(Secuelas de la primera parte Avatar)
Una de las inocentadas más fuertes de las que creo haber sido víctima fue el estreno de la película Avatar, allá por el año 2009, más o menos el día de los Inocentes. Como ya está en pantalla la segunda parte y creo que Hollywood tiene la intención de obsequiarnos con unas cuantas más en años sucesivos, considero prudente informar al respetable de alguna de las secuelas que dejó la primera.

Día de autos: 13 de enero del año del Señor de 2010. Estado del tiempo: lluvioso y muy frío. Ubicación: vagón de cola del especial de las 12,13. Dirección: de Barcelona a Vic. Composición de la masa humana que atiborra el cubículo: variopinta. Organización estratégica de la ídem: en grupúsculos más o menos gesticulantes. Estado anímico superficial de la peña: ligeramente alterado con tendencia al batiburrillo. Descripción de los hechos: Acabadas las gestiones que aquel día me llevaron a  la ciudad, sobre las once cuarenta y cinco me encontraba en la estación plaza de Cataluña. En el panel de anuncios no figuraba ninguna salida en dirección a Vic hasta las trece cincuenta. Me disponía a marcharme hacia la estación paseo de Gracia-Aragón en busca de otras posibilidades cuando por megafonía anunciaron que a las doce y trece pasaría un “especial” en dirección Vic que tenía parada en todas las estaciones y apeaderos.

Piqué billete, bajé al andén y a la hora anunciada, tuve el primer aviso de que los acontecimientos entraban en vía altamente sospechosa. Llegó el “especial”, subí en el vagón de cola. El tren inició su recorrido con aparente normalidad y, al cabo de unos minutos, llegó a la estación de Triunfo Norte, efectuó la parada, volvió a arrancar y entramos en el largo túnel que va hasta la estación de San Andrés Arenal. En  cuanto se cerraron las puertas y el tren se puso de nuevo en marcha me llamó la atención una pareja, ella y él, en los tiempos que corren esta aclaración es imprescindible, que charlaban animadamente al lado de una de las puertas, y que por la vestimenta y el equipo, pistola y porra, debían ser agentes del orden público o seguratas de la RENFE. Apliqué el oído, pero no pude oír la conversación a pesar de no estar muy lejos, solo pesqué una palabra al vuelo, Pandora.

Morbosamente intrigado me alejé un poco de ellos, y en voz baja, le pregunté a un chino que iba dándole al sudoku "oye, ¿tú sabes quiéenes son esos dos?
-¡Oh, sí, son el Manolo y la Puli, son como los ángeles plotectoles del especial de las doce y tlece.
-Ah muy intelesante. ¿Y todos los días tlece viajan en el vagón de cola?

-No complendo .
-Sí homble si, en occidente el tlece es el númelo de la mala suelte.
-Oh no, es pula coincidencia. ¿Y pol qué me lo plegunta si puede sabelse?
-Pol nada pol nada

No sé por qué, después de hablar con el chino tuve la impresión de que la tierra giraba en sentido contrario al habitual. De repente un individuo de nacionalidad X se situó en medio del vagón y, haciendo esfuerzos para no perder el equilibro, ya que el tren traqueteaba de lo lindo, empezó a gritar con voz de poseso ¡"Pandora existe, Pandora existe, Pandora existe, Pandora existeeeeeeeeeee!"

En cuestión de dos segundos todos los presentes clavaron sus miradas en el interfecto, menos los dos uniformados, que, siempre siguiendo los protocolos reglamentarios, le clavaron, además de la mirada, dos puñetazos en las costillas que lo obligaron a expulsar a toda leche el aire que tenía acumulado en los pulmones, pfuanfora fiste, y antes de que pudiera volver a inspirar, la Puri le cortó el resuello rodeándole el pescuezo con un brazo mientras, con el otro, lo sujetó por la cintura, al tiempo que le metía una rodilla en los riñones.

El Manolo, por su parte, agarró el brazo derecho del aspirante a Navi y, ateniéndose de la forma más estricta al manual de instrucciones, aplicó impecablemente sobre la susodicha extremidad seis vueltas de torniquete en el sentido de las agujas del reloj, las mismas que se le dan a una toalla no centrifugada antes de colgarla. Efectivamente, después de la sexta vuelta, el brazo chorreaba las últimas gotas. El manual funciona.

-¡Confiesa miserable, confiesa!

El fulano parpadeó tres veces antes de desmayarse y los otros lo interpretaron como que sí, que confesaría. Lo reanimaron con un par de hostias y, ante su buena disposición, se le aflojaron dos vueltas de torniquete del brazo y una pizca de la presión del pescuezo. Así lo ordena el manual.

-Habla, habla de una puta vez. ¿Qué sabes de Pandora?
Con un hilillo de baba chorreándole por la comisura izquierda de la boca, y otro hilillo de voz que le salía del culo, el sujeto, y nunca más bien dicho, acertó a balbucear: bueno, respecto a Pandora tengo que deciros que ......
—¿Queeeeeeeé?, gritó a coro todo el vagón con la angustia de un terrible presentimiento pintada en el rostro.
—Bueno pues que Pandora existe, pero.........
¿Pero queeeeeeeeeeeé?

Le tensión era insoportable, los encontrados sentimientos de los ocupantes del vagón respecto al tema atravesaban los cristales de puertas y ventanillas, se estrellaban como balas perdidas en las oscuras paredes del túnel y volvían al interior del recinto por efecto de rebote.

A pesar de su incómoda situación, el “Ecce homo”, consciente del in crescendo emocional y de la subida general del nivel de adrenalina que su media declaración había provocado en los presentes, pensó que si aguantaba unos segundos más sin soltar prenda, la situación podría alcanzar un clímax de imprevisibles consecuencias. Pero en el manual todo estaba previsto. Si después de haber empezado la declaración el sujeto se mostraba remiso a continuar, rodillazo a las pelotas.

-¡Ay, está bien, vosotros lo habéis querido: lo de las montañas flotantes es un camelo!.
-¡Aaaaaaaa, si solo es eso!.

El conjunto de la masa humana que durante unos segundos había tomado la forma de un pulpo gigante dispuesto a lanzar los tentáculos en cualquier dirección, volvió a fragmentarse en grupúsculo, y siguió cada cual con el tema que antes del incidente traía entre manos y que, aunque por separado, era común, o sea las mil maneras que cada uno había discurrido de cargarse al puto coronel y al ejecutivo del proyecto, a estos dos sobre todo, pero en general asumían que los otros asumieran que podía haber daños colaterales. Intocables los Navis y su árbol sagrado, el marine guapo y parapléjico y poca cosa más.

Después de la confesión, el Manolo y la Puri soltaron al alborotador, que estaba hecho una piltrafa pero a nadie parecía importarle un pito y reanudaron, al lado de la puerta donde estaban situados antes del incidente, su misteriosa conversación.

Como los ánimos estaban alterados, hablaban más fuerte que antes y esta vez sí que pude coger la onda.

La Puri llevaba la voz cantante, como no podía ser de otra manera.
-¿Lo tienes claro Manolo?
-Clarísimo, Purita. Los mandos preparan una operación tipo Avatar y están seleccionando números, pero yo no reúno ninguna de las condiciones exigidas en la película.
-¿Puedo hacer algo por ti? Ya sabes que yo por un compañero mato a mi padre si hace falta.
-Hombre, si me dejaras parapléjico como al marine de la película, me darían diez puntos.
-Eso está hecho, date la vuelta y por los puntos no te preocupes que te van a  dar lo menos ciento treinta.

El Manolo se dio la vuelta y la Purita, al grito emocionado de “por un compañero lo que sea” pum, pum le descerrajó dos tiros a quemarropa entre la cuarta y la quinta vértebra. El manual era muy claro sobre este punto, para dejar inútil a un tío, sin matarlo patapí, patapá, etc. etc.

-Hala, Manolo, ya estas parapléjico y aunque tengo la sospecha de que esto no será todo, pues hay el tema del ADN y otras chorradas, lo intentaremos. Ahora mismo hago parar el tren y te saco a rastras por el túnel. Por el camino, doy la alarma general para que vengan a buscarnos los servicios de socorro, que así quedarán más impresionados.

"Tú, ayúdame", me dijo. Me cagué en la madre que los matriculó, pero ante la pistola en las narices decidí colaborar, de momento. Ella agarró al Manolo por los sobacos. Tú cógelo por las patas", me dijo. Cuando iba a agarrarlo, como procedente del espacio exterior, me llegó una voz que decía "próxima parada Mollet del Vallés".
-Hostia, es que yo me bajo en la próxima, que lo agarre otro, le dije a la Puri.
-Y una mierda, si no agarras al Manolo por las patas como te he dicho y me ayudas a arrastrarlo por el túnel hasta que encontremos a los servicios de socorro, tu próxima parada será el infierno, muchacho.

Volvió a echar mano de la pistola, que se había convertido en un lanzallamas y, cuando yo trataba de echar a correr aterrorizado hacia la parte opuesta del vagón, luchando con una fuerza invisible que me retenía, desperté, mientras el pasajero que me había agarrado fuertemente por el brazo chillaba con evidente cabreo. ¡"Despierta, tronco, que se van a abrir las puertas".
-Vale, muchas gracias.

La puerta se abrió, bajé del tren, y en unos segundos la tierra volvió a girar en el sentido acostumbrado.