Al  inmortal Quevedo, príncipe de la sátira

Francisco, poco ha cambiado / el mundo desde tus días / nuevas son sus tropelías pero viejo es el pecado. / La codicia, de contado, / va en primera posición / su rendido campeón / don “financiero mercado” / con soberbia, desafía / con lujuria, se amanceba / con ciega ira, se ceba / y con envidia, se alía / a su gula satisface / y su pereza sustenta doña “generosa renta” / que, cumplida, le complace. / Por eso, “la perdición / siguen siendo, los dineros / que acaudalados renteros / siguen dando a Visanzón  (*) / refugio del usurero, / patria de la perversión, / de la codicia, bastión / inexpugnable, de acero. / Sin que su ignorada cuna, / origen, o procedencia, / escandalice conciencia / que, por tan poca, es ninguna / allí, en sórdido agujero, / en protegido rincón / engordan como a cebón, / cual solícito porquero, / al escudo y al doblón. Con instinto de laceros / al pobre, le imponen, fieros / aprietes, de cinturón / cuando intuyen, o parece, / que vaya a romperse el cuero / hacen cual talabartero / lo mojan un poco, y crece / creando la sensación ficticia y equivocada / de que aflojan la lazada / ¡Es la refinanciación¡./
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Porque, del mundo, la esencia, / nos defina, a su entender, / abordaré a un mercader / de contrastada.... solvencia. / Escucha nuestra diatriba / que, si no descubrimiento, / te será entretenimiento / ¿No te aburres ahí arriba?. /

Decid, rico mercader / ¿Cómo definís el mundo? / Con hablar grave y profundo, / dijo: -a mi modo de ver / el mundo es casa de trato, / donde ni  moral ni fuero / prevalecen al dinero, / prostíbulo, y no barato / en resumen, un burdel / de la peor condición. / ¿Qué opinas de mi opinión? / entrevistador novel. / Vive dios ¡cuánto recato¡ / ¡Qué comedida expresión¡ / ¡Qué discreta exposición¡ / Es.... delicioso el retrato / ni Pablitos el Buscón / y toda su cofradía / osaron dar, en su día, / tan “linda” definición / mas, pese a vuestra opinión, / existe la gente honrada, / que no puede ser tasada / cual ramera, con perdón / del sufrido colectivo, / que tan pingüe beneficio / proporciona,  con su oficio, / a tanto desaprensivo. / -¡Ay¡ ésta de la honradez / es polémica cuestión, / mas la globalización/la zanjará de una vez. / -Me queréis dar a entender / que el vicio y la corrupción / con la globalización / aumentarán su poder. / -El diablo nos asista / cuán torpe llegas a ser, / los envites del “haber” / no hay santo que los resista / con dinero, se adormece / la más despierta conciencia, / se compra poder y ciencia / y todo cuanto apetece / como el agua, reblandece / las más firmes convicciones, / y entre sordas convulsiones / toda oposición perece.


(*)Lugar donde llevaban el compás a los músicos de uña, nombre por el que se conocía a los usureros en la Edad Media. Donde se fijaba el precio del dinero. Hoy sería cualquiera de los centros de poder económico desde donde se practica la más descarada usura.