Como bebés que reclaman su leche, como los habitantes de Corea del Norte emocionados ante la divina presencia de Kin jong-un, como unos padres el primer día de colegio de su primogénito, como un cocodrilo devorando una cebra a orillas del río Mara, como el padre de la novia, como Holly Hunter cortando cebolla, como miss universo agitando las manos abiertas delante de la cara antes de ser coronada, como una hiena discriminada, como un acertante del Euromillones, como un “salix babilónica” de los Jardines del Guadalquivir, como un pregonero en la Scala de Milán, como los seguidores del Alcoyano tras ganar la Champion ligue, como Peter Ustinof en “Quo vadis”, así y de otras muchas maneras, lloran algunos.

Ningún empresario reconoce estar forrándose. Muchos gimotean acumulando, pérdida tras pérdida, hasta hacerse rico. Podría parecer, por cómo lo cuentan, que son empresarios por altruismo, para crear puestos de trabajo y generar riqueza. Se asocian, se dan ánimos los unos a los otros, necesitan mucha terapia de grupo para soportar la incomprensión de los desagradecidos trabajadores. La razón de existir de cualquier empresa es sólo una, ganar dinero. Lo cual es tan legítimo, como necesarias son las empresas. Los salarios no son un gasto, sino una inversión para ganar más dinero, lo recuerdo por si a alguien se le olvida.

El representante de la patronal en la tierra, “el doctor NO”, no dirige ninguna empresa, pero eso sí, defiende cínicamente a moco tendido, los intereses de los sufridos patrones. Según él, no tenemos actitud, no como los indios, los vietnamitas, los hotentotes o Carlos Alcaraz. Coincide con el dueño de Mercadona que sin despeinarse, dijo que “para seguir viviendo como españoles tenemos que trabajar como chinos”. Si por él fuese las empleadas dormirían al lado de la caja registradora. Al parecer no tenemos cultura del esfuerzo, a diferencia de Garamendi, no conocemos el sufrimiento, tiene que ser muy duro cobrar 391.000€ y conseguir no morirse de la risa, este año se ha subido el sueldo un 11% ¡Cuándo dolor!

Los pobres amos están desolados, no comiendo sacan para los gastos. La culpa la tienen los sindicatos que espabilan a los obreros, despertando su ansia de dinero y de trabajar menos. Con lo felices que vivían los curritos cuando no había derechos, cuando no podían defenderse de “la ley de las lentejas”. España se hunde sin remedio por culpa de este gobierno que defiende la vagancia y la avaricia de los trabajadores. El ministro de Economía, entre afeitado y afeitado, dijo que la economía va como un cohete. Somos el enano más alto del mundo, “nadamos en ambulancia”, cada vez hay más riqueza y cada vez más ricos y cada vez más pobres. El mundo es un supermercado en el que sólo unos pocos llenan el carrito.

Se les da muy bien la venta, a los currantes les dicen que no se puede, nunca se puede, que es mejor tener un sueldecillo que no tener nada. A los autónomos con un par de empleados, les hacen creer que ellos también son empresarios. Florentino Pérez y Manolo el carnicero, que tiene que hacer maravillas para pagar la seguridad social todos los meses, son de la misma clase social. Unos se compran un yate para navegar por las islas griegas, otros no pueden pagar yogur griego, es muy caro ¡Jroña que jroña! Manolo paga muchos más impuestos que Florentino y no puede soltarle un lana a un laboratorio de ideas ultra neoliberales para que estudie nuevas formas patrióticas de hacer que nada cambie.

Ahora están muy preocupados con la conciliación. Cómo van a conciliar el discurso racista anti inmigración mientras demandan mano de obra barata. La ley de la oferta y la demanda es muy simple, cuantos menos trabajadores disponibles haya, más altos serán los salarios. El “líder” conservador en su viaje al hipocentro de la ultraderecha, dice que no quiere inmigrantes, a no ser que sean cristianos y hablen español, no vaya a ser que convirtamos las catedrales en mezquitas, la tortilla de patatas en cuscús y el vino tinto en té moruno. Aun así, no se encuentran obreros disponibles, “la gente no quiere trabajar”. Qué pena que entre la cantidad de soluciones milagreras que se les ocurren no esté subir los salarios. ¡Ya no sería rentable!, sollozan amargamente.

Lo vintage está de moda y algunos empresarios añoran el galdosiano siglo XIX, cuando no había jubilación, ni subsidios, ni prevención de riesgos laborales, ni salarios mínimos, no había bajas médicas, ni horarios, los niños trabajaban y las mujeres cobraban menos de la mitad que los hombres, que era muy poco. Las “grandes familias” del país y sus grandes fortunas se forjaron en esos tiempos. Padecieron mucho con la abolición de la esclavitud. No me creo las lágrimas de los que dicen que el futuro es el pasado. Con cuentos chinos quieren enterrar años de lucha por los derechos laborales.

Igual lo consiguen.