigo se llama convento de San Francisco y en él moran desde 1900 las Hermanitas de la Cruz, religiosas dadas a la discreción y al callado cuido del prójimo. Tal vez la ermita pueda resultar extremadamente lejana -hasta ajena- para una parte de los fontaniegos, pero muchos la sienten tan cerca que tienen que mirarse dentro de sí mismos cuando quieren verla. Para adentro está la residencia de ancianos. Para afuera estuvo en otro tiempo el bar de Paco el del Postigo. Ermita y bar, bar y ermita, dentro y fuera, fuera y dentro de los vecinos del Postigo. Puerta principal y postigo trasero, postigo principal y puerta trasera de Fuentes. Campo de mil batallas infantiles. La puerta del cielo está en Fuentes y se llama Postigo.

De la ermita parte un camino, camino verde que va a la ermita, que allá en el firmamento traspasa las puertas del paraíso. Lo usan las Hermanitas de la Cruz y quienes parten de sus adentros, que no son otros que los votos de pobreza, penitencia, sacrificio y abnegación. La ermita es el templo de los sentimientos humildes, callados y serviciales. Hay en Fuentes iglesias mayores, no cabe duda, pero pocas más sentidas y arraigadas en el corazón de sus vecinos. El Cristo de la Humildad es el vecino por antonomasia del Postigo y hasta de todo Fuentes. Vecino sin ostentación, lejos de alardes ornamentales, sencillo, cotidiano. Cristo de andar por casa, en pantuflas casi, hogareño. Cristo sin oropeles, dispuesto a empujar la silla de ruedas en la que terminan de marchitarse las azucenas del camino verde que va de la ermita al cielo. Templo que expende cariño y acogimiento.

La congregación fue fundada por Santa Ángela de la Cruz para ayudar a los pobres y a los enfermos. Al principio se dedicaron a la educación, coincidiendo con la escuela de los Salesianos, y a la ayuda a domicilio. Hacían velas nocturnas para que descansaran los familiares de los enfermos. Han dado clases para enseñar a bordar, a escribir a máquina y a corte y confección. Habrá gente en Fuentes que se acuerde de la hermana Luna, que bordaba con las niñas mientras rezaban el rosario. En la actualidad son 9 monjas y 30 residentes, aunque su regla las obliga a cambiar de convento cada cada cinco o seis años. Entre esas treinta, hay residentes que no entregan la pensión completa y algunas aportan la muy escasa paga que les ha quedado por no haber cotizado. Las hermanas se ocupan del cuidado y el decoro de la ermita.

De la ermita recordamos todos los fontaniegos su "pulcritud" y que de ella salen el Señor de la Humildad y la Virgen de los Dolores, sacados en procesión la noche de Martes Santo, con todo el barrio del Postigo apiñado en la puerta. Los pasos, allá por la década de los setenta, eran montados por un carpintero de Fuentes que se llamaba Sebastián Carmona, hombre alto, con bigote, calvo, y entrado en carnes. El paso de la Humildad lo montaban adentrado en dos pilares, y el paso de la virgen justo a la derecha donde montaban el paso de la Humildad.

El hermano mayor era Manolo Millán o Manuel Herce, un comerciante que se dedicaba a comprar grano para luego venderlo. Vivía en el paseíto la Arena y era el hombre más amable de Fuentes. Todos los años cuando salía la Humildad por la puerta de la ermita, la paraba y decía "salud para todos y que al año que viene podamos verla salir tal como este año". Este hermano mayor, y como pequeñito homenaje, cuando hacía falta dinero para sacar la Humildad lo ponía de su bolsillo, pura pasión y devoción. Hermano muy representativo fue José Veneno, que tenía una tienda frente al cine Avenida. Este señor, vestido de nazareno, se ocupaba del buen orden en la procesión.

Por aquellas fechas los costaleros más representativos y asiduos eran Pilares, Javier el del borrico, Sebastián el alcalde, el Chaleco padre, de apellido Gil, y su hijo y Sacarrueas en el paso de la virgen. Por esta década de los 70, los costaleros cobraban 650 pesetas. También devotos que eran representativos en la puerta de la ermita y que no fallaban eran la Teresa y su hijo, de la calle San Francisco, Francisco Moreno, "Francisquito de la calle Mayor y Miguel Atienda y Dolores Mendez. Para dirigir el paso de la humildad, era por esta época "Manolo Perrojato", era famoso de la forma que dirigía el paso, tenía genio, tenía garra, sentía con devoción y pasión la Humildad.

El 2 de agosto de 1875, sor Ángela de la Cruz (María de los Ángeles Guerrero González) fundaba en Sevilla la Compañía de la Cruz. Poco a poco, la Compañía fue creciendo y pronto no hubo en toda Sevilla quién no conociera a las Hermanas de la Cruz. Sus vidas eran los pobres, la oración, la penitencia, el vivir en constante abnegación. Crecieron en número y empezaron a abrir casas en los pueblos. A Sor Ángela ya la conocían por todos lados y cariñosamente la llamaban Madre Angelita o simplemente Madre. En 1932, sor Ángela muere en Sevilla en loor de santidad. Mientras su cuerpo reposa y es venerado por los fieles. Desde aquel día su espíritu anda suelto. Ella sólo duerme, está viva. Sus manos son las manos de cualquier Hermana de la Cruz.

En 1982, el Papa Juan Pablo II la declara beata en una multitudinaria ceremonia celebrada en Sevilla y, en mayo de 2003, en Madrid, el mismo Pontífice proclama su santidad proponiéndola como ejemplo cristiano de vida a seguir. Hoy, la compañía cuenta con algo más de 700 hermanas, que desempeñan su labor en 54 casas, de las cuáles 37 están repartidas por Andalucía y el resto por otras partes de la península, Canarias, Roma y Argentina. Una de esas casas es la del Postigo de Fuentes. Las hermanas procuran ajustar en el tiempo presente sus pasos a las huellas que sor Ángela dejó.

Habían pasado 29 años desde la fundación de la compañía cuando llegaron a Fuentes para fundar la que sería su séptima casa, tras la casa madre de Sevilla, Utrera, Ayamonte, Carmona, Villafranca de los Barros (Badajoz) y Arjona (Jaén). Era la primera fundación del siglo XX y se llevaba a cabo por iniciativa y con el apoyo económico de Fernando Armero Fernández de Peñaranda y Dolores Armero Benjumea. La inauguración oficial de la casa no se llevaría a cabo hasta septiembre de 1904, comenzando años antes los trámites pertinentes.

El 24 de septiembre de 1900 sor Ángela solicitó al arzobispado de Sevilla que aprobara la nueva fundación y que concediera la ermita de San Francisco y sus dependencias adyacentes para instalar allí el nuevo cenobio, con idea de “fomentar la instrucción y educación moral y religiosa de niñas pobres y la asistencia y socorro de enfermos desvalidos”. Tras el informe favorable del párroco de la villa, Juan Bautista Jiménez Barros, fechado el 28 de septiembre de 1900, el prelado sevillano hizo cesión, cuatro días después, de la capilla y sus aledaños a la Compañía de la Cruz.

Con anterioridad a esta misiva, la reorganizada hermandad de la Humildad, residente en el citado templo de San Francisco, aprobó en el cabildo del 19 de septiembre del mismo año ceder el jardín para que se edificase la casa de las hermanas. La cofradía, que en el devenir de los siglos había contribuido al levantamiento de la ermita, había perdido el derecho de usufructo del citado edificio por carecer de existencia canónica al atravesar momentos de decadencia. A pesar de ello, seguía y siguió residiendo en la capilla. El 6 de octubre del referido año, la secretaría de cámara y gobierno del arzobispado de Sevilla notificó la cesión a sor Ángela, hermana mayor de la compañía de la Cruz, haciéndole saber que debían permitir la permanencia en el edificio de la cofradía y el desarrollo de sus cultos propios.

Las primeras hermanas llegan a Fuentes meses antes de la fundación, residiendo en el hospital de San Sebastián mientras se edifica la casa anexa a la ermita. Fueron cinco las primeras, y como superiora, la hermana Concepción. El 23 de septiembre tiene lugar en la ermita de San Francisco la ceremonia de inauguración, en presencia de sor Ángela y con sermón inaugural del padre Valencina. A partir de esta fecha, comienza una historia local de amor y entrega que tiene como cuartel general una casa en el Postigo. Son los primeros años del siglo XX.

Fuentes cuenta ya con una población cercana a los 7.000 habitantes, con una numerosa clase obrera, mayoritariamente jornaleros. Son el estrato social más desprotegido, con unas condiciones de vida infrahumanas y verdaderos problemas para subsistir. Pero ahí están siempre las hermanas, recibiendo con una mano para repartir con la otra, acudiendo siempre en auxilio del más necesitado. Son tiempos difíciles, donde hasta ellas mismas pasan en algunas ocasiones verdaderos problemas. Era un convento pobre. No tenían apenas de nada para vivir.

Comienzan las hermanas en sus primeros meses auxiliando a enfermos y catequizando a la vecindad, por todo el arrabal del Postigo. Poco después inician clases para niñas, en tan precaria situación, que las aulas eran terrizas y las niñas hasta se tenían que llevar cada una su propia silla. Con limosnas, consiguieron poner un suelo de madera, que evitara los continuos males y resfriados, tanto en las niñas como en las hermanas. En repetidas ocasiones, sor Ángela visita la casa de Fuentes a lo largo de su vida. Poco a poco va viendo, con el paso de los años, cómo las hermanas van edificando el resto del convento y las tareas son cada vez mayores. En los primeros años todas las semanas se comunicaban por carta con sor Ángela. En una de ellas, las hermanas acuden a ella haciéndole llegar su situación extrema, a lo que les contesta: “Pongan ustedes gallinas y nosotras [en Sevilla] en vez de comprar los huevos en el mercado, se los compramos a ustedes. Así podrán obtener algo de dinero”. Ella siempre tenía solución para cualquier problema.

Las primeras tareas desempeñadas por la comunidad fue la visita y cuidado de enfermos, la catequización del barrio y la puesta en funcionamiento de un internado para niñas huérfanas, así como clases a niñas externas. Estos módulos de enseñanza primaria, en una escuela pública muy precaria, durarían hasta la entrada en vigor de la Enseñanza General Básica, aprobada en 1970 y puesta en funcionamiento en enero de 1971. Al poco tiempo de su establecimiento en Fuentes pusieron en marcha el hospital de los transeúntes, que tuvo por finalidad la prestación de servicios sanitarios a los vecinos que no dispusieran de los recursos suficientes para contratar los servicios de un médico.

En la década de 1920 comenzó a funcionar la residencia de ancianas, cuya existencia se extiende hasta hoy, albergando en la actualidad a 30 personas. También impartían catequesis a los más pequeños y los preparaban para la comunión y, a los jóvenes, para recibir la confirmación. Clases de bordado, costura y otras labores, pidiendo limosna por las casas,... No paran. Todas cumplen con abnegación la tarea que se les han encomendado: unas cuidando enfermos, otras pidiendo limosna, en la cocina, limpiando, arreglando los patios, el convento, cosiendo,... son Martas y Marías y su vida religiosa es completa. Otro de los cometidos poco conocidos es el de amortajar a los muertos cuando la familia se lo pide.

Estas y otras muchas cosas, cosas buenas, en beneficio del prójimo. La casa como un aspe, todo limpio, con patios y corredores blancos de cal, con flores, con sabor añejo donde se respira paz. Una labor también de conservación y puesta en valor del patrimonio histórico artístico del pueblo. Postigo de Fuentes, puerta del cielo por el camino verde que va a la ermita.