La izquierda se pelea cuando está en el poder, la derecha cuando está en la oposición. La izquierda se pelea con las ventanas abiertas de par en par, la derecha a puerta cerrada. Ese fenómeno que diferencia a la izquierda y la derecha es bastante común en la política. El relevo de Casado por Feijóo ha sido mientras gobierna la coalición PSOE-Unidas Podemos. En cambio, todos los días aparecen discrepancias en el seno del Gobierno de Pedro Sánchez. El PP y Ciudadanos han mostrado durante toda la legislatura una cohesión envidiable al frente de la Junta de Andalucía. ¿Por qué será que el poder cohesiona a la derecha y fragmenta a la izquierda?

El otro lugar común de la política con gran aceptación popular, que podría explicar lo anterior, es que los trapos sucios deben ser lavados en casa. Nadie tiene que enterarse de las desavenencias familiares. Luchas hay, pero no trascienden. Sin embargo, eso que puede ser bueno en el ámbito privado, y que sirve sobremanera a la derecha para dar una imagen de cohesión cuando está en el poder, se antoja contraproducente en la esfera pública. Por la sencilla razón de que escamotea a la ciudadanía el derecho a saber lo que se cuece en el seno de las organizaciones que les representan. En política, esa forma de conducirse es esencialmente hipócrita y engañosa.

Como habrá adivinado el lector, lo anterior viene a cuento del triste espectáculo mostrado esta semana por la candidatura de la coalición de izquierda "Por Andalucía". Ha sido una "mala forma de empezar", como dijo Pablo Iglesias. O una forma de alejar a la ciudadanía de los partidos políticos, dijo Yolanda Díaz. Pero es necesario añadir que ha sido, sobre todo, una forma de mostrar que las organizaciones políticas son estructuras de lucha por el poder. No son las hermanitas de la caridad que trabajan para ganar el cielo, sino instrumentos de una lucha sin cuartel por y para conquistar el poder. Para defender los intereses legítimos de los electores a los que representan, si hemos de ser bien pensados. O para mantenerse arriba el mayor tiempo posible y defender intereses bastardos, si pensamos mal. Sea una cosa u otra, lo que nadie debe ignorar es que la política es sinónimo de lucha de intereses.

Por eso es importante que los trapos sucios en política no se laven en casa. Para la salud democrática del país es imprescindible que se laven en el lavadero público donde todo el mundo pueda verlos. ¿Y qué "trapos sucios" ha podido ver el elector en el lavadero de la coalición "Por Andalucía"? Ha podido ver que IU sigue siendo la espina dorsal que sostiene una alternativa al PSOE por la izquierda. Que Unidas Podemos tiene en Andalucía, como en gran parte del estado, una relación de dependencia de otras organizaciones. En Andalucía es subsidiaria de IU, que la tiene a su vez del PCE.

La tragedia de Yolanda Díaz es que tiene un proyecto transformador, pero no suficiente estructura organizada en el territorio. En Andalucía ese apoyo de las bases lo tiene IU, en Valencia Compromís, en Cataluña los Comunes y en Madrid Más País. El resto es un erial. Por eso y no por otra cosa ha estado a punto de naufragar la candidatura de "Por Andalucía", si no lo ha hecho ya por culpa de este arranque de campaña. IU y Más País se habían repartido los puestos claves de la candidatura, especialmente las cabeceras de lista de Sevilla (Esperanza Gómez, de Más País) y Málaga (Inma Nieto, de IU), con aval del equipo de Yolanda Díaz, dejando prácticamente fuera de juego a la gente de Podemos en Andalucía.

Yolanda Díaz, que vino a la feria de Sevilla a "señalar" a su candidata Inma Nieto, se vio obligada a intervenir a última hora para desatascar el pacto. Tan a última hora que el acuerdo llegó tarde al registro de la junta electoral. Y se armó la marimorena que ha llevado a pedir disculpas. Bienvenidas las disculpas, pero lo que procedía era explicar a las claras lo ocurrido.

Transparencia. Porque, con ser triste este arranque de campaña, lo ocurrido refleja la realidad mejor que ninguna otra cosa. Y la realidad meridiana de la coalición es que hay lucha por el poder interno, como es natural en toda organización política. No son (ni deben ser) las hermanitas de la caridad. La realidad es que Podemos carece de pies en la tierra y que IU vende caro ese respaldo. Pone condiciones, natural. Esa lucha no debería ser motivo de rechazo si el resultado final muestra los equilibrios internos y los fines de la organización se ajustan a los intereses de clase que representa.

El elector debería premiarlo, en vez de castigarlo, porque retrata la realidad mejor que la política de escaparate que suelen practicar otras organizaciones. Si de algo está cansado el electorado es del doble lenguaje de la política. De la hipocresía como norma de comportamiento. De observar amplias sonrisas en los rostros, mientras debajo de la mesa brillan las navajas. Política hipócrita. La transparencia exige que los intereses políticos, esos que despectivamente llaman "trapos sucios", sean lavados en el lavadero público del pueblo.