La fuerza bruta ha ejercido siempre un poder hipnótico en el hombre, especialmente en el hombre fontaniego. Hubo un tiempo en el que Sansón era el mito del fontaniego. La fuerza sobrehumana de Sansón, su lucha contra los filisteos y su debilidad ante Dalila. En los tiempos mozos, allá en los compases finales de los años setenta, la fuerza no podía faltar en las conversaciones de la discoteca el Patio de la calle Mayor. El cigarro en una mano, un cubata en la otra y la bravuconada de dos jóvenes sobre el poder de la fuerza, con fondo musical de Dire Strait. El hombre o es fuerte o no es hombre.

Antoñito Cachiporro presumía en el Patio de que en Fuentes nadie tenía más fuerza que su padre. Era capaz de comerse todos los días un kilo de pan y de levantar una vaca en brazos. Antoñito se reía porque su padre tenía más fuerza que Barrera y el Cochobito juntos, con todo lo grandes que son. La cultura de las tabernas era el culturismo. La moda del culturismo, en su variante de la halterofilia, había entrado en Fuentes con la fuerza de un tornado, casi como ahora. Porque el culto al cuerpo, eso que ha llenado las ciudades y pueblos -Fuentes va camino de tener más gimnasios que bares, que ya es tener- ha regresado cíclicamente con la obstinación de las olas y la bravura de las tempestades marinas.

Sebastián el Catalino, flamante alcalde, convirtió el viejo comedor escolar de la plaza abajo en sala de halterofilia. Era el año 1981. Como su antecesor Armías, Sebastián quería que los hombres de Fuentes fueran fuertes y sanos. Armías había inaugurado el polideportivo para que el pueblo disfrutara de natación, pista de atletismo, fútbol, baloncesto y voleibol. La modernidad era la cultura del deporte. Todo fontaniego que se preciara tenía que ser capaz de escalar a pulso una soga de cinco metros. Lo mismo que si eres vasco serás capaz de levantar una piedra de 320 kilos, como el harrijasotzaile Miguel Saralegui, si eres de Fuentes serás capaz de escalar una soga de cinco metros.

Pero no solo era la soga. Aquel local de la plaza abajo se amplió muchísimo más con don Fernando como profesor de educación física. El local contaba con barras para colgarse y hacer flexiones de brazo, espalderas de madera, bicicletas estáticas, mancuerna con pesas, saco de boxear, guantes para boxear. Don Fernando era un portento de Soria, profesor de Lengua Española, Ciencias Sociales, Religión, Música y Educación Física. Un día que había mandado hacer flexiones a los alumnos, observó un grupo que se burlaba desde la estación. Los mandó callar gritándoles ¡callad, incultos, que estamos haciendo Educación Física!. Don Fernando amaba volver a Soria por Navidad a cantar villancicos. Muy nacional, defendía las tradiciones, el himno y la bandera.

En la halterofilia de Fuentes estaba Juan, que hacía los carnets en la oficina y uno de los promotores, aficionado de ir por el bar de los Catalinos a tomarse su cervecita y hablar de su halterofilia, de sus peonadas, de pasar lista en el empleo comunitario y de la nueva modalidad de desempleo especial agrario. Hizo la mili, donde fue cabo, pero no le gustaba lo militar y se vino a su campo y a su halterofilia. Santi, que vivía en el Postigo, fue otro fundador de la halterofilia fontaniega, fuerte como un roble.

El Castaño sudaba como un pollo haciendo flexiones intentando perder barriga. Paco Mateo iba también a hacer flexiones para perder barriga. Cochera, que trabajaba en la fábrica los muebles, era muy aficionado a la mancuerna y a hacer músculos. El Mojero era el rey de las flexiones. Paco, que su padre tenía un bar en el Postigo, aficionado a levantar pesas. Otro era José el Nieto, que fumaba como un carretero.

Vitoriano era otro de los promotores. Boxeador, se colocaba su cinturón, y a darle puñetazos al saco, quiso ser policía nacional, en la halterofilia se preparó, saltaba como un tigre el 1,10 de altura que exigían en la policía se lo saltaba como un acróbata y el resto de pruebas, pero al llegar a doblar codos y prepararse la teoría, aquello era otro cantar. Vitoriano había nacido para el gimnasio y ser gimnasta. Culturismo es a cultura como agricultura es la agronomía. Su colega Sebastián era igual y se dedicaba a trabajar en el campo, a los albañiles y, en los ratos libres, a la halterofilia, al boxeo… Igual que Vitoriano, Sebastián quiso ser policía nacional, pero no pudo por culpa del peso desmedido de los libros. Levantapesas, subesogas, tuerce hierros y enseña músculos.