En muy pocos días estaremos cumpliendo con nuestro derecho-obligación, de elegir gobernantes. Juanma, como le gusta que le llamen al actual presidente de la Junta, ya ha ganado en las encuestas. Habrá que ver si los ciudadanos están de acuerdo o no con la demoscopia. Hay muchos “Vicentes” que votan lo que vota la gente y el político de moda de la temporada verano-verano es el señor Moreno, que puede ser aupado de nuevo al poder cogobernando con la extrema derecha andaluza (perdón, española). Es lo que tienen las modas. Parecen originales, pero siempre son versiones de tendencias anteriores que regresan gracias a la falta de memoria y/o porque sus consumidores son demasiado jóvenes y nadie les contó nunca de qué íbamos antes.

No le gusta al señor Moreno que se use su segundo apellido. Es una cuestión de mercadotecnia. Los apellidos que suenan a diminutivo y acaban en illa al parecer no expresan carácter. Hacen pensar que su orgulloso portador no es una persona consistente. Por supuesto, el apellido no hace al monje, pero este mundo de venta por catálogo en el que vivimos tiene sus reglas. Para conquistar el corazón de los españoles (perdón, de los andaluces) hay que maquillar muchas cosas. El PP es un partido de derechas (perdón, de centro) que tiene que notarse poco. Así, vemos cómo el tamaño de la gaviota (a la que Alfonso Guerra llamaba “la palomita”) ha menguado significativamente. Es típico alejarse del logotipo cuando se es consciente de que las siglas pueden restar. Se podría dar la sensación de que todo es lo que parece.

Como los símbolos son necesarios, el presidente de la Junta, además de hacerse llamar Juanma, que es más americano, ha elegido para que lo represente a un animal diferente como talismán la vaca Fady. Esto también es muy americano. Recordemos al burro demócrata o al elefante republicano en Estados Unidos. En su día, Mariano Rajoy escogió a una niña imaginaria, esa que sufrió como ninguna otra la subida del precio de “los chuches” por parte del malvado Zapatero. La originalidad del moderno símbolo del PP de Andalucía es que Fady no es un logotipo, ni un ser imaginario, sino un ser vivo que pasta y representa a los ganaderos y su ganado, dentro y fuera del valle de los Pedroches. Otros intentaron lo mismo pero sin éxito. Recordemos al derechista (perdón, centrista) Albert Rivera, que se hizo amigo de un cachorro de perrito muy mono que “aún olía a leche”. Fue premonitorio: Ciudadanos se pegó una buena leche.

No sabemos qué le dijo Juanma a Fady, si fue algo serio o tan divertido como lo que le dijeron a su prima francesa, que la hizo tan feliz que ahora es la imagen de marca de una empresa quesera. El caso es que ahora milita y muge hacia la derecha (perdón, hacia el centro). Se rumorea que desde que conoció a Juanma ya no defiende al ministro Garzón cuando critica las macro granjas.

En las últimas elecciones le dio tanta suerte a Moreno, que acabó siendo presidente sin haber ganado las elecciones. Cosa de las matemáticas y de la subida del partido de ultraderecha Vox (perdón, ultra, ultraderecha) que repite compulsivamente la palabra región para ver si nos convence de que hay acabar con la Junta de Andalucía de una vez por todas y que el doce de octubre vuelva a ser el día de la raza.

Si el PP gana las elecciones y puede gobernar con el partido de los cazadores, el “camelo climático” y los tíos como Dios manda, no me extrañaría que en agradecimiento sean sustituidos los carteles del toro de Osborne, al lado de las carreteras, por los de la vaca Fady. Va más con los tiempos, es menos violenta y simboliza perfectamente la centralidad concéntrica que se encuentra justo en medio, esa que defiende el PP, dispuesto a pactar con la ultraderecha siendo la excepción europea. Fady es una res, sí, pero no pincha. Es una vaca lechera, pero no es una vaca cualquiera, aunque no dé leche merengada.

Probablemente, en unas horas todas estas chorradas que acabo de contar y otras sobre torrijas y masturbaciones, divertidas de escribir y espero que de leer, dejarán de serlo. Cuando tengamos una ideología cada vez menos pequeña en el gobierno, que quiere destrozar lo que costó tanto construir, que considera que Andalucía no existe y que acabará imponiendo sus tesis apolilladas, raídas, rancias y profundamente intolerantes, igual nada de esto nos haga gracia.

Ante esta situación, ante el peligro que representa, Macarena Olona y sus “rebuznos”, ante la hecatombe, hay un treinta por ciento de electores que es posible que no vaya a votar. Otro tanto por ciento votará por simpatía, o sea lo que voten sus cuñados. El pueblo es soberano, ergo todos somos responsables de nuestro futuro.
Luego les echaremos la culpa a los políticos, como si no fuesen obra nuestra.