En los años de la autarquía, en los tiempos difíciles, proliferaban en Fuentes los Azarías y los Paco el Bajo, protagonistas de la novela de Miguel Delibes "Los santos inocentes", llevada después a la pantalla por Mario Camús. Azarías (Paco Rabal), Paco el Bajo (Alfredo Landa) y la Régula (Terele Pavel) podían llamarse en Fuentes Pepe y Perico Corteza, aunque también podrían llevar otros nombres de los muchos que aún resuenan en los oídos de los fontaniegos que vivieron aquellos años de infamia de la posguerra. No le vamos a poner en Fuentes nombre a los Pedro el Perito, personaje que en la película encarna Juan Diego, porque todos sabemos quiénes eran los terratenientes que mantenían sumidos en la miseria a los trabajadores de sus cortijos.

La pobreza es una desgracia, una pena, pero no un motivo de vergüenza. Puede haber pobres muy dignos y ricos muy indignos. La riqueza tiene precio, la dignidad no. En dignidad, el Azarías de Delibes con la milana bonita en el hombro, estaba a años luz de Pedro el Perito con todos sus millones, su Land Rover y su escopeta terciada. Puede ser que Pedro y Pepe Corteza no tuvieran una milana amaestrada como la de Azarías, pero como él habían nacido pobres y se deslomaban para que el señorito siguiera amasando su fortuna sin dar un palo al agua. Pobres de solemnidad, enganchados a la caridad y a algún propietario que les diera trabajo en las tierras, cobijo tal vez en un chozo a cambio de un mendrugo.

Pepe y Perico Corteza tuvieron la desgracia, digna desgracia, de vivir en aquel Fuentes de Andalucía del hambre y la humillación. Por eso tuvieron que aceptar condiciones de trabajo infames, más propias de la Edad Media que de la primera mitad del siglo XX. Los hermanos Corteza nacieron entre los paseítos de la Arena y de la Barrerilla, justo donde la calle hace curva. La casa, tan pobre como sus moradores, estaba habitada por la madre y los dos hijos. Los tres compartían la única cama de la vivienda, con la madre durmiendo entre los dos hermanos. Cuando algún agricultor tenía a bien darles trabajo, Pepe y Perico Corteza se ocupaban en el cuido del ganado y otros menesteres. Perico guardó muchas vacas con el Niño de la Justita.

Otras veces se ganaban un magro sustento echando una mano en la funeraria que había enfrente de la casa de Carmen de Matruco, en la calle Hornos. Con pasmosa naturalidad, Perico Corteza cargaba en sus hombros los ataúdes que a otros les causaban terror. De haber nacido en otro lugar y otro tiempo, Perico pudo haber sido un tenor de éxito porque se adornaba con una voz enorme, tronante. El hueco de los ataúdes le hacía de caja de resonancia a las arias de sus óperas lanzadas desde la puerta del bar de Paco España, tan cerca de la funeraria que los muertos habrían despertado por su vozarrón y atraídos por el olor del vino blanco que tanto gustaba a Perico como poco podía probar por falta de calderilla en el bolsillo para costeárselo.

Hombres despistadotes, los hermanos Corteza parecían andar por el estrecho mundo de Fuentes con las neuronas que les dejaron por herencia, contadas como los caudales que les llevaban de un tajo mísero a otro calamitoso. Poca herencia para alborozo de la avaricia de quienes se hacían cada día más ricos con el sudor "del de enfrente". Tan despistados eran, que una vez que dejaron de verse apenas tres años, cuando llegó el momento del reencuentro no se conocieron. Ocurrió de regreso de la guerra civil, a la que fueron llamados como reclutas. Terminada la contienda, de vuelta, coincidieron en la estación de Marchena. Pepe miró a Perico de arriba abajo y Perico miró a Pepe de abajo arriba. ¿Quién eres tú que tu cara me suena? Y a mí la tuya. Yo soy Pepe Corteza. Y yo Perico Corteza. Dame un abrazo, hermano, y volvamos al Fuentes de nuestros sufrimientos.

Sobrinos de los Corteza eran los Chavarros, hijos de una hermana, muy aficionados al carnaval y a las murgas. Un sobrino, Juan José Chavarro, trabajaba en los albañiles con los hermanos jardineros (José, Juanito, Fernando, Francisco, Cristóbal y Manuel). Trabajar en los albañiles era en aquellos años una cosa grandiosa porque suponía un salario todos los días, o casi. El trigo estaba en los campos, el pan "seguro" en casa de los señoritos y el pan "más o menos asegurado" estaba en los albañiles. Era casi una tradición ver a los desheredados como los Corteza pidiendo limosna a las puertas de los señoritos.

Cuando llegaba el verano, los hermanos Corteza dejaban la cama entera para la madre y ellos vivían y dormían en las eras, al raso, bajo un cielo que les dejaba impávidos con aquella alfombra tachonada de estrellas hasta el mareo. Boquiabiertos ante tanta inmensidad. Pequeños de día, insignificantes de noche. Tanto les atraía el campo, que terminaron viviendo en casillas, una de ellas la de los hermanos Iznar. Pepe Corteza en la de Luis, en las inmediaciones de la Fuente la Reina. Perico era un hombre muy adusto, siempre con gorra y chaqueta gris, pantalón a rayas color negro y gris y zapatos de lona marrón. Tan austero que en la era dormía en lo alto de los toldos o de los montones de garbanzos y trigos, que bien duros estaban.

Perico Corteza se fue a vivir a la casilla de Vito Iznar, cerca del cruce, donde ahora está la venta Apolo XI. Un día, Cristóbal el Jardinero estaba haciendo obra en la casilla de Luis Iznar y se dejó el chaleco olvidado. Cuando volvió por la mañana lo tenía puesto Pepe, que le dijo que tenía mucho frío y se lo había puesto para sentarse a la candela. Durante la mañana le contaba Pepe Corteza que, como era tan pobre, las compras las hacía en el Corte Inglés. Intrigado, Cristóbal le preguntó "¿en qué Corte Inglés?". Pepe Corteza le respondió que su Corte Inglés era el vertedero de basura de la Fuente la Reina, donde encontraba baratas chaquetas, abrigos, camisas, pantalones y botas.

Con el tiempo, Azarías (Paco Rabal) llamaba desesperado a su milana bonita por las dehesas de Extremadura. Sew la había matado el señorito Pedro el Perito y Azarías lloraba como un niño perdido. En aquellos mismo años, en Fuentes, Perico y Pepe fueron haciéndose mayores, inútiles ya para el cuidado del ganado y las eras, y la familia Iznar (Vito y Luis) les arregló los papeles para que entraran en un asilo de Paradas. Fueron de la cama compartida a funeraria, de las eras a las casillas y del cielo estrellado al asilo sin horizontes de Paradas. Inocentes santos de Fuentes.