De cerca y de lejos, ahora la gente ve peor que antes. Es la consecuencia de tanto mirar la pantalla del móvil, de la tablet, del ordenador, del televisor... Perdemos perspectiva por ejercitar poco el músculo que acciona la distancia focal. Consecuencia: nuestro horizonte se acorta considerablemente. Es como si circulásemos siempre con las luces cortas. También perdemos agudeza visual en la distancia corta por pereza ocular y por el uso de gafas inadecuadas. Menos vista y menos perspectiva. Sin embargo, si los fontaniegos andan cada vez peor de la vista no es por falta del cuidado de una buena profesional de la óptica. El prestigio profesional de Cinta Mérida -y sus bajos precios- han superado los límites de Fuentes y a su óptica acude gente de todos los pueblos de la comarca y hasta de Málaga, Extremadura, Bilbao y Barcelona.

Pregunta.- Todo el mundo dice que Cinta lo ve claro.

Respuesta.- Veo que los niños cada vez necesitan gafas antes. Que antes unas gafas para cerca podían durar hasta veinte años y ahora hay que cambiarlas a los cuatro o cinco años. Antes el uso de gafas para corregir la presbicia empezaba en torno a las 45 años y ahora empieza a los 35. Todo eso es consecuencia del abuso de las pantallas digitales. A los ópticos todo eso podría venirnos bien para el negocio, pero yo prefiero decirle a mis clientes que mientras les dé el brazo, no se pongan gafas.

P.- ¿Y eso por qué?

R.- Porque el ojo es acomodaticio: mientras más ayuda le des, menos esfuerzo hace. Está encantado de que unas gafas les hagan su trabajo. Es como cualquier otro órganos, si no ejercitas las piernas, al final no tienes musculatura para andar. Para las piernas estupendo, pero para tu capacidad de moverte de forma autónoma es fatal. Si necesitas unas gafas de aumento 1, no te pongas unas de 1,5 porque el ojo te pedirá pronto que uses de aumento 2. Y así tu presbicia aumenta a una velocidad de vértigo. Después del covid también he observado un empeoramiento en la calidad de las lágrimas.

P.- ¿Han cambiado mucho las técnicas de la óptica?

R.- Sí, como todo. Antes la graduación teníamos que hacerla de forma manual con equipos muy aparatosos. Ahora una pequeña máquina nos los dice todo sobre el ojo. Antes teníamos que cortar a mano los cristales para montarlos en las gafas y ahora no tenemos más que calentar las monturas para ajustarles los cristales hechos a la medida. Lo que no ha cambiado ni cambiará nunca es el trato personal.

P.- Dame dos razones para no comprar gafas en Amazon o en un chino.

R.- La primera razón es el trato personalizado y la segunda, es que el problema no está en comprar en Amazon o en un chino, sino saber cómo elegir la graduación que te conviene. Esto es como automedicarse. El problema no es elegir en qué farmacia compro un antibiótico, sino seguir el criterio de un profesional de la medicina que sabe qué antibiótico necesito y qué dosis se ajusta a mis propias necesidades, que son distintas a las de otros. Por regla general, nadie tiene los dos ojos iguales. Por eso necesitamos unas gafas hechas a la medida. Las gafas de supermercado son para una emergencia, no para un uso cotidiano. Si las usas a diario, tus ojos se adaptan a ellas en vez de las gafas a tus ojos. Es como si te compras unos zapatos chicos o grandes y le pides a tus pies que se acostumbren a andar en esas condiciones. Andarán, pero sufriendo.

P.- Hablando de medicamentos, también eres farmacéutica, ¿no?

R.- Primero estudié Farmacia en Sevilla y luego Óptica en Barcelona. Después trabajé en Coria y finalmente me vine a montar la óptica de Fuentes. Mi familia es de Écija, donde nací, aunque mi padre era de Santaella y mi madre de Zaragoza. Tengo un hermano con farmacia en Zaragoza y una profesora de educación especial. Me vine a Fuentes porque Juan, mi marido, que entonces era mi novio, es de aquí. Nos conocimos en la discoteca La Luna, que estaba en el sótano del hotel Pirula. Cuando me fui a estudiar a Barcelona, una vez Juan le pidió permiso a mis padres para venir a verme y se presentó en su Ford Sierra con una tarta que le había hecho Antonio Hidalgo.

P.- ¿Hace mucho de eso?

R.- ¡Uy, muchísimo! Ya soy más de Fuentes que los entornaos. Abrí la óptica en 1994, hace más de treinta años. La verdad es que aquí me acogieron muy bien, desmintiendo el dicho de que "de la Madre para allá, ni el polvo". En mi caso, algunas clientas añadían "aunque con nuestra Cinta nos hemos traído lo mejorcito de Écija."

P.- De vista, los fontaniegos, cada vez van peor. ¿Y de visión de futuro?

R.- Jajaja. También cortita, la verdad, pero de eso prefiero mejor no hablar. No voy yo a arreglarle la casa a nadie. (Juan, el marido de Cinta, tercia ahora en la conversación diciendo que algunos valores se están perdiendo y que el pueblo anda demasiado irritado a todas horas). Muchas veces, los clientes que vienen de otros pueblos nos preguntan dónde pueden quedarse a comer. Antes lo teníamos claro. Ahora no sabemos a dónde mandarlos con un mínimo de garantías de satisfacción. Fuentes ha perdido mucho en gastronomía. No puedo hablar de la gente de Fuentes porque aquí, como en todas partes, hay gente de todo tipo. Uno me dijo una vez que en Fuentes hay pocos emprendedores y muchos imitadores: cuando alguien hace algo que le va bien, muchos intentan hacer lo mismo. Yo creo que eso pasa en todas partes.

P.- Por ejemplo, el centro comercial no levanta cabeza.

R.- La gente se está acostumbrando a comprar por internet y de esa forma no hay quien se atreva a montar ningún negocio. La óptica funciona porque tengo muchos clientes fieles y porque acude gente de todas partes, de Palma del Río, de Málaga, Bilbao y de Barcelona. Los emigrantes aprovechan las vacaciones para hacerse las gafas aquí. Hasta el obispo de Jerez me ha encargado gafas. Todo eso no es fruto de la publicidad, sino del boca a oído. Una vez, el Londres, un cliente puso la funda de las gafas sobre la mesa de un bar y el camarero exclamó, ¡anda, pero si Mérida Valero es mi óptica!. El chaval es de Osuna y estaba allí trabajando.

P.- No todo el mundo vale para cualquier cosa.

R.- Muy cierto. Para atender al público hay que ser de una pasta especial, estar al lado del cliente, desvivirte por satisfacerlo. Eso aquí se entiende mal porque existe la creencia de que es el cliente el que tiene que amoldarse al comerciante y no al revés. Nosotros en eso formamos un buen equipo, con nuestra Reme en primera línea. El sesenta por ciento de nuestra clientela viene de fuera.

P.- "Vengo de ver a esta muchacha que tiene las gafas tan baratas", decían unos al salir.

R.- Sí, unos vienen por los precios y otros por el trato. Soy muy besucona y la mayoría de los clientes se despiden dándome dos besos. Los veo como de la familia porque sigo aquí gracias a ellos. Tengo clientes muy fieles. El otro día, uno de La Puebla preguntó "¿aquí los dos besos son obligatorios al salir?". Le dije que obligatorios no son, sólo si salen del alma y son lo más barato que hay en el mundo.