¡La que le están armando a Rubiales por un besito! ¡Hay que ver! Un beso no consentido, le contesté al hombre que eso decía. Un abuso de poder machista que hace creer que a las mujeres nos gustan esa clase de conductas. Vamos, entonces cuando os corríamos por la calle Mayor ¿qué tendrían que habernos hecho? Al llegar a este punto me pongo en guardia porque sabía lo que venía detrás: Claro que a vosotras os gustaba igual que los piropos. En ese momento me pongo muy sería para contestar que no, no nos gustaba tener que salir corriendo, llagar hasta un lugar seguro y dar por perdida la tarde del domingo. Eran costumbres que nadie cuestionaba, ni siquiera nosotras. Éramos mujeres muy jóvenes, casi niñas, y ya aprendíamos sin saberlo que el patriarcado era una estructura que lo envolvía todo. La vida era así.

Han pasado muchos años, muchas hemos cambiado, fuimos capaces de cuestionar una estructura de poder a veces tan sutil que apenas se notaba, apenas se sigue notando porque sigue ahí en creencias sin fundamento como la que hacía decir a mi interlocutor que nos gustaba el tener que correr o dejar que nos tocaran el culo. Incluso te hacían sentir culpable si algún “pesado” te daba la lata. Recuerdo cómo sufrí acoso reiterado de una persona sin que nadie hiciera nada para ayudarme. Era normal, nada serio, pero que me hacía sentir muy molesta. Incluso me hacía volver a mi casa y callar. Seguro que muchas mujeres se verán reflejadas en lo que me pasó a mi.

Tenía que aguantarme. Era yo la que tenía que cuidarme para no ser cuestionada. Nadie cuestionaba la conducta de él ni se la afeaba. No encontraban nada malo en su conducta, solo que le habían enseñado que podía hacer lo que hacía. Igual que Rubiales sabía que podía hacer lo que hizo y decir lo que dijo. Han sido educados en la creencia de que por nacer hombre pueden tener un poder del que carecemos las mujeres por el hecho de serlo. A nosotras se nos exigen conductas moralmente decentes sin explicar muy bien qué es eso. Pero la moral cambia según las épocas y las culturas. No la ética, que va en los principios de la persona, en su convencimiento de lo que es bueno para ella y para los demás. Es un imperativo que te obliga a actuar correctamente sin tener en cuenta el que dirán, ni la fama.

Afortunadamente, hay una generación de mujeres que han venido a decir: “Se acabó”. Ya no hay un paso atrás. Sin embargo, todavía algunos y algunas no se enteran. No comprenden que la sociedad está cambiando a pesar de que nubes oscuras ensombrecen de vez en cuando la luz que irremediablemente se abre paso, la luz que más pronto que tarde alumbrará una sociedad verdaderamente igualitaria en todos los aspectos: en lo cotidiano, en el trabajo, en la familia, en el ocio, en las relaciones afectivas y sexuales

A pesar del “Se acabó” de las mujeres y hombres feministas, vemos con preocupación cómo vuelven posturas que creímos superadas. Volvemos a ver niñas de rosa, niños de azul. Incluso en una boda reciente, el sorbete era de dos colores según fueras una mujer o un hombre. Esta pasada feria, en la comida de la tercera edad, el regalo consistió en abanicos para ellas dominós para ellos. Algunos pensarán que son anécdotas sin importancia, pero que reflejan un machismo larvado que hace que algunos hagan comentarios como el que hacía mi interlocutor sobre el beso no consentido de Rubiales. Debemos seguir sin descanso, sin tregua. El camino será largo, pero no tiene vuelta atrás y aquellos que no lo entiendan quedarán olvidados irremediablemente.

(Foto: Miguel Bruna)