El 20 de enero de 2009 Barak Obama tomaba posesión de la presidencia de EEUU. El 7 de junio de 2018 el primer gabinete de Pedro Sánchez estaba formado por 11 mujeres y seis hombres. Muchas personas bienintencionadas dijeron en una ocasión y otra: el racismo se ha acabado, la igualdad entre hombres y mujeres ya llegó. Nada más lejos de la realidad. El tiempo nos ha demostrado que el mundo sigue siendo racista y machista, porque ambos hechos son puntuales, circunstanciales, que no bajan al fondo de la cuestión, a las estructuras profundas que hacen de nuestra sociedad patriarcal una sociedad en la que el hombre heterosexual y blanco lo tiene todo más fácil.

Pese a las apariencias de igualdad, esta sociedad sigue exigiendo a las mujeres que sean guapas y deseables, dejamos que nuestras niñas vistan como mujeres mayores, les enseñamos a través de las redes, especialmente, comportamientos que no son los adecuados a su edad, pero si luego transgreden las normas que el patriarcado considera “decentes” las estigmatizamos.

El feminismo no habla de hombres buenos y hombres malos, como muchos nos quieren hacer creer. “Yo no violo, yo no maltrato”, se escucha. El problema no es ése. El problema es que la estructura más profunda de la sociedad es patriarcal y ni siquiera nosotras, las mujeres, nos damos cuenta de ello. Es por eso que lo masculino es más valorado que lo supuestamente femenino.

“Ya somos iguales, qué más quieren”, dicen. “Las mujeres nos van a quitar nuestros derechos”. Es el mismo lenguaje que emplea la extrema derecha con la inmigración y las mujeres. Una extrema derecha que va calando en los sentimientos. Ahí es donde se hace fuerte, en la irreflexión y la rabia y, por qué no decirlo, porque la izquierda ha sido también patriarcal, machista y ha dejado, a veces, sin resolver el problema del racismo y la inmigración.

Desde mi humilde atalaya digo que el feminismo no es la búsqueda y consecución de la igualdad en un mundo donde la justicia brilla por su ausencia. No basta con la  igualdad actual, debemos aspirar a una igualdad verdadera entre todos los seres humanos. El feminismo debe aspirar a un mundo muy distinto al que vivimos.

Como dice Reni Eddo-Lodge, “el feminismo debe ser totalmente utópico y poco realista”. Debe y tiene que luchar por un mundo verdaderamente justo. El feminismo ganará cuando no haya pobreza ni discriminación por el color de la piel, el género, la orientación sexual ni origen social. Cuando realmente a la mujer no se le exijan dos trabajos. Ni ser madre para alcanzar la “plenitud”. Cuando la mujer no tenga que sentirse culpable por una actitud considerada por algunos fuera de lugar, cuando los cuidados se pongan en el centro de la vida y sea responsabilidad de todas y de todos. Mientras tanto, nos toca seguir resistiendo y seguir siendo utópicas.