Los romanos iban al circo a ver cómo las fieras devoraban a los gladiadores. En los campos de pelota de la Andalucía profunda, las fieras ya no estaban en el foso, sino que se apostaban en el graderío esperando devorar al árbitro y a los gladiadores del equipo contrario. Menos mal que los civiles se interponían entre unos y otros. Los guardias civiles eran los cascos azules del deporte en los años setenta. Había árbitros que se acogían a la protección de los tricornios antes de pitar el final del partido y salían a escape escoltados porque las fieras le esperaban a la salida. Más de uno salió, como un torero en tarde de infortunio, rumbo a la enfermería.

Visto desde la distancia del tiempo, uno no sabría decir si aquello de jugar al fútbol -perdón, a la pelota- en segunda regional era por afición, por la pasión de los colores locales o por puro masoquismo. Lo cierto es que se trataba de un deporte de riesgo, de mucho riesgo. Ríase cuando le digan que el barranquismo, el descenso de un río en canoa, la escalada, el "rafting" o el "puenting" son deportes de emoción y riesgo. De riesgo era la competición en los campos de pelota de los pueblos de la Sierra Sur en los años 70, por poner un ejemplo. De ellos, una de dos, o salías derrotado o descalabrado. Eso los peloteros, porque los árbitros no tenían escapatoria posible. Descalabrados ganasen los de casa o ganasen los visitantes.

¿Era por la pasión del deporte local o porque éramos más brutos que un chaparro? Posiblemente por las dos cosas a la vez. Y como no es cuestión de arriesgarse a salir de este artículo también descalabrado, habrá que escribir de lo que pasaba en campos forasteros. De lo que pasaba, por ejemplo, en El Saucejo contra el San Marcos o contra el Jara de Martín de la Jara. Los aficionados del Fuentes íbamos a esos campos a reírnos de los serranos, de lo brutos que eran y lo que se metían con el árbitro. Entonces éramos así todos, los serranos y los de la campiña. O apedreabas o te apedreaban, costumbre milenaria incrustada en la genética celtíbera mucho antes de que la pelota echara a rodar en cualquier descansadero de ganado más o menos plano.

Eso era el campo pelota de Fuentes en los albores del deporte rey, un descansadero de ganado en la vereda de los Pajaritos, junto al Barrancón. Los pastores que en torno a 1920 habían dirigido el ganado a pedradas, con el perro y el garrote, siguieron usando las mismas artes cuando en vez de ovejas y cabras empezaron a correr por allí cuadrilla de zangolotinos en calzonas disputándose el manejo de una pelota de trapo. Delimitaba el campo una simple línea pintada en el suelo, más o menos blanca. El perro pastor había sido sustituido por el árbitro y el redil era el espacio señalado por dos porterías hechas con tres palos cada una, dos postes y un larguero. Lo de las redes vino mucho más tarde, fruto del desarrollo tecnológico, la I+D que llegó con el 2000 y la odisea del espacio.

Odisea, la que vivieron los jugadores del Fuentes en la temporada 1978-79 cuando los aficionados del Carlos III, equipo formado por el Campillo de la Luisana y Cañada Rosal. Ganó Fuentes 1-2, pero a la hora de salir de Cañada a punto estuvieron lo fontaniegos de batir los cien metros obstáculo. En la temporada 1980-81 jugó el Fuentes  en casa contra el Cantillana. Como los aficionados del Fuentes no quedaron satisfechos con la actuación del árbitro, lo esperaron a la salida y tuvo que intervenir el presidente Pepe Lora, que intentó llevarlo al cuartel de la guardia civil. Los aficionados le cortaron el paso y el presidente tuvo que huir en dirección a La Campana, aunque los persiguieron por la carretera hasta que llegaron al cuartel, donde arguyeron que no pretendían hacerle nada al árbitro, sino ir a ver el Sevilla y necesitaban el carnet de socio de Pepe Lora.

En aquellos años 70 y principios de los 80, en los pueblos sólo había dos diversiones posibles, meterte con el árbitro los domingos por la tarde y después meterse en el cine a ver una película del oeste o una españolada de Alfredo Landa y Concha Velasco, tristemente desaparecida esta pasada semana: Las chicas de la Cruz Roja, Juicio de faldas, Los que tocan el piano... Una vez acabada la función de cine, o te metías en el bar y te tomabas dos cervezas con tapas para reírse del árbitro y comentar la película. Era lo único que había y la verdad, entre una mala película y un mal árbitro, la emoción mayor estaba en el campo pelota.

De fieras y buenos gladiadores estuvo bien servido Fuentes en aquellos a años. La mejor cantera de gladiadores peloteros era la calle Cerrojero, tal vez por lo cerca que tenía el campo de la estación. De allí salió Vito en los años 50, que para los aficionados que vivieron esa década y décadas posteriores fue el mejor pelotero que ha dado Fuentes. Trabajaba haciendo losas en el almacén de los Mirlos. De allí salió Bastianito, brillante por su velocidad y regate, buen jornalero del campo en los 70. Como Manuel Jiménez Barcia "Peñasco", buen portero. Estaba Buendía, defensa central, una muralla infranqueable. Rosillo y su hermano Yus, que fue portero, primos de Monago, otro de los grandes de Fuentes. Y Lucas. Y Luis Isnard, defensa lateral muy resistente que fue fichado por el Marchena, todo un galardón en los años 70.

Juan el Perlito, que jugaba de medio, un tío resistente. Mal día tuvo en Morón cuando, sin estar acostumbrado al césped, empezó a llover y aquello se. convirtió en una pista de patinaje. Fuentes perdió 8-0. Claro que el Morón era en aquellos años 70 el gallito de la segunda regional. Manuel Matapollos y su hermano, que tenían dotes de futbolistas y que jugaron en el campo de la estación. Matapollos decía que Maradona con un bastón en la mano ya de mayor, valía para jugar al fútbol más que muchos jóvenes. El último salido de la calle Cerrojero es Alberto Flores, hijo del Choco, actual portero titular del Sevilla Atlético y tercer portero del Sevilla fútbol club.

Entrenadores también ha dado la calle: Benito Díaz, que tuvo en su casa una escuela particular para niños en verano. También fue celador en el ambulatorio de Écija y entrenó, además del Fuentes, al Carlos III, equipo formado por El Campillo y Cañada Rosal. Benito era el líder indiscutible en las tertulias del Bobi Catalino. Cristóbal Ayora fue entrenador de chavales en los tiempos en que los vecinos compartían sus casas con las vacas. Tuvimos un árbitro, Pizarrito (hijo de Mercedes de las tortas), que emigró a Barcelona. Entre futbolistas, entrenadores y árbitro son 16 los que salieron de la calle Cerrajero.

Las primeras pelotas llegarían a Fuentes allá entre 1910 y 1920, tres años antes de que naciera el primer equipo local. En 1923 hay constancia de que un equipo de Fuentes se enfrentó al Écija Foot-Ball. Poco después había en Fuentes tres equipos organizados, el Fuentes Fútbol Club, el Andalucía Balompié y el Candileta. Desde entonces ha habido momentos de efervescencia y de apatía. En 1940 surge el Fuentes Balompié, que comparte el Barrancón con el Victoria CF, equipo de los salesianos. En 1965 se crea el Club Atlético Fuentes. En 1965 se crea el Club Atlético Fuentes y en 1977 el Fuentes se federa en categoría regional.

Todas estas cosas y muchas más han pasado en aquel descansadero de ganado del Barrancón donde los pastores manejaban las ovejas a pedradas. ¡JjjjIiiiiiiiaaaaaaaa! gritaban y el eco de sus voces de mando resuenan todavía por aquel apartadero de la vereda de los Pajaritos donde gladiadores y fieras llevan un siglo compartiendo emociones, penas y alegrías. ¡Jjjjjiiiiiiiaaaaaa! ¡Gooooooooooool!