El movimiento independentista de Cataluña está en proceso de reconducción a la normalidad. Todavía de forma casi imperceptible para el gran público. Pero los que conocen los entresijos de la política saben ya que el independentismo arría velas. Es el momento de ver cómo empieza a aflojar el incendio catalán. ERC ya ha dicho que abandona la vía unilateral y, de forma simultánea, el Gobierno anuncia que indultará a los catalanes presos por ir más allá de lo que permiten las leyes. Por vulnerar la ley. Otro síntoma importante de normalización es la acogida dispensada al rey esta semana. Hace unos meses fue abucheado y esta semana, recibido y saludado por el presidente de la Generalitat.

El indulto es una condición previa, o simultánea, para que el incendio pierda voracidad, para que las aguas vuelvan a su cauce. Sin esos indultos, ERC tendría muy difícil explicarle a sus bases y votantes que abandona el unilateralismo independentista. El indulto es la barrera detrás de la cual empieza la normalización. Por eso se han pronunciado a favor desde los obispos hasta la patronal española. Puigdemont y Aragonés matizan que el indulto no cierra el conflicto. Esas palabras tienen la finalidad de compensar a sus seguidores y evitar que las llamas se les vuelvan en contra. Por eso estos días habrá palabras contradictorias. El Titanic no cambia de rumbo sin que crujan sus cuadernas.

¿Qué ha pasado para que esto ocurra? Por qué ERC, ahora principal partido de Cataluña, coge la manguera para aplacar el fuego?. Los dos gobiernos, el español y el catalán, dirán que por fin prevalece la negociación y la cordura. El sentido común y la necesaria convivencia. En realidad, lo que ha pasado es que quienes prendieron la mecha (y quienes se apuntaron a avivar las llamas porque eso les da votos en el resto de España) han conseguido lo que querían. ¿Qué querían? Lo que quieren todos aquellos que están en la lucha política: arrimar el agua a su molino o, dicho en lenguaje políticamente correcto, sacar adelante la defensa de sus propuestas. Nótese que, en política, el término "propuesta" equivale al término "intereses".

¿Quién prendió la mecha del "procés"? La alta burguesía catalana. ¿Para qué? Para lograr del Gobierno español las mismas o similares concesiones económicas que había visto obtener a la alta burguesía vasca: principalmente el concierto vasco, que ha supuesto una impresionante sobrefinanciación de Euskadi. ¿De qué instrumentos se ha valido la burguesía catalana para hacerlo? Por medio de sus partidos/instrumentos y sus cachorros de la calle para que agitaran el espantajo de la independencia, algo en lo que las grandes fortunas catalanas nunca han creído ni pretendido. ¿Acaso se volvió loca la alta burguesía catalana hace diez años o creyó que la independencia era posible? No. Enarboló la bandera de la independencia únicamente para forzar una negociación política que le permitiera sacar adelante sus intereses económicos.

Una cosa que los andaluces no deberían olvidar nunca es que las grandes familias, las mayores fortunas de Cataluña y Euskadi, tienen la cabeza puesta en su tierra. Algo que Andalucía no ha tenido nunca. Las grandes fortunas de Andalucía tienen la cabeza puesta en Madrid, ejercen de españoles antes que de andaluces. Además, las grandes fortunas vasca y catalana se miran permanentemente de reojo. Lo que consigue una, lo quiere la otra. Lo mismo que el Banco de Bilbao consiguió el pastel del banco público Argentaria, La Caixa consiguió Cajasol, entre otras cajas, que han llevado a la entidad nacida en Barcelona a convertirse uno de los tres principales bancos de toda España. Andalucía se vio privada de la gran caja de ahorros que iba a nacer de la fusión de Cajasol y Unicaja, probablemente con Cajasur. ¿Casualidad? No. Es la constante histórica que pone de manifiesto que los ricos del norte actúan a favor de sus intereses.

Por eso los ricos catalanes echaron mano del chantaje de la independencia cuando en 2008 el estallido de la burbuja inmobiliaria puso a la burguesía ante la cruda realidad de la crisis, que además trajo consigo una drástica reducción de las inversiones del estado en Cataluña. Como ocurrió en el resto del país. Crearon y transmitieron a la población expectativas de independencia irreales no porque creyeran en ella, sino porque les convenía para forzar un nuevo modelo de financiación similar al concierto vasco. Algunos medios de comunicación más influyentes abrazaron la bandera de la independencia y nacieron otros al calor del sentimiento de "España nos roba".

No hace falta abundar en detalles de cómo el incendio alcanzó cotas alarmantes. Sí conviene saber que el independentismo catalán convino (y conviene) al españolismo rancio. La prueba más evidente es que trajo consigo el lanzamiento de un partido de extrema derecha (Vox) y el refuerzo de otro de derechas (Ciudadanos) cuyo principal discurso es rechazar al catalanismo. Frente a la bandera catalana, la española. Cada vez más banderas y más grandes en ambos bandos. A los dos les convenía esa situación de enfrentamiento. Cuanta más crispación, más presión para sacar tajada económica en una futura negociación entre Madrid y Barcelona. En el otro lado, cuanta más violencia, más votos de rechazo. El grito de "¡a por ellos!" pronunciado en Huelva para animar a los guardias civiles que iban destinados a controlar las manifestaciones de Barcelona hizo saltar de júbilo a los nacionalistas de uno y otro bando.

Y en medio, una población española completamente desinformada y desorientada. Desinformada porque a nadie le conviene que se sepa que mientras la gente se desgañita gritando consignas simples y maniqueas fabricadas en los despachos y propagadas por las tertulias de los medios de comunicación, "¡a por ellos!", "¡España nos roba!", los poderosos se reparten la tarta. Mientras flamean las banderas en los balcones, en la cocina se reparten el guiso entre los cuatro de siempre. La historia se repite. Franco acalló el nacionalismo de las burguesías catalana y vasca después de la guerra mandándoles las principales industrias y arrimándoles mano de obra barata de Andalucía. (El textil empezó en Málaga y Sevilla y acabó en Cataluña, los altos hornos empezaron en Málaga y acabaron en el País Vasco). ETA desapareció y el País Vasco dejó de hablar de independencia no como resultado de la eficacia de las fuerzas de seguridad del estado, como proclamó el Gobierno, sino del cuando sus grandes fortunas vieron sus intereses satisfechos, con colmo.

¿Qué papel les toca a los andaluces? De momento, el de comparsa. Canta a coro "no a la independencia". Firma contra el indulto, le piden ahora. Como si el principal problema de Andalucía fuese que un puñado de independentistas esté o no esté en la cárcel. ¿Y después? Qué pasará cuando Andalucía constate que toda esta representación no ha tenido otra finalidad que meterle la mano en la cartera. Que Cataluña ha logrado una financiación similar a la vasca, que ha conseguido romper el principio de "café para todos" salido de las movilizaciones andaluzas del 4 de diciembre de 1977 y del referéndum de 1980. Esa Andalucía instalada en el "no" carece de futuro. El futuro pasa por defender los intereses propios, como hizo en 1977 y 1980, no por negarle a otras comunidades los suyos.