En este último capítulo de Comando Madre no podían faltar las dos mujeres que realmente han inspirado la vida del personaje principal del libro. Josefa puedes ser tú, Ángeles. O puedes ser tú, Isabel. O ambas al mismo tiempo, pues las dos habéis vivido historias muy similares.

Vosotras, a través de este libro, representáis a todas aquellas mujeres que, de una u otra manera, han tenido o tienen que sacrificar su bienestar por el bienestar de los demás. Las dos habéis sido cuidadoras sin estudios, sin formación, sin nadie que os dijera cómo teníais que movilizar a vuestros enfermos. Las dos tuvisteis que aparcar e incluso abandonar proyectos que económicamente os habrían mejorado vuestras vidas.

Vosotras habéis tenido el valor y el coraje para levantaros ante cualquier adversidad. Las dos os habéis privado de muchos placeres, de ferias, de viajes, de vacaciones, porque asumisteis que cuidar de vuestros mayores desde muy jóvenes era vuestro deber moral. Habéis tenido siempre la fortaleza para salir adelante sin importar los obstáculos; por eso, si este libro tiene dos grandes protagonistas, no somos nosotros, sino vosotras. Y, como el paso del tiempo es inevitable y pensamos que los homenajes hay que darlos cuando el homenajeado está en vida y en sus cabales, creemos que es el momento adecuado para devolver una mínima parte de todo lo que habéis hecho y seguís haciendo por nosotros.

Gracias por ser las mujeres que nos disteis la vida y por enseñarnos a vivirla. Gracias por el amor y la devoción que tenéis hacia vuestros hijos, por el apoyo incondicional que siempre nos brindáis. Por habernos formado como hombres de bien, por darnos ánimos siempre y decirnos a diario lo orgullosas que os sentís de nosotros. Gracias por todas las enseñanzas que nos habéis dado, por dejarnos caer para que aprendiéramos la lección, aunque la caída os doliera más a vosotras que a nosotros.

Gracias, madres, por esas tostadas con aceite de oliva, tomate y jamón que con tanto cariño e ilusión nos preparáis después de una noche de guardia. Por ese cocido que resucita a los muertos y por esas tortillas de patatas que son el alma de nuestras fiestas. Gracias por prepararnos con tanto mimo las túnicas de nazarenos cada Miércoles Santo. Gracias por llevarnos a la escuela de la mano y enseñarnos el valor de los verbos amar, compartir y respetar. Gracias por ser las mejores consejeras en los peores momentos. Gracias por darnos ese guantazo a tiempo que nos hizo ver que no era el camino correcto. Gracias por no comprarnos todo lo que pedíamos, pues así aprendimos a ganárnoslo por nuestros propios medios. Gracias por ganar cinco, gastar uno y guardar cuatro pensando en nuestro futuro. Gracias por saber lo que sentimos en cada momento con tan solo una mirada. Gracias por ser nuestras cómplices y protegernos de la riña de los padres cuando trasnochábamos sin tener edad para hacerlo.

Gracias… y perdón. Perdón por todas esas noches en velas que os hemos hecho pasar. Perdón por exigir sin acordarnos de dar primero. Perdón por todas las veces que cogemos el coche y nos olvidamos de avisaros de que hemos llegado. Perdón por las malas contestaciones que no os merecéis. Perdón por llegar a casa con prisas y marcharnos a los cinco minutos. Perdón por todos los te quiero que no os hemos dicho y los besos que se perdieron. Perdón por no tener paciencia para explicaros cómo funciona el móvil que os habéis comprado con la única intención de recibir una llamada nuestra de vez en cuando. Perdón por las tantas y tantas veces que os hemos dejado plantado el plato de comida encima de la mesa.

Habéis sido y seréis un ejemplo a seguir de trabajo, constancia, integridad, sabiduría y responsabilidad. Así será hasta el último día que vuestra mente os abandone o que vuestro corazón diga basta.

Tú, que tienes este libro en tus manos, piensa que tu madre es la única que festeja cada uno de tus triunfos y se queda a tu lado cuando las cosas no salen como tú deseas. A lo largo de tu camino te vas a enfrentar a momentos desagradables porque, por desgracia, la vida es un subir y bajar, como si de una montaña rusa se tratara, y es posible que en esos momentos necesites la ayuda de aquellos que te rodean o simplemente que te escuchen. Lo triste va a ser que tu amigo, tu pareja, tu confidente o aquella persona en la que depositaste toda tu confianza, no van a estar siempre a tu lado por diferentes motivos.

Pero si a tu madre la tienes en vida, recurrirás a ella, porque ella estará contigo a las duras y a las maduras y será una compañera de batalla hasta el punto de que nunca dejará que tires la toalla. Ella te abrirá la puerta y, como si fueras el hijo pródigo, te dejará entrar y olvidará las dos semanas que estuviste sin llamarla, olvidará que te fuiste sin darle un beso, olvidará que la chantajeaste con no ver a su nieta. Te mirará a los ojos y sólo con esa mirada bastará para perdonarte. Sólo ella es capaz de luchar y de anteponer su felicidad por la tuya. Su amor es incondicional, a tal grado que no le importa darlo todo si de eso depende que tú no sufras.

Tu madre será la única persona que no va a esperar nada de ti y jamás le pesará el haberte dedicado su tiempo e incluso su dinero. No te pedirá que le regreses el favor porque es el único ser que te dará todo a cambio de nada. Piensa que ella te ha cobijado en su vientre, te ha mecido en sus brazos, te dio de beber su líquido vivo, fuiste parte de su cuerpo, tu corazón latió al mismo tiempo que el de ella y antes de conocer tu rostro, ella ya te amaba más que a nada en el mundo.

Desde que naciste y hasta que su mente borre sus recuerdos, estarás en sus pensamientos, y tus alegrías y preocupaciones serán sus alegrías y sus preocupaciones. Estará firme a pesar de todos los infortunios para demostrarte, tal y como lo hacía cuando eras pequeño, que te protegía de los truenos, de la lluvia y de todo lo que te daba miedo. Que ahora de mayor no te ha soltado la mano y te sigue incondicionalmente para acabar con aquello que te perturba. Este ser tan especial es tu madre y aunque tú no se lo pidas, ella estará siempre en la trinchera, vigilando, aguardando, esperando a que pulses el botón rojo para activar al Comando Madre cuando la necesites.