"Malos tiempos para la lírica", escribió Bertolt Brecht en uno de sus poemas en los años treinta del siglo pasado ante el avance del belicismo que desencadenó la segunda guerra mundial. Ahora, en el siglo XXI, todo parece volver. Europa ha entrado de nuevo en un lenguaje belicista. La guerra fría ha vuelto para dividir el mundo, un mundo que tal vez siempre ha estado dividido entre ricos y pobre. Termina la cumbre de la resucitada OTAN (en parte gracias a Putin) y en ella Turquía, más bien Erdogan, levanta el veto a la entrada de Finlandia y Suecia, a cambio de que esos dos Estados marginen al pueblo kurdo, incluso que entreguen a refugiados políticos consideraros terroristas por Turquía ¿Os recuerda esto a algo ocurrido en nuestra país respecto a Marruecos y el pueblo saharaui?  

La retirada de apoyo a las organizaciones del pueblo kurdo pone en peligro a mujeres y hombres que han luchado contra el ISIS, especialmente en la región de Rojana, donde incluso han viajado españolas y españoles para unirse a la lucha. No es la única baza que se lleva el gobierno turco del encuentro de Madrid: Finlandia y Suecia dejarán de proceder a embargos nacionales de armas hacia Turquía. Al final, Erdogan es el verdadero triunfador de la cumbre, junto a EEUU que desplegará más soldados en el este de Europa y sale reforzado de la cumbre frente a China.

Desde este rincón de la campiña podemos preguntarnos qué nos va en todo esto. Nos va porque vivimos en un mundo globalizado en el cual nada nos es ajeno. Lo comprobamos porque la invasión de Ucrania por parte de Rusia está cambiando nuestra economía (la invasión y otros intereses fruto de la ambición de empresas que ni conocemos). Nos va mucho porque cuando los que gobiernan el mundo solo saben resolver los conflictos por la vía militar siempre pagamos los de abajo, el pueblo que solo quiere vivir en paz.

Nos va mucho porque dependemos del mercado mundial, aunque lo veamos ajeno, para el que no somos nada, solo un medio para ganar poder y dinero. Nos va porque poco a poco nos enseñan que nosotros solo somos objetos de derecho mientras esos derechos no les estorben para sus objetivos. Los derechos se pueden perder en unos días en unas horas por mucho esfuerzo que haya sido necesario en su conquista. Lo hemos visto ahora en EEUU con el derecho al aborto.

Igual que el título de las memorias de Stefan Zweig “El mundo de ayer”, donde describe el desmoronamiento de la Europa del siglo XIX y principio del XX, nuestro mundo está dejando de existir sin darnos cuenta. La incertidumbre y el desconcierto están ocupando el espacio vacío, ese que nos produce ansiedad, una ansiedad que no cesa, que nos hace consumir ansiolíticos porque la dictadura de la felicidad nos lo impone, pero ese es otro tema, del que hablaremos.