Después de algunas lluvias, ya están en nuestra campiña y de nuevo los brotes de los árboles y arbustos, las hierbas y las flores van cambiando el aspecto del campo, del paisaje. Recorremos los caminos y salen a nuestro encuentro en todos los rincones. Margaritas y amapolas, viboreras y malvas, borrajas y vinagretas, zullas, azureas y jaramagos llenan las cunetas, ocultando los palmitos, crecen entre olivares cercanos y en los linderos de las lomas sembradas de cereal. Malas hierbas, según dicen.

Pero entre todos los regalos con los que la primavera nos obsequia, siento especial predilección por estas flores silvestres, humildes, discretas, "vulgares", con nombres apenas conocidos. Crecen en las cunetas, en los bordes de los campos y de los caminos, las que, como los jaramagos, tapizan los baldíos. Esas que pasan desapercibidas y a las que muchos califican como "malas hierbas".

A buen seguro, algunas de estas especies vegetales resultan poco recomendables y causan perjuicios a agricultores, a jardineros y a quienes se ocupan del mantenimiento de caminos y carreteras… pero no puede ya concebirse el paisaje sin ellas. Con la primavera, estas "malas hierbas", esas que crecen "donde no deben", donde no se las quiere, se hacen presentes en todos los rincones y, pese a las molestias que causan a algunos, nos compensan a todos con la belleza de sus flores.

Pronto la flor del almendro comenzará a desvanecer el frío y el perfume del azahar acudirá en su ayuda. Nos invitan a quedarnos quietos con los ojos abiertos días enteros, junto a parras retorcidas que renacen tras el invierno, junto a casillas vacías en las que ya nadie se alegra de ver crecer la cosecha. Al lado de pozos de edad inmemorial. Campos arrugados que se asombran cada año de ver el trigo granar.

Peregrinar por reinos míticos que no dejan de sorprenderse al llegar estás fechas. Volver a pronunciar nombres antiguos que se adentran en lo más profundo de la memoria. Fuente del Cabo, Huerto la Liebre, Huerta de Soto, Tierras Nuevas, La Fuentecilla, Cerro Picoso, El Cañuelo, La Tinajita, Las Suertes, Cuarto del Arenal, Cardejón… Miles de fontaniegos que nacieron y murieron en estos campos esperando alcanzar un febrero más. Deseando otear el horizonte y contemplar con júbilo cómo, una vez más, el trigo verde está granado.

En esas divagaciones ociosas que entretienen el paso lento de los caminantes, pensamos si estas "malas hierbas", que hermosean con sus flores los bordes de los pozos y los campos, que forman parte de esa "lista negra" para la agricultura, serán consideradas "buenas hierbas" en algún lugar. Y allí, a buen seguro, lejos de fumigarlas y rozarlas para acabar con ellas, se las tratará con el mimo que se dispensa a las flores que aquí cultivamos en los jardines. Es seguro que, en algún remoto paisaje, las mejores praderas están tapizadas por estas "malas hierbas" que aquí tratamos de eliminar de los campos con herbicidas. Es de justicia que así sea y que puedan gozar allí de una lluvia de agua fina, de rocío limpio cada mañana, bien tratadas y admiradas.