Juan Manuel Moreno, que ha conseguido que se le llame Juanma, ha salvado la consulta electoral con un contundente aquí estoy yo. Por supuesto hay que felicitarlo. El triunfo es incontestable. Respiramos más tranquilos sabiendo que la ultraderecha ha fracasado en sus ansias de gobernar (ex aequo con el PP) Andalucía o marcar el paso del gobierno. Las estupideces incongruentes anti andaluzas del partido garrulo español se van a quedar en alaridos hueros, sin repercusión alguna salvo para echar unas risas. La “granaína” Macarena Olona se queda sin despacho en San Temo, ala. Aunque lo más probable es que siga como diputada en el Congreso y no vuelva a Salobreña ni por equivocación.

La noche del pasado domingo la sede del PP estaba hasta la bandera de banderas verdiblancas, quién lo iba a decir hace unos años. Recuerdo muy bien cuando empezó este cariño por los símbolos, yo estaba allí. Javier Arenas comprendió que en Andalucía hay un fuerte sentimiento de pertenencia a la tierra, somos muy andaluces y “mucho andaluces” por aquí. Como por aquel entonces los populares eran más bien impopulares y no tenían mucho que perder, Arenas empezó a repartir banderitas andaluzas mezcladas con las españolas entre los asistentes a los mítines (aún había mítines). Al acabar, siempre se cantaba el himno. Vino mucho por nuestra tierra el aspirante a presidente José María Aznar. Sabía que sin Andalucía no hay España, así que también se aprendió el himno de memoria. Los populares se fueron arrimando a la bandera. Recordemos que la derecha de Alianza Popular y la UCD votaron en contra de la autonomía.

Me parecía cínico escuchar a Arenas y Aznar cantar “andaluces levantaos, pedid tierra y libertad”. Siempre pensé que habría que pedirle la tierra a la clase que ellos mismos representaban. La derecha se había civilizado, Arenas no se avergonzaba de su acento y Aznar era un hombre moderado. Habían viajado durante mucho tiempo hacia el centro. Alfonso Guerra se preguntaba “¿Pero de dónde venían?”. Aznar ganó por la mínima, mientras Arenas no lo lograba aquí, incluso tras abandonar a su limpiabotas por un bote de Kanfort. La querencia natural de los militantes del PP les hizo gritar “Pujol, enano, habla castellano” en la calle Génova. Sin embargo el flamante presidente del gobierno se puso a hablar catalán en la intimidad.

Durante cuatro años, minoría obliga, aquel gobierno no mordía, ni siquiera ladraba. Era moderado hasta decir basta. Así que los ciudadanos le dieron la mayoría absoluta, concediéndole cuatro años más de gobierno, más o menos como ha ocurrido ahora en Andalucía. Todo iba bien, sí, muy bien, pero como sabemos, toda cabra tira al monte. El segundo gobierno de Aznar fue el más prepotente y soberbio de la democracia. Enfrentó a España con Europa y se alineó con su amigo Bush que le dejaba poner los pies en la mesa del despacho oval. Tras inventar la burbuja del ladrillo, de terribles consecuencias, acabó metiéndonos en una guerra aprovechando que toda la ciudadanía estaba en contra. La puntilla a su gobierno se la dio él mismo al mentir ominosamente a los españoles, muy blanditos después del peor atentado terrorista de la historia de Europa, con la intención de ganar las elecciones generales.

Moreno Bonilla, cien por cien libre de “ayusismo”, no se parece en nada a Aznar. La moderación de “Jose Mari” era una leve mano de barniz que se descascarillaba con el roce del sol. Juanma parece moderado de verdad, quizá lo sea, pero la cabra (perdón la vaca) es posible que también tire al monte. Cuando presente una ley para su aprobación en el parlamento sobre convertir el agua en vino y se levanten cincuenta y ocho manos, igual se le sube el pavo a la cabeza y se pasa como Aznar, a la cofradía del ordeno y mando. La tentación es absoluta cuando el poder también lo es. Veremos entonces si el PP es el “partido del pueblo”, como el mismo Moreno lo ha rebautizado. Ojalá entonces alguno de sus asesores le diga al oído lo que le decían a Julio Cesar: “¡memento mori!” (recuerda que eres mortal). A diferencia de Javier Arenas, hijo del cacique de Olvera, Moreno es hijo de un jornalero que tuvo que emigrar a Cataluña, pero el poder vuelve frágil la memoria.

El PSOE, que fue el PNV andaluz, tan de la tierra como el Guadalquivir, el gazpacho o la Alhambra, quizá olvidó de dónde venía su poder, se olvidó de conectar con el pueblo. Ahora tiene que pasar una larga travesía desértica. Tendrá que reinventarse o redescubrirse a sí mismo, reencontrar sus raíces. Tendrá que tener también presente que “el poder desgasta sobre todo a quien no lo tiene”. Nada se puede hacer sin ganarse al pueblo, ningún cariño dura eternamente. Por otro lado, más a la izquierda la jaula de grillos se ha convertido en muchas jaulas con muchos grillos.

Juan Manuel Moreno ha sabido leer la situación y conquistar al pueblo andaluz, pero yo no creo que de repente todo el mundo se haya vuelto de derechas en nuestra tierra. ¿Es mérito de Moreno Bonilla o demérito de la izquierda?