1 de enero de 2022: La Guardia Civil aprecia indicios de falta grave en tres agentes en el crimen machista de una mujer y su bebé
17 de enero de 2022: Igualdad confirma el asesinato machista de Sara Pina como el primero de 2022
1 de febrero de 2022: Detenido en Madrid el presunto autor del asesinato machista de una mujer que apareció enterrada en Alzira
4 de abril de 2022: La falta de comunicación entre juzgados mantuvo las visitas entre el asesino de Sueca y su hijo: "No puede volver a pasar"
17 de abril de 2022: Prisión para el hombre detenido por matar a su pareja en Vilanova del Camí (Barcelona)
24 de mayo de 2022: Familiares de las hermanas paquistaníes de Terrassa confiesan que las asesinaron en una visita "trampa"
1 de junio de 2022: El sospechoso de asesinar a una mujer en Zaragoza tenía una orden de búsqueda por otro crimen en Madrid.

Y la lista sigue y sigue. Qué nos está pasando, qué sociedad es capaz de soportar tanta violencia, tanto desprecio por la vida de las mujeres. Nos espantamos, con razón, ante las matanzas que ocurren en EEUU a manos de hombres, siempre hombres, armados con una facilidad increíble para nuestra cultura.

Pero poco a poco nos vamos acostumbrando a la violencia machista amparada por un patriarcado que se va reciclando en un mundo donde la representación importa más que la realidad, donde prima la imagen más que la palabra, donde la información tiene que ir acompañada del espectáculo cambiante, dejando de ser espectáculo cuando  interesa, pero no al lector o lectora, o al espectador, sino a quien paga los medios de comunicación, casi siempre en manos de intereses que poco o nada tiene que ver con la verdadera lucha por la igualdad y la desaparición de la violencia machista y vicaria.

Existen honrosas excepciones: periódicos, revistas emisoras y podcast independientes pero que, hay que saberlo, nunca pueden ser totalmente objetivos, pero nos ayudan a conocer un poco mejor la realidad, a veces oculta, a reflexionar y pensar por nosotras mismas.

Nosotras, las mujeres, no podemos dejar de luchar para que el patriarcado deje de estar incrustado en el inconsciente como “algo normal”. No podemos bajar la guardia, no podemos acostúmbranos a la violencia, sea física o psicológica. No podemos hacer creer a nuestras hijas o nietas que la batalla está ganada y la violencia y desigualdad es algo que le ocurre a las demás porque no saben defenderse o no saben prepararse para medrar en una sociedad competitiva y deshumanizada. Nos va la vida en ello.